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Daniela dejó la vida civil para imponer su récord entre militares

A los 12 años inició su actividad deportiva como seleccionada de la provincia de Chimborazo.  Daniela Moyota lo hizo como un desafío para la calificación en Cultura Física.

Fue el salto alto su mayor virtud deportiva y por sus condiciones llegó a ser campeona nacional y segunda  en Sudamérica.

Hoy, con 18 años, logró su mayor éxito deportivo al consagrarse como monarca del salto largo en el Sudamericano de cadetes en Lima (Perú). Ahí impuso nueva marca  regional al registrar 5m56cm, superando la marca anterior de  5m18 cm. En un alto a su diaria actividad, la cadete de la Esmil (Escuela Militar Eloy Alfaro) atendió a El Telégrafo.

¿Por qué cambió de modalidad, de salto alto al largo?

Se lo hizo porque no hay esa especialidad en el Sudamericano de cadetes y tras varias pruebas, el  profesor Óscar Mina miró que en ese yo era mucho más completa.

¿Fue complicado adaptarse a la nueva modalidad?

Al principio sí, porque decían que tenía los tobillos demasiado débiles, me faltaba fuerza y por eso tendía a lesionarme mucho, sobre todo el tobillo derecho, por eso tuve que intensificar mis entrenamientos con ejercicios en la arena, con saltos y pesas. Ahora estoy mucho mejor.

¿Cómo se sintió en  competencia?

Muy bien, fuimos adecuadamente preparados y demostramos que estamos a un gran nivel sudamericano. En lo personal tuve alrededor de 10 meses de preparación muy exigente con triples jornadas diarias para mejorar las marcas.

¿Se esperaba entonces el  récord?

Sí, con mi entrenador teníamos planificado un gran resultado.

¿Cómo cambió su vida el ingreso a la actividad militar?

Dio un giro total. Aquí todos los días uno debe madrugar, cumplir todo en el horario establecido, las guardias, las clases. Es una exigencia bastante dura, pero tiene su recompensa.

¿En algún momento se arrepintió de su elección?

Nunca, aunque a veces lloré mucho por la nostalgia de estar distante de mi familia y, sobre todo, porque en los 3 primeros meses no se puede salir. Mi elección fue la mejor.

¿Ahora, tras un año de vivir en la Esmil, está totalmente adaptada?

Más acoplada sí,  incluso ya puedo salir casi todos los fines de semana a visitar a la familia y en el tiempo libre lo primero que hago es llamar a mi mamá (Margarita Mora).

¿Cómo tomó su familia el conocer  su afición por  la vida militar?

A  mi mamá no le gustaba, me decía que eso no era adecuado para una mujer. Mi papá (Jhon Moyota) siempre me respaldó y cuando logré ingresar, todos me apoyaron y hoy están orgullosos de mí.

¿Cómo es un día habitual en la vida militar?

Es levantarse a las 05:30, tender la cama, asearse, desayunar, ir a clases, entrenar, descansar y hacer guardia. Es una rutina a la que ya estoy adaptada.

¿Es complicado apartarse de  las cosas propias de las chicas de su edad, como fiestas y amigos?

Nunca salí mucho a fiestas porque en mi casa siempre me cuidaban; por ese lado no hay problema. Pero sí extraño poder encontrarme con amigos, bailar  y disfrutar de una reunión social. Nada de eso se puede hacer aquí y por eso parece  realmente que es muy aburrida nuestra vida.

¿Esos sacrificios valen la pena?

Son las exigencias que demanda esta carrera, pero tienen sus compensaciones. Estoy aprendiendo muchas cosas y forjándome una carrera futura sin que me cueste nada económicamente. Seré subteniente en dos años más y también licenciada en Ciencias Militares y en Inglés.

¿Se siente diferencia en el trato a los hombres y a las mujeres?

En la enseñanza no, en las actividades deportivas ellos tienen ventaja por el físico, pero donde se ve la diferencia es cuando se gradúan. A las mujeres nunca se les da como arma a escoger la Artillería,  es exclusiva de  hombres.

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