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El Telégrafo
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El estratega alemán dirigirá su segundo mundial

Jürgen Klinsmann le cambia la cara al ‘soccer’ (INFOGRAFÍA)

Foto: Internet
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21 de mayo de 2014 - 00:00 - Redacción Fanático y Agencias

Autoritario pero receptivo, pragmático y organizado, el alemán Jürgen Klinsmann ha logrado imponerle al fútbol de Estados Unidos la impronta de su personalidad, y desde el banquillo es el arma secreta del seleccionado del ‘Tío Sam’ para el Mundial de Brasil 2014.     

Desde su llegada a la Selección estadounidense, en julio de 2011, Klinsmann ha estado en el candelero mediático por su intento de transformar al futbolista estadounidense en una maquinaria eficaz en lo físico y lo táctico, y que no cuestione sus directrices ni planes.    

Poco dado a andar con rodeos, sus primeras palabras marcaron la tónica de su mandato al decir: “Ningún puesto está asegurado”. Sus métodos ‘levantaron ronchas’ en estrellas como Landon Donovan, Michael Bradley -cuyo padre fue sustituido en el cargo por Klinsmann-, Carlos Bocanegra y otros que hasta entonces eran fichas fijas en las formaciones del estratega Bob Bradley.   

El vestuario de los estadounidenses se convirtió en una caldera a punto de explotar, al extremo de que Donovan decidió alejarse del equipo por unos meses, hasta que comprendió que, para regresar y jugar, tenía que ganarse el puesto como cualquier otro mortal.    

Jürgen Klinsmann intenta que los estadounidenses entiendan que el fútbol es un deporte que tiene que ver mucho con la emotividad, los estados de ánimo y la imaginación. Para  Klinsmann, el balompié no es solo táctica y estrategia, como lo es el béisbol, el fútbol americano o el baloncesto, en los que las jugadas son preparadas en cuadernos y pizarras.  

Hoy, Estados Unidos practica un fútbol creativo y agradable, y ello ha ayudado al ‘Kaiser’ Klinsmann a refrescar el ambiente alrededor de sus dirigidos. Y sus números no mienten, en la eliminatoria de la Concacaf para Brasil 2014, clasificó primero con 35 puntos, con 11 partidos ganados, 2 empatados y 3 perdidos.   

Klinsmann es un perfeccionista, y eso lo arrastra desde su juventud en Stuttgart. Su padre Sigfried, dueño de una panadería, lo obligó a sacar un título de maestro panadero, aún cuando ya era jugador profesional de segunda categoría.

Un paso exitoso por la Bundesliga, estrella de varios clubes europeos y campeón del mundo con Alemania en 1990, a Klinsmann lo único que le quedaba por probar era dirigir el seleccionado de su país, y en esa nueva etapa de su carrera perfeccionó el método que ahora aplica en Estados Unidos.

Con paciencia y empeño cambió la mentalidad del fútbol germano, cuando convenció a los tradicionalistas federativos de su país, a los medios y a los propios jugadores, de romper con el fatalismo de que a los alemanes no se les daba el fútbol alegre.

Había que borrar el fútbol de pelotazos y cabezazo al fondo que predominaba a nivel de clubes y el seleccionado mayor, y en cierta forma algo parecido se encontró años después cuando llegó a dirigir a Estados Unidos.

Aunque Alemania solo logró el tercer puesto en su segundo mundial en casa, en 2006, Klinsmann cambió la cara del fútbol germano.

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