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Susana Reyes: “He sido redimida por la danza”

Entre otros méritos, en  2002 fue reconocida como una de las figuras más relevantes de la danza latinoamericana en  la Bienal de la Danza de Lyon.
Entre otros méritos, en 2002 fue reconocida como una de las figuras más relevantes de la danza latinoamericana en la Bienal de la Danza de Lyon.
Cortesía
04 de diciembre de 2019 - 00:00 - Redacción Cultura

Agradecida con Dios, con la vida, con el cielo y la tierra de celebrar 45 años de vida profesional; así se siente Susana Reyes al finalizar este 2019.

Hace pocas horas inauguró la exposición Imalleras/Mujeres de la memoria y el imaginario andino. Códigos de la Danza Butoh de los Andes, en la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE).

En la sala Víctor Mideros el visitante encontrará aquellos elementos, la cosmogonía y la inspiración en los que se erige la propuesta estético-artística de esta bailarina.

En junio también presentó una exposición en el Centro Cultural Metropolitano, donde hizo un recorrido por su memoria y su aporte al arte contemporáneo danzario en Ecuador y la región. En marzo hubo una Gala Dancística Internacional de Aniversario y Homenaje a su persona, en la capital del país.

En esta exposición en la CCE, la artista muestra aquellos elementos que conceptualizan su danza.

“Me ha significado mirarme a mí misma y reconocer que mi danza no ha sido un hecho aislado de una sociedad, sino un sueño, una esperanza y toda una historia colectiva”, dijo a este Diario.

Susana Reyes creó un estilo al que llamó Danza Butoh de los Andes. Había tenido contacto con esta manifestación desde los años 90, cuando recibió clases en EE.UU. con el maestro japonés Yukio Waguri.

“Esta danza butoh desde muy temprano despierta en mí este impulso creador.  La siento intuitivamente; después se va esclareciendo racionalmente”, describe con su voz pausada al referir cómo llegó a este arte que le ha merecido aplausos y reconocimientos en el mundo.

Entonces ya estaba marcada por su encuentro anterior con los danzantes ancestrales  andinos. Luego, en su búsqueda de un estilo propio intuía que había una danza que se manifestaba fuera de los escenarios, como la butoh, “muy decidora para el arte contemporáneo”.

La danza butoh es una expresión vanguardista de la postguerra en Japón, que surgió de la necesidad de romper con toda influencia occidental tras el renunciamiento de sus creadores luego de la barbarie de Hiroshima y Nagasaki.

“Mis primeros años son como una búsqueda, hasta que me permitieron a mí ya hacer unos rompimientos coreográficos. En mi pensamiento iba entendiendo que había una danza que se adquiría y había otra que emanaba de las profundidades y en eso me enfoqué, aunque significara romper con cosa establecidas o estar totalmente al margen de las modas, pero había que seguir al corazón”, describe.

Este movimiento cultural la atrapa, pero sobre todo cuando viaja a Hiroshima. A partir de 2002 declara a su arte como Danza Butoh de los Andes. Posteriormente se convierte en la primera latinoamericana en presentarse en el teatro de arte butoh de ese país ante los maestros.

Allí escuchó críticas elogiosas de encumbrados japoneses, que legitimaron su arte para siempre. Entre ellos conoció a Yoshito Ohno, hijo de Jazuo Ohno, fundador del butoh, y a las precursoras de danza  Natsu  Nakajima y Saga Kobayashi.

Además recibió talleres, estableció contactos con fotógrafos, pintores y personalidades del arte en general.

Posteriormente viaja a México y en ese espacio de tiempo, el maestro  Akira Kasai declara al mundo que el butoh japonés ya está agonizando pero que el nuevo butoh estaba en Latinoamérica.

En su opinión, los creadores del butoh hicieron “sin saberlo” uno de los grandes aportes al mundo, como es la definición de instrumentos que le permiten al bailarín hacer una exploración profunda en su alma y expresarse, más allá de pintar su cara de blanco, como había marcado la tradición.

