El Mundial de Brasil tiene una cara oculta en Bosnia
Safet Sušić es para muchos el mejor futbolista bosnio de la historia, y el gol que marcó con el París Saint-Germain es un hito que muchos aficionados compatriotas recuerdan con orgullo. Sušić está hoy al frente de la selección de Bosnia-Herzegovina y acaba de cumplir otro sueño futbolístico: el equipo disputará su primer mundial en Brasil.
El entrenador no oculta su emoción y cree que la Copa del Mundo significará mucho más que un éxito deportivo para su país, que sufrió la guerra civil más sangrienta de Europa desde el Holocausto: “Hace pocos años no podíamos imaginar a musulmanes, serbios y croatas apoyando al equipo, pero eso podría cambiar ahora”, le dijo recientemente a AP. Pero no es así.
Durante las protestas de la ‘Primavera Bosnia’ en Sarajevo, en febrero pudieron verse banderas de las 3 etnias unidas contra la corrupción política: aquello prometía un paso adelante en la cohesión social del país.
Sin embargo, este hecho histórico no volvería a repetirse en las celebraciones por clasificación al Mundial. Entonces la capital se llenó de banderas y cánticos propios de la comunidad musulmana.
Ni rastro de hinchas serbios o croatas. A diferencia del resto del mundo, en Bosnia el fútbol es una de las herramientas que mantiene lejos la reconciliación entre las tres comunidades.
En Yugoslavia se jugaba mejor
El sentimiento de Sušić es compartido por muchos bosnios de cierta edad que, como él, vivieron en la Yugoslavia comunista. De aquella época, además de la hermandad que se quebró por los nacionalistas que provocaron la guerra civil en la década de los 90, se recuerdan también los éxitos deportivos: cuando estaban unidos, los yugoslavos eran imparables en los deportes de equipo.
De hecho, la selección yugoslava de baloncesto es considerada la tercera mejor de la historia por el número de medallas conseguidas en Juegos Olímpicos, mundiales y campeonatos de Europa, tan solo por detrás de las selecciones de Estados Unidos y la Unión Soviética.
Con cinco medallas de oro, fue el equipo que más veces conquistó el Mundial. Hoy los bosnios imaginan lo temible que sería la selección de fútbol si la República Federal no se hubiera disuelto en seis países balcánicos.
Pero Bosnia-Herzegovina está muy lejos de ser el país multiétnico y democrático que Occidente espera. Los acuerdos de paz de Dayton supusieron el fin de las hostilidades, pero afianzaron un sistema político rotativo que no hace más que legitimar la división territorial y los partidos de índole nacionalista.
La guerra destruyó la industria, la economía no funciona y las fronteras que la limpieza étnica dibujó durante el conflicto ya son oficiales sobre el mapa: en la Federación ‘conviven’ musulmanes y croatas, y en la República Srpska viven los serbobosnios que ven a Serbia y no a Bosnia como su patria.
La disolución de su deporte ante el Mundial es una buena metáfora de todo lo que sucede allí.
Fútbol en clave nacionalista
Bosnia-Herzegovina es un país donde la mitad de la población ondea las banderas de estados y equipos vecinos, Serbia y Croacia (de religión cristiana ortodoxa y católica, respectivamente).
Por eso no es de extrañar que estas comunidades no vean en la selección nacional un equipo que las identifique y por eso tildan al equipo de Sušić como una formación islámica. De hecho, casi toda la plantilla, y su estrella Edin Dzeko (que juega para el Manchester City), es de bosnios musulmanes.
Aunque muchos son los que dicen que las generaciones más jóvenes, que no vivieron la guerra directamente, no son tan reacias a la integración con otras etnias, lo cierto es que la educación diferenciada, los medios de comunicación en clave nacionalista y las vivencias familiares aún dificultan que esa idea tome fuerza.
Si el desencanto político de los jóvenes podría ser una vía rápida para soluciones políticas multiétnicas en el futuro, el fútbol, que sí atrae a los hinchas más jóvenes, es más bien un freno.
Cuando hay victorias, Banja Luka (la capital de la República Srpska) se llena de hinchas proserbios, las poblaciones croatas de Herzegovina celebran con motos de gran cilindrada y los ‘hooligans’ de Sarajevo causan destrozos en los tranvías de la ciudad.
Todos gritan bien fuerte para que sus contrincantes políticos sepan de su pequeña victoria. Así es el fútbol.