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Los endulzantes artificiales no son inofensivos

Los endulzantes artificiales no son inofensivos
03 de octubre de 2016 - 00:00 - Redacción de7en7

Considerada la droga del siglo XXI, el azúcar es necesaria para el organismo humano. El problema, es que los paladares se acostumbraron a sabores cada vez más dulces. Para evitar el consumo de este producto, hay personas que optan por los  endulzantes artificiales que fueron concebidos en el mundo de los productos de dieta como la panacea misma.

Un trabajo desarrollado en la Universidad estadounidense de Purdue y que fue publicado por la revista Trends in Endocrinology and Metabolism asegura que no sólo los edulcorantes artificiales no son un buen sustituto del azúcar blanco refinado, sino que hasta incluso podrían llegar a ser tan perjudiciales como la materia prima base de la dulzura.

Al parecer, todo viene de la mano de una relación que se da en el cerebro humano: estos productos que reciben su dosis —bastante exagerada—de edulcorantes, no encuentran una respuesta satisfactoria en el sistema nervioso central, porque  no satisfacen el deseo de comer algo dulce.

Además, por más de que no tengan azúcar, no dejan de ser asociados como precursores del sobrepeso, la obesidad, la diabetes de tipo 2 y el síndrome metabólico, así como también las enfermedades cardiovasculares.

Estos productos, sin embargo, alteran la composición y el funcionamiento del microbioma, la inmensa y poco conocida población de microbios que vive en nuestro interior y cuyo papel en nuestra fisiología se salió a la luz recientemente. Se sabe que la sacarina y otros edulcorantes artificiales modifican la flora intestinal de un modo que facilita el aumento de peso, dificulta el control del nivel de azúcar en la sangre y aumenta el riesgo de diabetes tipo 2.

 Esta es la conclusión de una investigación del Instituto Weizmann de Rehovot, en Israel, que se presenta en la revista Nature y que obligará a reconsiderar el uso masivo de edulcorantes artificiales en la industria alimentaria.

“Nuestros resultados indican que los edulcorantes artificiales inducen los mismos problemas que pretenden prevenir”, ha declarado Eran Elinav, codirector de la investigación y añade que estos resultados “no son la última palabra” sobre la cuestión, sino la primera, por lo que “sería prematuro hacer recomendaciones generales sobre el consumo de edulcorantes”.

A diferencia del azúcar, los edulcorantes artificiales suelen pasar por el aparato digestivo sin ser digeridos. Por esta razón, no aportan calorías, pero por esta misma razón llegan intactos hasta la flora intestinal las bacterias que pueblan el intestino grueso.

Entre los endulzantes más conocidos está la sacarina, el primer edulcorante obtenido de manera sintética hace más de 100 años.

 En 1981 comenzó a formar parte de las sustancias cancerígenas establecidas por los organismos investigadores de Estados Unidos. En 1999, las autoridades estadounidenses, tras varios estudios, la incorporaron nuevamente para el consumo.

También está la sucralosa y la stevia, endulzantes de última generación, que tienen un sabor y composición mejorada. Las ventajas de la sucralosa y de la stevia es que se pueden cocinar. Además, la stevia es el edulcorante más defendido y recomendado por ser el más natural y libre de aditivos.

Según un artículo de la BBC, en Paraguay y Brasil la stevia se ha usado en medicina durante siglos, y en Japón se ha vendido como endulzante por más de cuatro décadas, no tiene calorías y endulza 300 veces más que el azúcar. Es original de áreas subtropicales de América Latina y su componente endulzante, el glucósido de esteviol, se extrae de sus hojas poniéndolas a remojo en agua. Fue aprobada como aditivo alimenticio en 2008 en Estados Unidos y en 2011 en Europa.

Los especialistas aclaran que lo importante está en el equilibrio y en consumir dosis bajas de edulcorantes autorizados. Por supuesto, las opciones naturales son las mejores. Por otro lado, algunos recomiendan eliminar, de forma paulatina, los endulzantes de las comidas, para reeducar al paladar.

Según la revista Nature, los edulcorantes artificiales fueron introducidos en nuestra dieta con la intención de reducir la ingesta de calorías y normalizar los niveles de glucosa en la sangre sin que el sabor ‘dulce’ se viera comprometido”, escriben los científicos en su artículo: “nuestros resultados sugieren que los edulcorantes artificiales quizás contribuyen de manera directa a la epidemia contra la que en teoría deberían lidiar”.

Los edulcorantes artificiales suelen ser subproductos químicos de algún aminoácido, cuya particularidad es ser mucho más endulzantes que el azucar (la sacarina tiene 300 veces más poder endulzante y la sucralosa 600) por lo que es necesaria una ínfima cantidad de edulcorante para endulzar una comida, y con ello, existe una reducción calórica y de azúcar que podría ser una ventaja para tener un peso saludable y para los niveles de glucosa en sangre de los diabéticos y del resto de la población.

Por el momento, la stevia es la gran favorita de los defensores de la alimentación natural. Mauro Fisberg, médico especialista en nutrición y director de Global Stevia Institute, describe que “no está procesada ni tiene aditivos; solo pasa por una etapa de filtrado o purificación de los derivados de la hoja de la stevia o rebaudiana”.

Afirma que su consumo se está popularizando cada vez más, a la par de otros endulzantes naturales. De acuerdo al artículo de la BBC, en 2010 la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria concluyó que los glucósidos de esteviol son seguros: no causan cáncer, no son tóxicos y son seguros también para niños y mujeres embarazadas.

El Instituto Nacional de Cáncer de Estados Unidos realizó investigaciones de carcinogenia (estudios que examinan si una sustancia puede o no causar cáncer) de edulcorantes, los resultados no proporcionaron una evidencia clara que indique una relación con el cáncer en los seres humanos. Interrogantes sobre una posible relación aparecieron cuando se comprobó que el uso de ciclamato en combinación con la sacarina causó cáncer de vejiga en animales de laboratorio.

La elección del edulcorante dependerá también del uso que se le dé. El aspartame, por ejemplo, no puede ir al horno ni calentarse, porque sus beneficios originales se alteran. Sí se pueden calentar alimentos con sucralosa o stevia.

A la hora de aconsejar, los especialistas prefieren siempre por lo natural, porque los edulcorantes artificiales “engañan” al organismo: “confunden al cuerpo, que no puede identificarlos. El páncreas secreta insulina porque percibe algo dulce, pero como no encuentra azúcar, lo saca de la sangre. Cuando lo hace, nos sentimos flojos, con hipoglucemia, entonces queremos comer más. Esto no pasa con alternativas naturales”.

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