Publicidad
Urrutia: “En el fútbol viví más de lo que soñé y me imaginé”
Ya no es la cancha principal del complejo de Pomasqui el escenario en el que el volante Patricio Urrutia se siente a plenitud.
Ahora, a dos meses de su retiro definitivo del balompié profesional, prefiere salir del gramado y ocupar una banca bajo unos tenues rayos solares y un imponente árbol que da su sombra.
Como siempre, se muestra amable, pero ya no es el próximo rival del campeonato el motivo de la charla, sino evocar con El Telégrafo los momentos vividos en 15 años de trayectoria deportiva.
Luce un tanto nervioso, como si fuera su primera entrevista, pero de inmediato se serena y con la imaginación se traslada a Zapotal (Los Ríos) para recordar su niñez correteando tras el balón.
Desde pequeño fue parte del elenco de fútbol “Ciudad Ventanas”, al que iba después de la escuela. Para hacerlo debía tomar un bus que demoraba en el trayecto entre 15 y 20 minutos y a veces un mayor tiempo en el retorno.
Pero a él eso no le importaba, sino simplemente perfeccionar su técnica del “peloteo”, aunque después debía permanecer hasta la noche cumpliendo sus deberes escolares.
Por eso lo primero que gestionaron sus padres cuando el pequeño “Pato” fue aceptado en las divisiones formativas de Barcelona, en Guayaquil, fue la institución educativa.
“Ellos estaban conscientes de que, si bien el fútbol me encantaba, no podía descuidar mis estudios. Y de eso se encargaron muy bien”, manifiesta entre risas.
Se graduó como bachiller e inició la carrera universitaria en la preparación física, pero solo llegó al primer año, porque de inmediato llegó el debut en primera división y las consecuentes transferencias.
“Al principio quise volver a estudiar, pero fui trasladado al Técnico Universitario (1998) y cuando busqué en la Universidad de Ambato no encontré esa especialidad. Después vinieron los cambios de ciudad y nunca más retomé esa carrera”.
Lo que sí hizo y está a punto de culminar es su formación como entrenador deportivo a larga distancia en Argentina.
Esa precisamente es la opción que más le seduce, una vez retirado de la actividad futbolística, aunque también tiene ofertas para ser mánager deportivo de jugadores de LDU o integrar el Ministerio del Deporte, junto a José Cevallos.
“Creo que más a gusto estaré como formador de jóvenes elementos. Al menos eso es lo que de momento me interesa, después ya veremos qué pasa”.
No haber jugado en Europa fue el único anhelo que el volante de Zapotal no cumplió en su larga trayectoria. Pero no se lamenta, al contrario, con firmeza dice que “vivió más de lo que soñó”.
En su retina están latentes los cuatro títulos nacionales con Liga de Quito, su participación como seleccionado ecuatoriano en el Mundial de Alemania 2006.
Pero sobre todo el título de la Copa Libertadores en 2008 y el vicecampeonato mundial de clubes en Japón el mismo año, temporada que la califica como “excepcional e irrepetible” porque, además, fue el capitán del elenco.
En el mítico estadio de Maracaná levantó el trofeo del certamen continental y luego en Quito volvió a hacerlo al descender del avión.
“Fue realmente muy emocionante ese momento. Inolvidable”.
Las lesiones fueron los instantes más incómodos que vivió. Tres operaciones en la rodilla derecha: menisco interno, externo y luego un quiste meniscal marcaron sus ingresos al quirófano.
De todas salió con éxito, pero la última le impidió actuar al menos una temporada en el balompié brasileño, al que llegó en 2009 para defender la divisa del Fluminense.
Fue su única salida internacional y solo estuvo 6 meses. “Lastimosamente, por problemas médicos, casi no firmo. Por esa razón no pude cumplir como se esperaba”.