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Simiatug, el pueblo fantasma que cobra vida una vez a la semana

Está  poblado en un 99% por indígenas que viven en el pueblo y en 42 comunidades repartidas en un área muy extensa.
Está poblado en un 99% por indígenas que viven en el pueblo y en 42 comunidades repartidas en un área muy extensa.
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La provincia de Bolívar, ubicada en pleno centro del Ecuador, es la más pequeña del país, pero, a la vez, una de las más interesantes y productivas. Con una extensión de 3.254 km², esta localidad alberga grandes parcelas cultivadas con papa, zanahoria, maíz, fréjol y frutas andinas y tropicales.

La siembra de estos productos sin duda es la actividad económica predominante, seguida por la cría, reproducción y comercialización de animales menores y de corral, como vacas, ovejas, conejos, gallinas, cuyes, patos, etc.

En Guaranda, la capital provincial, existen pueblitos donde el tiempo parece haberse detenido. San Simón, Salinas, Facundo Vela, Julio Moreno y Simiatug son algunas de las parroquias que conforman esta urbe y donde se conservan ‘intactas’ tradiciones, edificaciones, fiestas y sistemas de adquisición de productos de siglos pasados.

En esta última, además de lo antes mencionado cada semana ocurre algo muy intrigante y a la vez favorecedor para el turismo de descanso, antropólogos, sociólogos y aficionados a la fotografía. Quien llega por primera vez a este pequeño asentamiento típico de la cordillera de los Andes, seguro piensa que  es un pueblo fantasma, pues el 85% de la semana sus calles, plazas, parques y viviendas lucen casi vacías.

Los únicos que corretean, juegan y dan vida a las estrechas y pedregosas callecitas, la semana entera, excepto el miércoles, son los niños del pueblo. Esto porque aquel día se realiza la feria mayor del lugar. Allí tiene lugar la compra y venta de granos, verduras, frutas y animales, más grande de Bolívar y una de las más importantes de la región.

Este acontecimiento, que se replica en muy pocas localidades de la Sierra centro,  desborda de color, bullicio, ajetreo y comercio esta pequeña, fría y admirada villa andina.

Simiatug es una de las 9 parroquias del cantón Guaranda. Tiene una superficie de 410 km² y 12 mil habitantes, de los cuales el 99% es indígena y habla kichwa. El pueblo tiene un centro poblado, donde se encuentran la iglesia, la plaza principal, la junta parroquial, y 38 comunidades repartidas en un territorio muy extenso: desde páramos a 4.300 m de altura hasta valles productivos a una altitud de 1.800 m.

De ahí que Simiatug presenta una inmensa variedad de microclimas, pasando por bosques andinos y primarios hasta condiciones climáticas subtropicales. En esta variedad de territorios existen paisajes únicos, además de una gran variedad de flora y fauna.

El pueblito se encuentra a espaldas del ‘taita Chimborazo’, a unos 20 km en línea recta.

Este nevado es considerado el ‘padre’ de la comunidad y, según los ancianos del pueblo, es el que envía las heladas y tormentas de granizo,  que queman en un ‘abrir y cerrar de ojos’ los sembríos, cuando sus habitantes se olvidan de él.

“La mayor parte de la población de Simiatug es católica. “Sin embargo guarda muchas creencias animistas de los ancestros. Una de ellas considera al Chimborazo el dador de la vida, por ello cada año, entre abril y mayo, ofrecemos ofrendas frutales y florales a esta montaña, que además representa la fuerza, poder y es la figura masculina de la Pachamama”, dijo Marcelo Silva, habitante de Simiatug.

El anciano, de 95 años y persona más antigua del lugar, explicó además que dichas dádivas son llevadas por una comisión de personas mayores del pueblo, ataviadas con los trajes de las etnias quichuas que representan, a los pies del nevado, donde también elevan plegarias en su lengua natal y en español.

El nombre del pueblo fue acuñado antes de la llegada de los colonos españoles. Pese a que no hay una teoría oficial sobre esto, se cree que fue impuesto debido a la presencia de lobos y otros mamíferos caninos en la zona.