“Doy el gran salto cuando entiendo que hay puntos de convergencia entre la danza butoh y la cosmogonía andina, de la cual ya estaba insuflada. La cosmogonía andina me daba una estructura de pensamiento y el butoh me daba instrumento para trabajar en mi cuerpo”, relata con brillo en sus ojos.

Posteriormente crea en Ecuador el Primer Festival Latinoamericano de Danza Butoh, que se replicó en varios países y dio paso al encuentro entre Maestros de este arte de Japón y de la región, aunque hasta ese momento se había organizado  solo como una exhibición.

Una deuda con Alicia Alonso
La bailarina ecuatoriana se congratula de la profunda amistad que mantuvo con Alicia Alonso, fundadora del Ballet Nacional de Cuba, recientemente fallecida. “Tengo una deuda de gratitud y amor con ella. Le hice una danza titulada Los ojos del alma y algún rato quiero reponerla”, dice al recordar.

“Siento que algo energético fluyó entre nosotras”, anota. Unos 30 años atrás Alicia vino a presentarse en Ecuador, donde conoció de la dolencia de Susana en una pierna. Al verla abatida le dijo: “Mírame, yo sé lo que tú haces, sé cómo te sientes, yo bailo sin mis ojos”, anota Susana al referirse a la cubana.

De ella tuvo el apoyo en su proyecto Mujeres en la danza, un evento cultural que realizaba hasta hace tres años cada marzo y se suspendió por falta de financiamiento.

Diálogo de corazón a corazón
Susana admite que en el ámbito dancístico existen distintas corrientes y posturas, pero apunta que en la medida en que un creador sea fiel a su propuesta, encontrará verdades y resonancias.

Considera que el ser humano necesita otras formas de establecer comunicación “en un fluido diáfano”, por eso insta a no dilatar los diálogos necesarios. En su opinión, es preciso un diálogo “de corazón a corazón y de verdad a verdad” entre todos los hacedores de la cultura, los gestores, los artistas y la institución, con el Estado y las organizaciones del país. “Creo que aún nos hace falta establecer un modelo de gestión, una política cultural, más afín con la realidad del mundo del arte y con la realidad del entorno”, reflexiona.

Desde la danza y para la vida
Mientras tanto impulsa en la Casa de la Danza un proyecto socio-cultural de sanación a través del butoh, en simultaneo con su carrera artística. “Es un arte que topa el corazón, que dialoga alma a alma con el espectador, que ha logrado recuperar el poder transformador-sanador de la danza”, asegura desde su experiencia.

Como una extensión de su vida artística ha creado la plataforma que llama Desde la danza para la vida, “donde la danza es un poderoso instrumento de sanación  y transformación del mundo interior de nuestro cuerpo”.

Ha recibido en su taller a cientos de mujeres, a quienes ha visto entrar de una forma y salir de otra. Está convencida de que la humanidad entera tiene algo que arreglar en su interior y “es la desconexión del ser humano con su sacralidad, con su unicidad, con el otro, con la tierra, con el cielo, que es lo que ha creado la gran fractura que vive la sociedad”.

Siente que viene cumpliendo como artista su tarea en esta lucha por la vindicación social en la que camina el  mundo, en particular la mujer. “He encontrado en esta danza la posibilidad de entrar en los manantiales profundos, afirmar lo que se pueda afirmar, sanar y expulsar todo lo que se pueda”, asegura con determinación.

Para ella ha sido fundamental en este proceso Moti Deren, “el pilar de mi vida y de la danza”, dice. Él ha sido su compañero en la vida y su profesión, con quien ha podido viajar por los cinco continentes para exponer esta propuesta legitimada y aceptada con muchos discípulos en Latinoamérica.

Deren valora como importante el haberla acompañado 36 años por este camino, luego de que se encontraron en EE.UU. Él se autocalifica como un “músico butoh” y apunta que este arte demanda mucho rigor del artista, lo mismo en la danza que en la música.

Por su parte, la incansable Susana Reyes es fiel creyente del poder transformador de la danza, a la que entregó lo mejor de ella.

“Me considero una mujer redimida por la danza, que  ha sido mi camino, la posibilidad de encontrarme con mis esencias y con Dios”, puntualizó. (I)

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