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Una vida de Pierre Menard

Una vida de Pierre Menard
04 de mayo de 2011 - 00:00

“Jorge Luis Borges mató a Pierre Menard  al tiempo que le daba vida”, destaca  el prefacio de la biografía novelada (¿o qué?) del personaje del que habla el “divino ciego” en la revista Sur de mayo de 1939 bajo el título de “Pierre Menard, autor del Quijote”, cuya irrealidad es ratificada en 1942 cuando en El jardín de los senderos que se bifurcan aparece “Pierre Menard, autor del Quijote” como el tercer cuento del volumen y en 1944 en Ficciones, otra colección de cuentos de Borges, como una ficción. 

Escribir la biografía, contar la vida de esta ficción es el desafío que se plantea Michel Lafon, nacido en Montpellier en 1954, reto del que sale muy bien librado.

Una vida de Pierre Menard es la primera novela de Lafon, según hacen constar sus editores (Lumen, Narrativa, Buenos Aires, 2010) y ganadora del premio Valery Larbaud.

La tarea de Lafon será la de convencernos de que “Pierre Menard no es una mera construcción de tinta y papel sino que ha existido” (…) “que existió y yo tuve el privilegio de contarme entre sus íntimos”, dice Maurice Legrand, autor del prefacio, quien continúa: “Por cierto, no me considero el más calificado para hacer justicia a este hombre poco común, pero ya que nadie encontró oportuno hacerlo antes que yo, me arriesgaré. Emprendo entonces  la tarea de denunciar un doble y durable malentendido (algo así como una superchería al revés, a tal punto es cierto que la inclinación natural de los literatos es disfrazar lo falso de verosímil, no lo verdadero de ficción) y sobre todo la de evocar con un poco más de detalle (…) al maestro prematuramente desaparecido”.

Michel Lafon hace precisamente lo que Legrand  señala como inclinación natural de los literatos: “disfrazar lo falso de verosímil” y Menard va paulatinamente convirtiéndose en ese “maestro prematuramente desaparecido”, en un sabio cuya inexistencia fue aceptada “con tanta facilidad” y “nadie salió a contradecirla”, a “reconstruir  a Menard piedra a piedra -pierre a Pierre-”, que es lo que hace Lafon, y lo hace de tal manera bien que admitimos la realidad de Menard, negamos su invención.

Paréntesis para comentar las boberías que he anotado en la página en blanco de Una vida de Pierre Menard.

Primero una breve: lista de nombres imposibles que en Guayaquil son posibles.

Agárrense: Ulvio, Ufredo, Otilda y Adoración.

Una pregunta anotada a mano, que dice: “¿Los textos  más necesarios, los que uno escribe para sí mismo, para sobrevivir, son los mejores o son los primeros que hay que quemar?”. 

Otra anotación a mano: “Mi capacidad de olvido es proporcional a mis esfuerzos de memorización. Esto me humilla  y al mismo tiempo me regocija. Sin este olvido más fuerte que todo, el Jardín sería menos inmenso, menos mágico”.

Siempre en el paréntesis:  estoy leyendo Correr el tupido velo, libro sobre José Donoso, escrito y organizado por Pilar Donoso, su hija.

Tengo en espera Catador de arenas (Libresa, Quito 2010), novela de Marcelo Báez Meza, premiada en el IX Concurso Nacional de Literatura, Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas, por un jurado integrado por Cecilia Ansaldo, Fernando Balseca y Jorge Velasco Mackenzie.

Por último, un recorte de periódico, viejisísimo diría un montuvio (déjenle la v, por favor), sin fecha, que da cuenta de nuestra realidad de Ripley con un titular a tres columnas que reza: UN BURRO DETENIDO POR/LA POLICÍA EN ATACAMES. La nota dice: “Esmeraldas. Desde hace 63 días  se encuentra detenido un burro en el destacamento de la Policía en Atacames, por disposición judicial, ya que le ha dado por perseguir sexualmente a las vacas y estas se aterrorizan al ver lo que les espera. Los policías están molestos porque el burro tiene que salir a pastar y hay que vigilarlo, no vaya a ser que se aparezca una vaca o que el jumento trate de darse a la fuga”.

Basta de divagaciones y volvamos al grano: ¿Pierre Menard existe o existió, según los argumentos, datos, señales, situaciones y mil razones más que esgrime con gran solvencia Michel Lafon?

Parecería que sí.

Pero no hay tal y nos da señales claras de que Menard es una construcción de tinta y de palabras.

Estas señales (evidencias) son:

1. El título es Una vida de Pierre Menard, lo que implica que puede haber (inventarse) otras vidas de Menard.

2. Si Menard fuera real, el título sería La vida de Pierre Menard o Vida de Pierre Menard; y

3. El autor y los  editores califican al libro de novela, es decir de ficción.

A mi entender, más claro no canta un gallo.

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