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El cantado de los azuayos es una herencia cañari

El cantado de los azuayos es una herencia cañari
07 de febrero de 2016 - 00:00 - Andrea Rodríguez Burbano

El cantado, tan propio de los azuayos, tiene su historia en una influencia europea e indígena significativa. Para Mario Jaramillo, exdecano de la Universidad del Azuay, hay una influencia de dos fuentes primigenias: hispánica y cañari, sobre todo, en el sur del país, donde la incidencia de esta última es más notable. En el dialecto cañari existen, además, unas entonaciones especiales y variaciones fonéticas particulares.

De manera que se trata de una más de las manifestaciones de sincretismo y de mestizaje cultural cañari-inca e hispánico. “Es un dialecto cálido que, además, va acompañado del uso de paráfrasis, (explicación o interpretación que se añade a un texto difícil de entender para aclararlo). Estas paráfrasis son empleadas, sobre todo, cuando una persona no quiere ordenar algo, sino pedir de favor”.

El cantado, al igual que el arrastrado de las erres, también tiene que relación con el nivel cultural la persona, como lo señala Jaramillo, quien incluso advierte que en Cuenca, hay establecimientos educativos en primaria y secundaria donde los profesores se empeñan en ‘corregir’, en especial, el arrastre de las erres. “El cantadito no se corrige, porque forma parte de la identidad del azuayo”.

En Cuenca, los profesores tienen conciencia de que el cantado es parte de la personalidad del cuencano y no es una entonación de la cual tengan que sentirse avergonzados.

El cuencano Oswaldo Encalada Vásquez, filólogo, narrador y ensayista, explica que la lengua cañari se habló en la zona de Cañar, Azuay y en una parte de la Costa y de Loja antes de la llegada de los conquistadores incas, los kichwas.

“Los incas impusieron su lengua (el kichwa o runa shimi) a estos pobladores con fines políticos, económicos y administrativos, pero la lengua cañari persistió pese a la imposición de la lengua dominante y se manifestaba en nombres de personas y de animales y, por su puesto, en la entonación”.

Con la llegada de los españoles, ocurrió lo mismo que con el pueblo kichwa, es decir, aparece una lengua nueva dominante y se impone y a los hablantes de las zonas rurales. Aunque hablan el español, mantienen una entonación que se remonta a 400 a 500 años atrás, que fue la entonación del pueblo cañari probablemente.

“No existe otra explicación para hablar del origen de esta singularidad tonal, porque no es un influjo kichwa. Si fuera así los indígenas de Chimborazo, de Cotopaxi o de Tungurahua también cantarían.

De Riobamba hacia el norte, los habitantes suelen hablar con una entonación diferente. Es, sin duda, porque la lengua también es diferente.

La lengua cañari se mantuvo, según los estudios realizados por Encalada Vásquez, hasta el siglo XVI, en particular, en reductos campesinos, pero, finalmente, por la aparición del kichwa y del español se eliminó cualquier rastro de la lengua cañari, pero no en términos de entonación, sino de morfología y sintaxis. De hecho, aún subsisten palabras cañaris.

Así, por ejemplo, los azuayos utilizan mucho la palabra gullán para nombrar al taxo. Solo en Azuay se le llama así a esta fruta.

Si a un quiteño se le antoja en Cuenca un helado de taxo, lo más apropiado sería pedir un helado de gullán.

Orgullosos del cantado

Al ingresar a la Universidad, muchos azuayos se cuidan de cantar. La entonación deja de ser tan marcada, pero aun así, no es difícil reconocer a un cuencano.

Oswaldo Encalada Vásquez dice que quienes buscan hablar en un tono neutro, seguramente, lo hacen porque no quieren que su procedencia se delate. “Puede ser que disguste o moleste a las personas que no tienen la misma entonación. Aunque intentan mantener un tono neutral, este persiste, porque se trata de un rasgo de la identidad azuaya”.

Así como comer mote, tendría que conservarse y estudiarse —dice el filólogo— de igual manera ocurre con el cantado.

“Se percibe fácilmente que el cuencano que no canta mucho se está forzando, porque su entonación es cantarina”.

A esta entonación tan particular también se suman los modismos propios de los cuencanos.

En Azuay, para expresar algo que es magnífico y grandioso, se suele utilizar la frase: “¡Que gara!”. Gara, en realidad, es un apócope de garañón, el caballo usado como semental, pero en esta provincia se ha reducido el nombre para que de garañón quede únicamente ‘gara’, que se aplica al cuy macho.

Cuando el cuencano recurre a esta expresión, quiere decir que el hecho al que se refiere tiene las cualidades propias del cuy macho que es el fuerte, grandioso.

Encalada Vásquez, también catedrático de la Universidad del Azuay, indica que son numerosos los estudios y los artículos que abordan el tema.

