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Un Carl Orff, entre lo demoniaco y lo divino

Un Carl Orff, entre lo demoniaco y lo divino
10 de noviembre de 2012 - 00:00

La percepción es una condición individual. Lo que para unos puede ser lúgubre, tenebroso o violento, para otros puede ser angelical, elegiaco y bello. Hoy y mañana se presenta en la Casa de la Música de Quito una de las obras corales más populares, Carmina Burana, de Carl Orff, que, de alguna manera probablemente errónea, ha estado vinculada con el adjetivo de sombría.

La asociación tiene que ver directamente con la introducción de Oh Fortuna. La letra, en latín la original, habla sobre el destino, a veces monstruoso y muchas otras, fatal. Y el coro interpreta eso precisamente: cierta fatalidad poética que, en un coro ajustado con precisión, golpea con violencia, una y otra vez sobre las emociones del espectador, sean estas socarronas o grotescas.

Las imágenes son propias para cada oyente. Para algunos lo que puede ser una bandada de ángeles para otros resultará una cáfila de diablejos. Sin duda, la relación de este tema con el cine tiene mucho que ver con el prejuicio que podamos tener sobre el Oh Fortuna.

La repetida utilización del tema en películas, programas de TV o anuncios publicitarios ha explotado las posibilidades comerciales de la música, asociándola en la mayoría de casos a momentos temerarios e intimidatorios. La música de la cantata ha sido utilizada, por ejemplo, en secuencias impactantes de películas como “Excalibur”, “The Doors”, “El exorcista” o “Natural born killers”.

Además ha inspirado otras piezas contemporáneas compuestas para el cine. Una de las más claras está comprendida dentro de la banda sonora de “La Guerra de las Galaxias – Episodio I”. “El Duelo de los destinos”, de John Williams, enfrenta a un joven Obi-Wan Kenobi contra el diabólico Darth Maul y apunta directamente a la obra de Carl Orff. La composición cabe perfectamente para graficar esa eterna lucha entre los mundos de los Jedi y de los Sith, es decir entre la claridad y la oscuridad.

Pero quizás la mayor referencia nazca de una comprensible equivocación. Una de las asociaciones inmediatas del Oh Fortuna, de Carmina Burana, está vinculada a la banda sonora de “La Profecía”, (“The Omen”). Las imágenes del mal creciendo indeteniblemente -con escenas de mujeres ahorcadas, hombres decapitados y ataques de perro sin mayor explicación que la diabólica, ante la mirada inocente de un niño angelical, que al darse la vuelta comprendemos que es, nada más y nada menos, que la propia reencarnación del diablo-, están entre las más memorables dentro del cine de terror.

Y la música estremece. Llega cabalgando como si galopara el ejército entero de satán. “Ave satán, ave anticristo, La carne comemos, La sangre bebemos, satán, se levanta el cuerpo de satán”. La alusión maligna de la letra impacta, aunque no tenga nada que ver con la de Carmina Burana, aunque la música mantenga las referencias a la obra de Carl Orff. Aunque se trata de una composición distinta, Jerry Goldsmith realizó esta obra para la película de Richard Donner, con una estructura coral similar que ha provocado durante años la recurrente confusión. La obra que significó el único Oscar para el compositor representa una gran influencia dentro del cine de terror, tanto que ha logrado confundir al gusto popular con la obra de Orff.

Pero fuera de la pantalla de cine, Carmina Burana logra imponerse como una cantata popular justamente porque su música logra identificarse fácilmente con el público. La fuerza del coro consiste en el elemento principal de fascinación de la obra musical que junto con su ritmo trepidante y su composición de armonías, con una orquestación poderosa que apuesta por la fuerza de la percusión resultan de fácil aceptación.

Precisamente, estos elementos se podrán evidenciar hoy y mañana, a las 18:00, en la puesta en escena que ha preparado Johannes Dering con la colaboración de 400 músicos. La obra contará con la participación de varios coros y la Orquesta Filarmónica Juvenil de Guayaquil, bajo la dirección de Patricio Jaramillo, y la Orquesta del Conservatorio Superior Nacional de Música, con el director Christopher Mina, y el tenor Alex Rodríguez y la soprano Viviana Rodríguez, como solistas.

Ellos serán los responsables de poner en escena estos cantos profanos medievales de los siglos XII y XIII que hablan sobre el amor, la lujuria, los placeres terrenales y carnales. La música fue compuesta por el alemán Carl Orff, en 1937, y estructurada con ritmos enérgicos, emotivos y altamente eróticos, en el que se mezclan historia, literatura y música, más allá del bien y del mal.

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