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Monógamos, ¿desde cuándo?

El término poliamor no se aplica a las meras relaciones sexuales sin compromiso, amoríos u otras formas de relacionarse.
El término poliamor no se aplica a las meras relaciones sexuales sin compromiso, amoríos u otras formas de relacionarse.
13 de febrero de 2016 - 00:00 - Andrea Rodríguez Burbano

En el mundo de los mamíferos y, en especial, en el de los primates, la monogamia no era una práctica habitual. Hay evidencias de que todos los simios africanos eran polígamos y vivían en grupos y es probable que el ancestro común de los homínidos, es decir, los primates que eran similares a los humanos modernos, también fuera polígamo.

Además, se ha demostrado que alrededor del 5% de las especies es monógama, y los primates lamentablemente no forman parte de este grupo.

El debate generado en torno a este tema no se ha zanjado, por el contrario, cada vez se aviva más ante las nuevas evidencias aportadas por los científicos. Tim Clutton-Brock, profesor de la Universidad de Cambridge, explicó para un diario londinense que el paso hacia la monogamia en los humanos quizás se debió a la necesidad de extender los cuidados parentales de ambos progenitores para garantizar la supervivencia de su descendencia. De alguna manera, la selección natural favorece la formación de parejas, porque los cuidados que pueden proporcionar los 2 progenitores incrementan el bienestar de su prole.

La monogamia, según Clutton-Brock, podría haber evolucionado en los primates debido a la amenaza del infanticidio por parte de otros machos. Además, el vivir en pareja habría facilitado también conservar a su compañera. Hoy, todavía existen muchas sociedades que se plantean si el ser humano debería tener una sola pareja o si debería aceptar que puedan ser varias.

De acuerdo con el científico Christopher Ryan, la monogamia es antinatural.

“Antes de ser sedentarios la reproducción no se limitaba a una sola pareja, pues entre más parejas tuvieran las hembras había mayores posibilidades de tener hijos”.

Una de las obras de Ryan titulada En el principio era el sexo, que se convirtió en un best seller, advierte que “los seres humanos vivíamos en grupos igualitaristas de nómadas donde se compartía todo, desde la comida y el cuidado de los niños, hasta las parejas sexuales. Pero llegó la agricultura, que trajo consigo la propiedad privada y la monogamia, y se acabó el ‘paraíso”.

Christopher Ryan precisa que la monogamia es como ser vegetariano y que, de hecho, su libro no es una crítica a la monogamia. “Es el ser humano quien decide ser vegetariano y puede ser una decisión sana, inteligente y ética. Pero ser vegetariano no cambia, de ningún modo, el hecho de que por naturaleza eres omnívoro”.

Aunque Ryan aclara que su intención no es hacer una apología del sexo libre, cree que es importante saber quiénes somos.

En el siglo XXI, hay relaciones que podrían considerarse poligámicas, como el poliamor, pero hay quienes descartan que estas formas de establecer relaciones sean equiparables.

El poliamor es catalogado como una nueva forma de amar con unas reglas del juego claras.

La persona que se considera a sí misma emocionalmente capaz de tales relaciones se define como poliamorosa, también llamada poli. Quienes defienden esta forma de relacionarse con los otros, están convencidos de que el amor no es exclusivo de una sola pareja.

La libertad es su máximo principio. Son relaciones que se pueden mantener mientras cada uno está en su sitio sin exigencias.

Para describir las distintas formas de relacionarse, han surgido diferentes términos, entre los cuales está el poliamor jerárquico, no jerárquico y la anarquía relacional. Este último fue propuesto, por primera vez, en 2006, por la activista y productora de videojuegos sueca Andie Nordgren.

Para una anarquista relacional, tanto sus relaciones convencionales como sus relaciones íntimas y más intensas no van a reducirse a las categorías de “pareja romántica”, “sexual” o “romántico-sexual”.

En ningún caso, establece una diferencia jerárquica entre alguien con quien se relaciona de manera romántica de alguien con quien se relaciona de manera no romántica. “No existe un número finito de posibilidades de relación dentro de una red anarcorrelacional, y de hecho, eso es lo que configura su núcleo, el que no importe cómo conformas tu relación”, subrayan en The Thinking Asexual.

La psicóloga Dubrazca López, venezolana radicada en Ecuador, explica que a medida que transcurre el tiempo, las formas de relacionarse mutan y se dan nuevas maneras de vincularse. “Lo que ahora se denominan personas poliamorosas, antes se llamaban promiscuos y es básicamente lo mismo, porque no te vinculas íntimamente con alguien, pero puedes tener múltiples parejas sexuales”.

Según la especialista del Centro psicoterapéutico Ansuz, las nuevas formas de relacionarse tienen que ver con el significado que los seres humanos le dan a la intimidad.

