Publicidad

Ecuador, 16 de Agosto de 2025
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
+593 98 777 7778
El Telégrafo
Ecuado TV
Pública FM
Ecuado TV
Pública FM

Publicidad

Comparte

Los iniciados que merecen historia

-

En 1941 un centenar de jóvenes tungurahuenses cumplieron una honrosa hazaña. Una gesta patriótica, casi olvidada en la historia ecuatoriana, revive en la memoria de uno de los combatientes del suceso que evitó el avance de Perú a tierras que hoy son fuente nacional de producción petrolera.

Fue en plena Segunda Guerra Mundial cuando acaeció otro conflicto internacional: Perú y Ecuador disputaban nuevamente el territorio amazónico. El ejército peruano ocupó varias zonas limítrofes con Ecuador, en especial en la provincia de El Oro y su pretensión era continuar por el Oriente nacional.

La milicia de Ecuador no era la que es hoy. La relación de fuerzas, según el historiador Enrique Ayala, era de un soldado ecuatoriano por ocho peruanos, y a eso se sumó la decisión del presidente de aquel entonces, Carlos Arroyo del Río, de armar a los carabineros de policía y no al ejército para así conservar el poder y reprimir el descontento social interno que se vivía en ese momento.

Ante la situación, urgía el reclutamiento de más soldados, por lo que un grupo de novatos que cumplía apenas 6 meses de conscripción en Ambato, fue llevado a Quito.

En ese grupo estuvo un joven de ojos verdes, tez blanca y cabello rubio. Aquel conscripto, compañero de decenas de soldados de Tungurahua, era Julio Villacreses Villacís, que hoy tiene 95 años. El gentil y lúcido caballero que enviudó en este año cuenta lo que le significó la guerra mientras trabaja en su taller de mecánica, situado en la calle Olmedo.

“Éramos neófitos. Escuchábamos a nuestros superiores referirse a nosotros como una ‘fracción de sacrificio’, un grupo cuya misión era exclusivamente vigilar el territorio de Loreto, Concepción y Archidona, así que nos enviaron a los 100 tungurahuenses a esa zona en la que era incierto establecer hasta dónde habían avanzado los peruanos”, explica Julio.

Los valientes recibieron la presea Cruz de Guerra por proteger la provincia de Napo y a los poblados de Loreto, Concepción y Archidona.

La travesía entera se cumplió a pie, a los pocos días, uno a uno se quedaron sin zapatos, mas su expectativa y deseo de defender a su Patria reanimaba continuamente a los jóvenes. En Archidona los recibieron cariñosamente por los lugareños, pero el resto de poblados ya habían sido abandonados ante el temor a la guerra, los nativos se internaron en la selva y los mestizos partieron a otras provincias.

Aquel ejército de 100 hombres tungurahuenses y 20 soldados antiguos avanzó hasta la provincia de Napo, pese a las advertencias de sus compañeros del derrotado Batallón Oriente. Fue así que se ganaron el nombre de la Fracción de Conscriptos Nororiental, la única que se instaló el 2 de septiembre de 1941 en el sector y evitó el avance de los militares peruanos a la zona de Rocafuerte.

Para llegar a Loreto, consiguieron canoas y navegaron por el río Napo para profundizar su estancia en la selva, así lo cuenta Julio, quien fue un destacado funcionario por más de 50 años en el Banco Nacional de Fomento en su ciudad.

“En el camino nos encontramos con los hombres del batallón 16 Oriente, que fueron derrotados en Rocafuerte y todos nos decían: ‘¡Guambras de gana van a morir, regresen con nosotros!’ Pero no hicimos caso, quizá la juventud nos hizo obviar la muerte y decidimos continuar hasta el sitio de posición definitiva”, cuenta Julio.

Su ritmo de voz se desnivela cuando señala que tras un mes de caminata y permanencia en la selva, comenzó otro vía crucis, el de la supervivencia, sin alimentos, medicinas, contadas armas, pocas municiones y protección contra insectos y serpientes.

En medio de las condiciones agrestes de la Amazonía, la centena de soldados debió ingeniarse para sobrevivir. Las raciones que llevaron al salir de Quito eran tan solo para 30 días, así que recorrieron las tierras cultivadas abandonadas, para cosechar lo que se había sembrado antes de comenzar el conflicto. Los soldados no tenían descanso, mientras unos buscaban sembríos de los ribereños para cosechar, otros cocinaban, salían de cacería o de pesca, y en una hacienda abandonada usaban un trapiche manual para obtener jugo de caña.

“Nunca estuvimos inmóviles, a diario abríamos caminos, trincheras, a veces con menos manos para trabajar, puesto que muchos enfermaban y debían al menos descansar. No teníamos medicinas”, relata el nonagenario padre de 3 hijos, uno de los cuales es mecánico y lo ayuda en el taller.

Esa hacienda abandonada pertenecía a una familia de apellido Ron y estaba ubicada en el sector de La Providencia; allí los jóvenes al mando de sus jefes organizaban las patrullas a fin de identificar qué sitios estaban tomados por la milicia peruana. Desde un gran árbol, los soldados divisaban el movimiento de las huestes del sur.

Reconocer árboles muy altos de donde se podía mirar el panorama más ampliamente y navegar con éxito en las aguas de los ríos que componen la Amazonía, fue clave para el reducido ejército de soldados serranos, lo lograron gracias a la ayuda de un nativo llamado Pulupa Suña, que se sumó a la defensa del territorio ecuatoriano.

Uno de esos días, tras patrullar la zona, los soldados capturaron a 2 hombres que vestían como civiles y argumentaron que navegaban por el Napo porque eran comerciantes, pero luego de ser interrogados, fueron descubiertos, eran un soldado de línea y un sargento, ambos hermanos del ejército peruano.

Su apellido era Bosmediano y su misión era determinar cuántos uniformados ecuatorianos estaban en la zona, qué armas portaban y en qué condiciones se hallaba el área. Tras las declaraciones de los 2 espías, llegó la decisión más triste que recuerda Julio Villacreses: “Nos ordenaron fusilarlos a las 10 de la noche, nadie de nosotros quería hacerlo, no era nuestra voluntad, pero era una orden. Eso es algo que le destroza a uno. El menor de los detenidos, lloraba mientras recordaba a su madre. Es terrible”, detalla Julio, que trata de reponer el diálogo y secar sus lágrimas con el nítido pañuelo blanco que saca del bolsillo de su pantalón.

Tras esa dura experiencia, los jóvenes continuaron el camino con el objeto de tomar más sitios de vigilancia, los jefes del grupo lograron ubicar las posiciones peruanas. La resistencia de los jóvenes tungurahuenses ocasionó el retroceso de sus enemigos, conservaron los sitios de control en la Amazonía y no sufrieron bajas, al menos no en el combate.

El propósito de los jóvenes se cumplió. Cuidaron la Amazonía ecuatoriana y consecuentemente los recursos que 30 años más tarde, cambiarían la economía nacional drásticamente, pues ahí se hizo la extracción petrolera.

Este valiente grupo juvenil de la Fracción de Conscriptos Nororiental se mantuvo hasta marzo de 1942, es decir 2 meses después de la firma del protocolo de Río de Janeiro, la cual Julio tacha como injusta.

Cuando ya fueron relevados, empezaron el retorno a Quito, lo hicieron a pie y sin zapatos.

Muchos de los 100 jóvenes tungurahuenses murieron en la hazaña.

Publicidad Externa

Ecuador TV

En vivo

El Telégrafo

Noticias relacionadas

Pública FM

Social media