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El Telégrafo

Un personaje hecho de mentiras

25 de abril de 2013

A muchos les tiembla la voz, de emoción y respeto cuando mencionan su nombre y lo dicen en voz baja. Entonces recuerdan su cuerpo frágil, descuajaringado, casi a punto de ser arrastrado por el viento para perderse entre las nubes. Así era de santo y generoso.

Mentira. Todo era mentira. Ese personaje era cosa muy distinta y todo el mundo lo conoce como Mahatma Gandhi.  Un baúl lleno de cartas ha puesto al descubierto los secretos del Gandhi endiosado. Aquel hombre de sonrisa fácil y huesuda era muchas cosas: machista, racista, xenófobo y quizás cosas peores.

Aquello de la “resistencia pasiva y sin violencia”, conocida como “Ahimsa”, Gandhi lo aprendió de su esposa, a la que maltrataba y no le permitía salir de casa ni para visitar a sus padres. Al final, Gandhi descubrió que la violencia contra su mujer no era una victoria y él se sentía derrotado. Ese principio, de la resistencia pasiva, fue seguido por millones, sin saber que la mujer que lo inspiró se llamaba Kasturbai.

Tiempo después Gandhi y su esposa Kasturbai pasaron a mejor vida: es decir, se separaron. Gandhi decidió abandonarla, con su pequeño hijo, para vivir un tiempo en Sudáfrica y luego en Londres. Por aquel entonces, Gandhi conoció a Hermann Kallenbach, fisicoculturista alemán al que le decía: “Soy tu esclavo. Has tomado posesión total de mi cuerpo. Prométeme que no mirarás a ninguna mujer con lujuria”. Y con él coincidía en que “lo más sucio es el amor entre un hombre y una mujer”.

La foto de aquel amigo adornaba el lugar más importante de su casa, y no tenía ninguna foto de su exmujer a la que se refería como “la serpiente más venenosa que he conocido”. Y Gandhi, ¿Racista? No puede ser, pero sí. Cuando en Sudáfrica alguna vez fue detenido por la policía, Gandhi protestó colérico. No lo hizo por haber sido detenido, sino por estar en una cárcel en la que había negros. Gandhi dijo: “Puedo entender no estar clasificado con los blancos, pero situarme al mismo nivel que los nativos sudafricanos era demasiado”. Su humanismo era solo para los blancos, a los que les aceptaba su superioridad y les concedía el que no lo aceptaran a él como igual.

Gandhi, ¿guerrerista? No puede ser, pero sí. Nunca perdonó a los británicos que lo hubieran rechazado cuando quiso unirse al ejército inglés para reprimir a distintos grupos zulúes. Pacifista, sí, pero guerrerista contra los negros. Rebelde, sí, pero no contra los ingleses. Con ellos, sí, muy pacifista. Quizás lo más claro de Gandhi lo ha dicho su hijo: “Un hombre del que nadie desearía ser su hijo”.

En ajedrez no hay mentiritas ni farsas. En el mundo del tablero nadie predica poner la mejilla ni sonreírle al enemigo. Acá la guerra es la guerra, la verdad es la verdad.

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