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En tres días Felipe Proaño llegó a la cima de El Capitán

Haber coronado los 1.100 metros de la montaña El Capitán fue un objetivo cumplido para el escalador Felipe Proaño, quien inició a los 13 años esta actividad.    

Desde el 18 hasta el 20 de agosto pasados, el deportista de 24 años empleó todos sus conocimientos técnicos, mentales y físicos para llegar al tope de la pared de escalada más exigente del mundo, localizada en el valle de Yosemite en California (Estados Unidos).          

“La primera vez que  vi a El Capitán me dije ¡está sumamente grande!, me intimidó, pero al mismo tiempo me motivó a subirla”, manifestó el quiteño el viernes  pasado  durante una práctica en la roca de Sigsipamba,  al oriente de Quito.

La pared de granito El Capitán se volvió un juego mental para Proaño, porque al tiempo que quería escalarla, le entraba la duda  sobre si empezar o no el recorrido, pues desde la base no  se observa el tope.   

Junto a su compañero de aventuras, Santiago Espinoza, se complementaron para juntos vencer a la “meca de la escalada”, como considera Felipe al valle de Yosemite.

En este lugar ambos treparon durante 20 días tres montañas más, como preparación para el ascenso de El Capitán. El Washington Column y el Middle Cathedral,  de 500 metros de altura cada uno, y el Half Dome de 700 metros.

Felipe Proaño realiza un paso dinámico en las peñas de Sigsipamba, al oriente de Quito. Foto por Andrés Darquea/EL TELÉGRAFO

Coronar cada una de ellas les tomó entre uno y dos días. “El Half Dome es la más técnica de las tres, que además de todo se le sumó una caminata de 15 kilómetros para descender desde la cima y con los pies destruidos”, explicó.

Otro acompañante que  Proaño y Espinoza tuvieron durante el ascenso de más de un kilómetro en El Capitán fue una mochila llamada “chimbuzo”, que pesaba 80 libras.

Allí portaban 24 litros de agua, comida, barras de energía, bolsas de dormir, cintas, mosquetones.... “Para subirla hay que emplear un sistema de poleas con cuerdas. El Capitán tiene 31 segmentos, es decir que tienes que jalarlo 31 veces”, expresó el deportista luego de avanzar dos veces hasta la cima de la roca de Sigsipamba sin demasiado esfuerzo.

Para escalar emplearon dos cuerdas de 60 metros cada una, 50 mosquetones, arneses y 40 seguros de roca para incrustarlos en las fisuras de la montaña de granito.

El último día de ascenso fue el más memorable para Felipe. Primero porque tuvo que vencer al “Texas Flake” y después por alcanzar la cima de esta imponente pared.

El “Texas Flake” es una fisura de 20 metros de largo en  la parte alta de El Capitán, que se asemeja a una chimenea. “Es tan grande que tienes que entrar en ella y subir con la espalda contra la roca y empujar con pies y manos. Todo tu cuerpo se destroza”.  

En el medio de ésta solo hay un seguro para colocar los arneses o mosquetones. “Si no alcanzas a asegurarte y te caes, como mínimo te rompes las piernas”, manifestó el deportista de contextura delgada.

A las 23:00 del 20 de agosto, Felipe topó el “Cap Tree”, árbol al tope de El Capitán que señala que este coloso fue conquistado.

Escalada en Alaska

El viaje de Felipe Proaño a Estados Unidos duró tres meses y medio e inició en Alaska. Gracias a una beca que le otorgó el National Outdoor Leadership School (NOLS) de ese país, escuela que promueve expediciones al aire libre; se desplazó a Alaska para participar de un curso de montañismo.

“Nos enseñaron técnicas y métodos de escalada distintos a los que se aplican en Ecuador. Enfocados en manejar grupos para excursiones;  cómo reaccionar durante una emergencia...”, destacó Proaño quien el año pasado tuvo otra excursión en Perú, pero ninguna se compara a la que hizo en el verano boreal de este año.

Para dormir colgado, Felipe empleó unas repisas llamadas portaledge, que se incrustan en la rocaJunto a un grupo de 15 escaladores más, pasó desconectado del mundo por 35 días en la cordillera Chugach de 400 kilómetros de longitud. “29 de ellos dormimos en la nieve. Hacía mucho frío, se estropeó todo el cuerpo, pero son los frutos de una experiencia tan enriquecedora como esta”. Los conocimientos aprendidos los puso en práctica en El Capitán y antes en el Estado de Colorado.

En ese lugar del centro oeste de Estados Unidos, su primera parada fue la población de Rifle. “Probablemente el lugar más chévere en el que he practicado la escalada deportiva. Hay 2 mil rutas (senderos) para elegir”.

Allí Felipe Proaño conoció al estadounidense Chris Sharma, el mejor escalador del planeta, según su criterio. Lo que aprendió en su viaje, lo transmitirá a sus colegas “tricolores” y en el futuro instruir a nuevos escaladores para masificar esta actividad en el país.  

El quiteño no imagina su futuro sin escalar. “Yo creo que nunca voy a dejar esto; sea cual sea la circunstancia. Es un modo de vida más que un deporte”.

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