Ecuador, 18 de Abril de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Con-Sentido

Faldas cortas o largas ¿el colegio decide cómo llevarlas?

En las religiones ha sido habitual, desde los comienzos de la historia, el uso de uniformes. Otros ejemplos tempranos son los trajes de ejército.
En las religiones ha sido habitual, desde los comienzos de la historia, el uso de uniformes. Otros ejemplos tempranos son los trajes de ejército.
20 de febrero de 2016 - 00:00 - Andrea Rodríguez Burbano

Ninguna falda puede ir más allá de 2 dedos sobre la rodilla. A Ana Maldonado, estudiante de un colegio religioso del país, su profesora le llamó la atención cuando notó que llevaba la falda del uniforme más corta de lo permitido.

El descuido le costó un llamado de atención. Ese mismo día, su madre le bajó el dobladillo y midió el largo de la falda para que en los años siguientes, si compraba otra falda, esta mantuviera la misma longitud.

“En mi colegio nos pidieron que nos hincáramos para ver hasta dónde llegaba la falda. Las profesoras nos explicaron que así podían saber qué faldas estaban más cortas”. Su traje es clásico: saco azul oscuro y falda a cuadros que combina el azul con el beige.

En el establecimiento educativo donde estudia esta joven está prohibido ‘tunear’ el uniforme; todas deben llevarlo igual. El objetivo es que ninguna joven se vea diferente del resto; es un colegio solo de mujeres.

Aunque el uniforme escolar supone un posible ahorro económico para las familias y, al mismo tiempo, elimina las posibles desigualdades socioeconómicas, también contribuye a una paulatina pérdida de individualidad, además, es sexista: los hombres con pantalón y las mujeres con falda.

Elizabeth Castro, madre de familia, considera que el uso del uniforme no tendría que ser obligatorio. “Debería ser una medida voluntaria de las familias. Me parece que lo mejor sería poder decidir cómo asisten a clase nuestros hijos y evitar la imposición de una vestimenta”.

Durante mucho tiempo se creyó que los uniformes escolares ayudaban a mantener la disciplina, porque, al parecer, a través del uso de estas prendas los estudiantes pueden acatar mejor las reglas establecidas.

Quienes están a favor de su uso indican que el uniforme evita que ciertos alumnos se burlen de sus compañeros por vestir prendas que no son de ‘marca’ o que no están de moda. Para aquellos jóvenes que no pueden comprar este tipo de ropa, esto puede suponer un punto de diferenciación frente a sus compañeros y conducirlos al acoso y estrés emocional.

¿Muy cortas o muy largas?

En julio del año pasado, Rowena Blencowe, directora del Trentham High School, en el Reino Unido, prohibió a sus alumnas llevar falda a la escuela porque, según ella, mostraban mucha pierna y eso “distraía a los varones”.

No conforme con su decisión, la misma directora estuvo nuevamente en la mira después de expulsar a 10 adolescentes que usaban pantalones “demasiado ajustados”. Esta decisión generó diversas reacciones y una de las chicas afectadas, Harriet Dale, de 15 años, comentó: “yo estaba con una chica que tenía exactamente el mismo par de pantalones, pero, porque tengo las piernas ligeramente más grandes que ella, me dijeron que mis pantalones son demasiado apretados y que debía ir a casa a cambiarlos”.

Esta joven relató que primero les “prohibieron usar faldas solo porque los profesores y compañeros miran demasiado nuestras piernas, ahora únicamente podemos traer pantalones después de haber sido inspeccionadas. No soy la única en este lugar que se siente acosada”.

Desde el año pasado, en Puerto Rico, los estudiantes de escuelas públicas tienen la oportunidad de decidir si quieren asistir a clases usando pantalón o falda, independientemente de su género. Ningún estudiante podrá ser sancionado por dejar de utilizar una pieza particular de ropa con la que no se sienta cómodo o cómoda.

Esta iniciativa incluso impide a las autoridades educativas sancionar a cualquier alumno con orientación sexual distinta que opte por usar un uniforme que, de acuerdo con los roles estereotipados, no corresponda a su género. Esta norma aplica también para los alumnos gais, lesbianas o transexuales. De esta manera, los maestros ya no podrán ‘disciplinar’ a los estudiantes que prefieran usar falda en lugar de pantalón o viceversa.

Alejandra Delgado, socióloga y catedrática de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, considera que el uniforme —no importa si es el que se usa para ir a la escuela o a la oficina— constituye un dispositivo para disciplinar a las personas. “Esta vestimenta en el ámbito educativo puede constituir ese apoyo al proceso de formación, a través del cual los niños y jóvenes aprenden a comportarse”. De hecho, el uso de la falda o el pantalón en el uniforme exigen una postura corporal diferente.

“El uniforme está articulado a una expectativa de la sociedad sobre las personas que lo portan”. En definitiva, el objetivo es que los cuerpos se ubiquen en el espacio social de la manera en que son requeridos, pero ¿qué es lo que las instituciones educativas demandan a sus estudiantes cuando les imponen el uso de un uniforme? De algún modo, se exige que los estudiantes se comporten de la manera más ‘correcta’ cuando los portan.

Según Delgado, no es posible determinar cuándo una falda es demasiado larga o cuándo es muy corta. “Todo tiene que ver con las expectativas sociales. Me parece que hay muchas personas que todavía tienen anclado ese ideal que proyecta el uniforme. La falda no es muy larga ni corta en abstracto. Todo depende de la valoración que se dé”.

