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El infrarrealista Rubén Medina explica por qué se 'levantó en armas' contra Octavio Paz

El poeta mexicano llegó a Guayaquil para participar en el IX Festival Internacional de Poesía Ileana Espinel.
El poeta mexicano llegó a Guayaquil para participar en el IX Festival Internacional de Poesía Ileana Espinel.
Foto: José Morán / El Telégrafo
25 de noviembre de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

Rubén Medina (México, 1955) sigue tan irreverente como hace 40 años. Y sigue convencido de que la literatura, cuando se vuelve institucional, condicionada por el poder o las mafias culturales, es un instrumento inmoral al que hay que hacerle frente, así sea apelando a las utopías, que existen e insisten.

Tiene el mismo cabello largo de siempre, pero, sobre todo, la misma actitud hostil contra lo que llama estructuras caducas culturales, propias de un museo, tal como hoy sonaría un poema de Amado Nervo.

Pero estos son otros tiempos. Ni siquiera son los tiempos que le tocó vivir, recién pasado el remezón de Tlatelolco (1968), cuando, junto a un puñado de poetas, tres chilenos y un peruano, se pararon frente a Octavio Paz y le gritaron de todo, desde que era un mal poeta hasta que su premio Nobel había sido promovido por el presidente Carlos Salinas de Gortari en una especie de retribución a sus halagos en la prensa.

Es la primera vez que Medina viene a Guayaquil, una ciudad de la que disfruta el calor y el paisaje urbano -sentado en un banco del parque Centenario, en el que por cada transeúnte hay 3 palomas- y a donde ha llegado para participar en el festival poético Ileana Espinel.

“Empecé (a escribir) a los 14 o 15 años, de una manera bastante privada, como una forma de utilizar el lenguaje para explicarme lo que estaba viviendo. Quería explicarme la soledad de los jóvenes; había un importante movimiento contracultural. Los jóvenes comenzaron a tener un protagonismo social, cultural, y a mí me tocó vivir ese ambiente”.

Rubén recuerda que pasó del quehacer poético privado al público luego de asistir a un taller literario, en el que pudo conocer que había otros jóvenes con sus mismas lecturas, inquietudes y preocupaciones.

“En ese taller de poesía conocí a Mario Santiago Papasquiaro, que fue un poeta importante. A partir de eso conocí a dos poetas chilenos, Roberto Bolaño y Bruno Montané. En esos momentos (otoño del 75) se formó un movimiento de vanguardia, el infrarrealista. Los más activos éramos 10 poetas”.

Este grupo, que giraba en torno a las figuras de Bolaño y Papasquiaro -este último tallerista de Miguel Donoso Pareja-, enarboló como principios de acción el “romper con una poesía pulida, artesanal, muy bien hecha,  y tratar de escribir una poesía que pudiera mostrar lo que estaba pasando, mucho más abierta, más ligada a la vida cotidiana y al lenguaje coloquial”. Eso, en cuanto a la estética de los versos. Lo otro era la posición ética, es decir, el cuestionamiento a esa poesía que, según el autor, partía de grupos de poder establecidos, sistemáticos.

“Había grupos que tenían mucho poder -suelta el autor-, que tenían las publicaciones, las revistas, los libros, eran los que hacían los concursos, los que daban las becas. Se producía la literatura a partir de una mafia literaria”.

Contra esos grupos, Medina y sus amigos se ‘levantaron en armas’, lo cual los volvió un poco marginales.

“La figura más representativa de ellos (los otros) era Octavio Paz, nosotros nos oponíamos a su percepción del poema, del lenguaje, a cómo entendía la modernidad.

Para él, esta era transformativa, pero nosotros veíamos lo contrario: que generaba corrupción, que creaba una disparidad entre ricos y pobres, desempleo. Paz hablaba de cómo debía ser el poema, algo autónomo, que podía representar el mundo, pero lo representaba desde una visión no dialéctica, no social. Era una visión depurada y elegante del mundo”.

Ellos (los unos) querían algo distinto, un nuevo compromiso con el lenguaje, algo que mostrara la realidad y sus conflictos; que pusiera fin a la influencia que Paz, como jefe de esos grupos ‘mafiosos’, tenía en los jóvenes que querían escribir.

“Eso, emular a Paz, limitaba la imaginación. Lo que querían era perpetuarse, reciclándose, no permitían nuevas formas de literatura, de crear otras formas estéticas”.

Aunque Medina reconoce que los años más activos de la confrontación fueron 3 (de 1975 a 1978), asegura que esta sigue en pie. Hubo quienes salieron hacia España, Francia y EE.UU. El grupo se redujo y quedó liderado por Papasquiaro, quien lo mantuvo vivo hasta su muerte, en 1998.

En ese año, Bolaño publica Los detectives salvajes, una obra clave que vendría a ser una especie de biografía novelada del grupo.  

“En la novela, los infrarrealismo se llaman realvisceralismo. Muchos de nosotros somos personajes en el libro; el principal, desde luego, es Bolaño, se llama Arturo Belano; el otro personaje importante es Papasquiaro, quien es Ulises Lima; y yo soy Rafael Barrios. Lo que produjo la novela es un interés por el grupo, de dónde salió, si realmente existió o Bolaño lo inventó”.

Tras la muerte del chileno, en 2003, algunos miembros del grupo, que habían contribuido con su silencio a mantener vivo el mito, se deciden a publicar algunos textos.

“Yo hice un libro, Perros habitados por las voces del desierto. Reúne los manifiestos del grupo, especialmente de Bolaño y Papasquiaro, son poemas de 20 miembros, escritos a mediados de los 70, 80 y 90. Incluye una introducción de 70 páginas que yo escribí con la historia, los principios y la actualidad infrarrealistas”.

Respecto a si el movimiento ha dejado huellas, Rubén está seguro de que sí, de que ese impulso literario creó en la juventud una forma diferente de hacer poesía y de entender que, sobre todo Octavio Paz, no fue, no es ni será lo mejor de México. (I)

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