Hace poco, el Municipio de Cuenca publicó en su página web, el Diccionario de la Real Lengua Morlaca, donde se sostiene que ‘gara’, ‘chachai’ o ‘bala’ son parte de expresiones típicas del cuencano. Según Mario Jaramillo, hay términos que solo los cuencanos han acuñado, como ‘chendo’ (mentira) y ‘casaca’ (chompa).

Jaramillo dice, además, que es bastante fácil que a otras personas que no nacieron en Cuenca se les ‘pegue’ el cantado.

Esto no solo ocurre con las personas que viajan a Cuenca y permanecen en esta ciudad, por varias semanas o incluso meses, sino también a aquellos que visitan otras urbes, como Guayaquil.

En Cuenca, por otro lado, existe una influencia fuerte de modismos, propios del idioma cañari y que no se dan en otras provincias del país, como lo afirma Mario Jaramillo.

Cuenta que en su casa, sus hijos suelen utilizarlos a menudo y una de las palabras más recurrentes es chendo. Hay algunos cuencanos que incluso parecen separar algunas palabras mientras hablan.

Por ejemplo, cuando pronuncian la palabra desaparecer, da la impresión que dicen: des-aparecer.

Según Jaramillo, este rasgo también forma parte del cantado.

“En los cuencanos hay una tendencia a convertir las palabras en esdrújulas sin que lo sean. Muchas veces a los cuencanos les decían esdrújulos, porque tenemos la tendencia a correr el acento a la antepenúltima sílaba a palabras que no son de por sí esdrújulas”.

En la provincia del Azuay, los niños y las niñas no se escapan al cantado. En realidad, son ellos quienes más reciben la influencia de esta entonación tan particular.

Jaramillo y Encalada coinciden al señalar que los menores utilizan los modismos mejor que los adultos.

Para el cuencano Javier Maldonado, quien vive ya varios años en Quito, el cantado se puede perder con los años, sobre todo, cuando no hay otros cuencanos cerca. Confiesa que después de vivir más de 7 años en la capital ha perdido mucho la entonación.

“Mantengo algunos modismos no los uso cuando estoy con mis compañeros del trabajo y amigos quiteños. Aquí en la capital casi nunca utilizo la palabra casaca para referirme a la chompa, así que prefiero llamarla como lo hacen aquí. Al güilli güilli, nosotros le decimos shugshi, por ejemplo”.

Además, a la reina claudia que tiene color rojo le dicen satsuma en muchas regiones del Azuay.

Este cuencano se muestra contrario a que los profesores pretendan ‘corregir’ el cantado de los estudiantes, porque eso significaría atentar contra la identidad. “Cada ciudad del país tiene su propia entonación, su propio cantado. Un profesor de la universidad siempre nos decía que el cuencano no es el único que canta. En Loja y en Quito hay gente que también tiene su entonación propia”.

Javier Maldonado dice que nunca se quejó por su cantado, porque todos los ecuatorianos, sin excepción tienen un acento particular.

Entre las sectores más escolarizados, hay una tendencia a corregir el acento cuencano hacia un castellano más estándar, más neutro, pero hay cuencanos que se resisten a perder su entonación, aun cuando vivan en otras ciudades del país. Incluso hay muchos que viven en el exterior, como en Estados Unidos o España que seguirán ‘cantando’.

Diccionario

Según el Diccionario de la Real Lengua Morlaca, el morlaco dice y utiliza palabras con historia que con el pasar del tiempo y del contexto social se han enraizado en el habla cotidiana.

Entre las modismos más utilizadas por los jóvenes cuencanos y que aparecen en este Diccionario, están ‘aguado’ que significa aburrido y ‘abombe’ que quiere decir persona que fastidia.

Uno de los modismos que, al parecer, solo se utiliza en Cuenca es ‘astarau’, expresión que denota la sensación causada al quemarse.

Muchas de las palabras utilizadas a diario por los cuencanos son tomadas del kichwa, pero también son de origen norteamericano. Otras son inventadas. Lo cierto es que cada cuencano sabe cómo y cuándo emplear estos términos.

Testimonio

“Mientras más arrastras la erre, eres más aniñado”

A veces te toca controlar un poco el rasgo (el acento), porque estás en otra ciudad. Yo vivía en Quito y trabajaba en el aeropuerto y, aunque evitaba hablar cantando, la gente enseguida identificaba mi procedencia. Me decían: “tú eres cuencanita”. Entre cuencanos tenemos nuestros propios modismos. Siempre utilizamos el ‘ísimo’, por ejemplo, garísimo, buenísimo. Entre los jóvenes, para definir tu grupo de amigos, por ejemplo, si eres más aniñado, puedes rasgar más la erre.

Sin embargo, cuando ya eres profesional y si trabajas en otra ciudad, tratas de controlar un poquito esta entonación. Hay muchos cuencanos que pierden el acento cuando viven por mucho tiempo en otras regiones del país.

Mariela Capón, cuencana

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