Como señala la socióloga, el problema no es el alto de la falda en sí mismo, es el mensaje que podría transmitir. “Ocurre algo similar cuando controlamos la vestimenta de nuestros hijos: buscamos disciplinarlos en el momento en que no aprobamos el uso de una prenda determinada, por ejemplo”. Se ha comprobado que el uso de este traje produce ciertos comportamientos en aquel que lo viste y en aquellos que lo ven. En algunos casos, puede producir rechazo, admiración, disciplina, y seguridad.

Estas prendas, según los sociólogos, esconden un simbolismo que los seres humanos descodifican con suma facilidad. Si pronunciamos la palabra uniformes, hablamos de una presentación social del cuerpo. Un estudio desarrollado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en España muestra que la lógica social exige conocer en todo momento quiénes somos dentro de la comunidad. Y estos atuendos sirven para eso, para mostrar los parámetros de identidad, de orden social y de necesidad de intercambio.

Esta prenda produce varios efectos, entre los cuales se destacan la desindividualización, el orden y la jerarquía. “Quien viste un uniforme deja de ser individuo y se convierte en grupo. Este ayuda a codificar y a diferenciar a distintos colectivos de un vistazo, pero la diferenciación nunca es neutra, siempre supone la expresión de la relación de poder, estatus o prestigio”, señala una investigación desarrollada por el Departamento de Psicología Social de la Universidad de Valencia.

Aunque es difícil aceptarlo, no siempre provoca la misma impresión pasear por la calle con el uniforme de un negocio de hamburguesas que con el de un colegio de elite, por ejemplo.

En Ecuador hay algunas instituciones educativas donde los alumnos no usan uniforme. Uno de ellos es el colegio La Condamine.

La ecuatoriana Natalia Sierra, socióloga, dice que los uniformes tienden a homogenizar y, en esa medida, se pierde la singularidad. “Cada uniforme responde a una concepción de educación. El uniforme corresponde a la educación napoleónica que fue muy cuestionada, porque busca generar sujetos dóciles y aptos para entrar en una maquinaria social gigantesca como si fueran piezas, sin capacidad crítica y deliberativa”. Según la académica, el tema del uniforme tiene que ver con lo militar y lo religioso.

De hecho, el teórico francés Michel Foucault ya analizaba los procesos de disciplinamiento en su libro Vigilar y Castigar, donde aborda las distintas formas de control al cuerpo. Aquellas pedagogías liberadoras (Freire, Montessori) promueven la liberación del sujeto, pero únicamente se han afincado en las instalaciones educativas privadas porque estas tienen cierta autonomía frente a las políticas públicas.

Precisamente sobre este aspecto Natalia Sierra indica que el hecho de que solo en ciertos colegios el uso no sea obligatorio revela un problema de desigualdad, inequidad y privilegio. “Solo en estos establecimientos educativos donde no existe el uniforme se promueve la lógica de sujetos pensantes y críticos. Eso ayuda a promover las inequidades sociales”.

Si bien los defensores del uniforme sostienen que este constituye un ahorro familiar, la especialista cree que esto no tiene nada que ver con el tema educativo. “Esto es un asunto de inequidad social”.

En realidad, no todos los jóvenes tienen los recursos suficientes para cambiarse de ropa todos los días, pero no se puede “defender un dispositivo de poder como este, porque un problema de desigualdad”, sostiene Sierra.

“No queremos darnos cuenta de lo que constituye el uniforme en la construcción de las subjetividades. Por otro lado, estamos tapando un problema social con el uniforme”.

Uniformados

En las religiones ha sido habitual, desde los comienzos de la historia, el uso de uniformes. Otros ejemplos tempranos son los trajes de ejército.

Los uniformes escolares hacen que sea más fácil para las autoridades escolares reconocer a aquellos estudiantes que pertenecen a su institución.

Con los uniformes no se presta la importancia necesaria a los criterios personales de cada niño, ya que todos tienen sus preferencias a la hora de vestir.

Quienes cuestionan el uso de estos atuendos aseguran que al obligar a los niños y jóvenes a llevar la misma ropa no se fomenta la libertad de elección.

TESTIMONIO

“Cuando salí del colegio me sentí liberada del uniforme”

Estudié en un colegio religioso desde la primaria y siempre llevé uniforme. Como es un colegio de elite, solo de mujeres, siempre me sentí orgullosa de llevarlo, porque llegué a pensar que al usarlo la gente sabría que estudiaba en un colegio caro y exclusivo, pero luego, con los años, me di cuenta de que esto no era real. En la secundaria comencé a detestar el uniforme porque teníamos que llevar la falda varios dedos por debajo de la rodilla, lo que me parecía un poco exagerado.

Me sentía anticuada, en especial cuando, en los encuentros deportivos, a los cuales íbamos para hacer barras, las chicas de otros colegios llevaban las faldas más altas que las nuestras. Nosotros no solo las usábamos más largas, sino que, además, nos obligaban a calzar medias azules hasta la rodilla o, en otros casos, mallas.

Cuando me gradué me sentí realmente liberada del uniforme. Ahora mis hijos estudian en un colegio donde no usan esta prenda.

Martha C. Castro

Para estar siempre al día con lo último en noticias, suscríbete a nuestro Canal de WhatsApp.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media