Gritaban su nombre, aplaudían, le cantaban... Algunos estaban dispuestos a no trabajar el viernes con tal de acompañarlo en la capilla ardiente que se levantó en el coliseo Rumiñahui de Quito.

Los admiradores de Christian “Chucho” Benítez acompañaron su cuerpo inerte en su último periplo en la ciudad que lo vio formarse como futbolista. Algunos estaban arrepentidos de haberlo criticado tanto cuando no concretaba goles para la Selección ecuatoriana.   

Luego de cuatro días de espera, los restos mortales de Benítez arribaron al país. En la novel terminal aérea de Tababela nunca antes se vio tanta gente en la zona protocolaria.

Además de aguantar frío, polvo y los empellones que se generan dentro de una multitud, algunos aficionados también soportaron robos. Los comentarios de pérdidas de celulares y otros objetos de valor se mezclaron con las charlas habituales de los seguidores.  

El premio a tanto sacrificio llegó a la 01:57  de ayer, el avión privado que transportaba el cadáver del “Chucho” aterrizó en suelo ecuatoriano. Los hinchas se olvidaron de los robos, del frío, del polvo, de los niños que traían de la mano... Corrieron hacia la malla para observar el descenso del féretro. Fotógrafos, camarógrafos y periodistas se quejaron, sintieron una especie de linchamiento momentáneo.

Los fanáticos mostraron indiferencia por los vivos, minutos antes se “desvanecían” por tocar, oír o mirar de cerca a Antonio Valencia, Jorge Guagua, Jéfferson Montero, entre otras figuras del fútbol ecuatoriano que asistieron al aeropuerto; prefirieron gritarle hurras, tomarle fotos, seguir  de cerca o filmar el ataúd del ídolo caído. Aplaudieron a Liseth Chalá, viuda de Benítez, al verla bajar de la nave.  

A 10 minutos de las 03:00 se produjo una nueva estampida humana, el carro fúnebre con los restos del “Chuchito” salía hacia el camposanto Monteolivo, donde se le aplicarían técnicas de tanatopraxia antes de conducirlo a la capilla ardiente en el coliseo Rumiñahui.

En la calle

Decenas de automotores siguieron en caravana al auto que trasladaba el cadáver de Benítez, lo que pocos imaginaron era observar la cantidad de ciudadanos de Pifo, Puembo, Tumbaco y Cumbayá que salieron a la carretera para alentar el paso del vehículo mortuorio.

Camisetas, carteles y banderas de El Nacional o de la “Tricolor” vistieron las veredas de los centros poblados. Los pitos y las barras entibiaron la gélida madrugada del segundo día de agosto.

El lapso más emotivo del trayecto duró 12 minutos: la caravana se detuvo a la altura del Complejo Los Sauces de El Nacional, donde se le rindieron honores al cadáver y un sacerdote lo bendijo.

Demora

Solo después de conocer que el cuerpo del “Chucho” era sometido a una segunda autopsia en el camposanto Monteolivo, la impaciencia de simpatizantes del atacante y  representantes de los medios de comunicación era aplacada. Todos soportaron el bajón de temperatura que se evidenció entre las 04:00 y 08:00.

Antes de que la expedición continúe su ruta hacia el coliseo Rumiñahui, en Monteolivo muchos seguidores reclamaron porque los padres del fenecido, Ritha Betancourth y Érmen Benítez, eran impedidos de ingresar. Únicamente bajo la ayuda del ministro del Deporte, José Francisco Cevallos, y del presidente de la Ecuafútbol, Luis Chiriboga, se les permitió el acceso.

Los recuerdos del exdelantero causaron llanto en algunos seguidores.  Jenny Quijia, empleada doméstica de 29 años, y Juan Anaguano, cerrajero de 47, lo veían como un ejemplo de superación, alguien que salió de la pobreza a base de esfuerzo.

A las 08:34 el sarcófago  ingresó al Rumiñahui. Érmen Benítez, Cléver Chalá (suegro del “Chucho”), y los amigos Carlos Tenorio y Pedro Mauricio Muñoz instalaron el ataúd en la capilla ardiente.