“Nuestros abuelos nos contaban que en siglos pasados en este sector, de clima frío y con gran presencia de aves menores, como tórtolas, pájaro cebadero, palomino y otras; habían muchas madrigueras de lobos pequeños, denominados ‘lomo plateado’ y zorros colorados. Estos evitaban que estas aves devoren las plantaciones de cereales y granos andinos, por lo que en su honor se nombró al pueblo Simiatug, palabra que proviene de los vocablos kichwa simi y atuq, que en español significan “boca” y “lobo”, respectivamente”, explicó Ernestina Saltos, anciana del pueblo.

La presencia de estos mamíferos todavía se nota en Simiatug, aunque no como en inicios de siglo. El elegante vuelo de aves andinas, entre ellas el curiquingue, y los correteos de lobos ‘lomo plateado’ en las praderas cercanas constituyen un atractivo para profesionales y aficionados de la  fotógrafa, quienes acuden al lugar entre febrero y mayo, fecha de mayor presencia de estos animales.

Otro de los atractivos que existen en este pueblito bolivarense son los  miradores. Varios cerros rodean el centro poblado y desde allí se puede apreciar las estribaciones de la cordillera de Los Andes, el nevado Chimborazo y otras elevaciones.

“Muchos de los visitantes de Simiatug son extranjeros. Ellos acuden a nuestra tierra para poder observar los hábitos alimenticios, reproductivos y sociales de aves y cánidos de las montañas. En su mayoría, estadounidenses e italianos vienen con excelentes sistemas fotográficos para captar además las espectaculares noches estrelladas que se pueden divisar desde el sector, debido a la usencia de contaminación lumínica”, señaló Mariano Sánchez, fotógrafo ambateño y visitante recurrente de Simiatug.

Los lunes, martes, jueves y los fines de semana; el centro del pueblito permanece desolado. Salvo un par de turistas, quienes captan en interesantes gráficas la arquitectura antigua contrastada con la salida y puesta de sol. Vicente Noboa, antropólogo ambateño, explica las razones que provocan la soledad de Simiatug durante 6 días de la semana. “En realidad existen 12 mil habitantes en esta parroquia, pero están ocultos por una sencilla razón: la población en edad económicamente activa, que representa el 80%, madruga a sus cultivos en las zonas altas.

 En las pocas viviendas del centro poblado solo quedan los hijos que estudian en escuelas cercanas.

Los pocos niños y jóvenes que quedan en el lugar salen entre las 08:00 y 09:30 a las calles a fin de calentarse con los primeros rayos del sol y con la práctica deportiva.

El almuerzo se lo preparan ellos, hacen sus tareas escolares en la tarde y a partir de las 17:30 esperan la llegada de sus padres y hermanos mayores.

Tras una semana de labores agrícolas, los comuneros esperan con ansias el miércoles, día en que se realiza una de las mayores ferias de verduras, frutas andinas, hortalizas, animales menores, artesanías, prendas de vestir y herramientas agrícolas, y otras mercancías, más grandes de Bolívar.

Fina Godoy, presidenta de la Asociación Siembra Andina, encargada de la venta y compra de hortalizas, destaca la importancia de este evento comercial.

La feria de San Simón y esta son muy conocidas en la región y hasta en provincias del Litoral. Desde Guayas, Manabí, Tungurahua y Chimborazo, llega gran cantidad de compradores, muchos de ellos dueños de comedores quienes adquieren productos libres de químicos, acompañados de vendedores de zapatos, ollas, ropa, ponchos y otros textiles.

La comercialización inicia en el centro del poblado a las 05:00, hora en la que además se expende en las calles platos típicos de Bolívar, como chigüiles, tamales y hornado.

Pese a que la vialidad aún es un tema pendiente en este pueblito, los lugareños se han acostumbrado a tomar largas caminatas para acceder al servicio de transporte que les lleva a Guaranda, ubicada a unos 42 kilómetros.

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