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Los migrantes de la pelota

Los migrantes de la pelota
03 de junio de 2014 - 00:00 - Galo Mora Witt, músico y político

En un reciente viaje me trasladé de Tánger a Algeciras a través del ferry. De un lado Gibraltar, posesión inglesa, tan absurda como la de las Malvinas, y por otro, la dominación colonial española de Ceuta y Melilla, vergonzosa y anacrónica. A la distancia se podía observar un movimiento desesperado que más tarde la prensa recogió con su habitual parsimonia y cálculo. Los pies sangrantes de africanos que intentaban llegar a ‘tierra española’ manchaban los diarios y el alma. El delito: la miseria; la razón: el capitalismo y sus engendros de inequidad e injusticia.

Pocos días después llegué a Lisboa y me dirigí al Estadio La Luz con el objetivo de conocer la estatua que el pueblo portugués le erigió a quien consideran el mejor futbolista de todos los tiempos: Eusebio Ferreira Da Silva. Pero resulta que Eusebio nació en Maputo -entonces se llamaba Lourenço Márquez, tributo al explorador portugués-, Mozambique, y por la barbarie colonial, representó siempre a Portugal, e incluso fue impedida su transferencia a la Juventus de Turín por decreto del anciano fascista Oliveira Salazar.

Como Eusebio, son miles quienes han representado a un país distinto al de su origen, y entonces el tema de la ciudadanía universal cobra vigencia, y no por intereses deportivos, sino por justicia. El presidente Rafael Correa Delgado, en una intervención de 2008 dijo, con claridad: “No existen seres humanos ilegales, hay prácticas ilegales”; pero parece ser que la tara neoliberal sigue marcando destinos, y los inmigrantes pobres que no juegan a nada, sino a sobrevivir con dignidad, están signados por aquella sentencia de Monseñor Arnulfo Romero: “La justicia es como la serpiente: solo muerde a los que están descalzos”.

Los migrantes o inmigrantes han poblado de historias los estadios desde el campeonato ganado por Italia en 1934, con la presencia determinante de Guaita, Monti y el violinista Orsi, todos argentinos; los siguientes mundiales vieron a Sívori y Angelillo, maestros gauchos, jugando con la ‘Azurra’, y de ahí, hasta nuestros días, los originarios de colonias han repletado las nóminas europeas. Zidane, Djorkaeff en la Francia campeona del 98 son apenas el referente para una lista interminable. La Francia a la que enfrentaremos en Brasil tiene hoy jugadores nacidos en Senegal (Sagna, Gomis y Sakho), República Democrática del Congo (Matuidi y Mangala), Malí (Sissoko), Guinea-Conakry (Pogba), Argelia (Benzema y Nasri), Benín (Fanny), República Centroafricana (Zouma y Kondogbia) y Marruecos (Rami), y sería cínico que la ultraderecha de los Le Pen siga clamando por cerrar fronteras a los pobres del mundo.

Holanda, Bélgica, Alemania e Italia están llenos de inmigrantes en sus alineaciones, y podremos quizá ser testigos de sucesos tan controversiales como el partido entre Alemania y Ghana en el Mundial de Sudáfrica, juego en el que se enfrentaron 2 hermanos, uno por cada país: Jêrome Boateng y Kevin Prince Boateng.

El otro europeo al que enfrentaremos, Suiza, tiene en su delegación a jugadores como Senderos (serbio-español), Djorou (Costa de Marfil), Ricardo Rodríguez (Chile), Gelson Fernández (Cabo Verde), Behrami (albano kosovar), Gavranovic y Drmic (croatas), y la estrella, Zhaquiri, serbio albanés. Y con esos orígenes, ¿es ético que la Confederación Helvética cierre las fronteras a todo aquel sospechoso de no poder depositar un centavo en las cuentas de la banca suiza?

Y entre nosotros, pobres, pero honrados, se suele decir, también estuvieron los argentinos Raffo, Liciardi, Elizaga, Juárez, Larraz, Araujo, Latino, Klimowicz y Graziani, y los brasileños Páez, Helinho y Gilson, los uruguayos ‘Carita’ Gómez y ‘Ñato’ García. Ahora queríamos a Hernán Barcos en la delantera, pero Argentina se nos adelantó.

Un Mundial variopinto, con diversidad étnica y cultural, le hace bien al planeta y al corazón. El espanto del racismo ha tenido una respuesta moral y universal a través del #somostodosmacacos., tras la agresión a Dani Alves.

Hoy, frente a este Mundial de la diversidad, clamemos con el poeta palestino Mahmud Darwish:

Señores, señores profetas, no preguntéis su nombre a los árboles, no preguntéis por su madre a los valles:
en mi frente despunta la espada de la luz, y de mi mano brota el agua del río.

Todos los corazones del hombre… son mi nacionalidad: ¡Retiradme el pasaporte!

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