“Mientras para muchas personas el sexo es importante y genera vínculos, para otras no representa nada e incluso lo pueden hacer con varias personas sin complicarse demasiado”.

El asunto es que —precisa López— es difícil no involucrarse con quien mantenemos una relación íntima. “La sexualidad tiene un componente de intimidad y cuando las personas se involucran en este acto son vulnerables, aunque no lo admitan. Por eso, cuando aseguran que no sienten nada y que no se vinculan, es complicado creerlo”.

Amar a varias personas a la vez, como pareja, es una realidad en países como Estados Unidos. En 1996, surgió en Washington la Polyamory Society que apoya, defiende y promueve la institución social del poliamor. En su web se ofrece hasta un acuerdo de relación y un contrato de convivencia.

Al parecer, el término poliamor no se aplica a las meras relaciones sexuales sin compromiso, amoríos, u otras definiciones populares de intercambio de pareja. Quienes se involucran con más de una persona (poliamorosos) defienden que el amor no es exclusivo de una sola pareja. Aseguran que son relaciones que se pueden mantener mientras cada uno está en su sitio sin exigencias ni reproches.

Santiago Burneo, biólogo ecuatoriano y catedrático de la Pontificia Universidad Católica, indica que entre los animales existen muchas formas de relacionarse con fines reproductivos y esto va desde la monogamia estricta hasta relaciones promiscuas.

En el caso de algunas especies de aves, tanto la hembra como el macho se mantienen juntas hasta que los polluelos se han criado y después buscan una nueva pareja. Los pájaros, en cambio, son monógamos, aunque mucho menos de lo que se pensaba hasta hace poco tiempo.

Tanto los pájaros como los humanos practican la monogamia social y la inversión parental, pero ambos son no monógamos desde la óptica puramente sexual.

En el otro extremo, están las relaciones de total promiscuidad que no tienen fines reproductivos. “El macho puede montar a la hembra solo para que esté claro que él es el líder del grupo”.

Burneo precisa que la lealtad se da, sobre todo, en loros, guacamayos y en algunos tipos de primates.

“El primate más parecido a los humanos, el chimpancé, es promiscuo. Este no tiene un sistema monógamo”. La monogamia, en realidad, es una cuestión social y explica que cuando el ser humano desarrolló la inteligencia, dejó de seguir solo su instinto, se volvió monógamo, pero la evolución social tomó varias vías. “Uno no puede afirmar que los árabes actúan mal, porque tienen un harén ni tampoco criticar a los menonitas, porque son completamente monógamos y únicamente mantienen relaciones sexuales con fines reproductivos”, indica el biólogo ecuatoriano.

La monogamia es una institución de éxito porque concedería importantes ventajas sociales a los grupos que la practican

Estas ventajas descansan, como lo señala el estudio Philosophical transactions, (transacciones psicológicas) de los autores Henrich, Boyd y Richerson, en fundamentos biológicos pero, sobre todo, consisten en normas específicamente culturales que determinan cómo funcionan los sistemas de matrimonio.

Estas normas no son, desde luego, independientes de la biología y la neurofisiología humana: cumplir normas sociales, así como castigar a quienes las violan son conductas que activan el sistema de recompensa del cerebro. Si bien estas normas no siempre se cumplen, como muestra claramente la ubicuidad de patrones de infidelidad, tampoco puede negarse que tienen una influencia en la conducta de las personas.

Vínculos

¿La monogamia fue impulsada por la religión?

Los científicos coinciden al señalar que, según Boyd, la religión (el cristianismo en particular, aunque el Islam también, posee normas que inhiben la poligamia) habría podido jugar un papel importante en la evolución de las normas monógamas. Según el estudio Philosophical transactions (transacciones psicológicas), “al imprimir una sanción sobrenatural en el matrimonio, las normas religiosas habrían podido servir como contrapeso decisivo a los poderosos incentivos de los hombres políticamente poderosos interesados en mantener las normas polígamas. Además, las normas monógamas también habrían desempeñado un papel importante en el desarrollo político de la democracia”.

Relaciones

La monogamia también tiene un efecto positivo en la reducción de los conflictos domésticos. Por el contrario, la poligamia fomenta la competencia entre esposas e incide en el incremento de la diferencia de edad entre los esposos.

El matrimonio monógamo permite la inversión parental, porque favorece la inversión en los hijos.

Casarse por amor es un concepto relativamente nuevo. A partir de la Ilustración (el movimiento cultural de los siglos XVIII y XIX, cuando la búsqueda de la felicidad se convirtió en un deseo legítimo), casarse por amor se convirtió en una aspiración del mundo occidental.

Durante gran parte de la historia de la humanidad, el matrimonio era principalmente una transacción socioeconómica.

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