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Entrevista / felipe troya / escritor y ganador del premio a la joven literatura latinoamericana

"Sentí que tenía que escribir sobre el tema americano"

"Sentí que tenía que escribir sobre el tema americano"
José María Avilés
26 de febrero de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

Cuando Felipe Troya (Quito, 1988) viajó a Estados Unidos, Ecuador vivía una de las crisis sociales más significativas de su historia: el feriado bancario. Pero, a diferencia de los ecuatorianos que se desplazaron por cuestiones económicas, la experiencia migratoria de Felipe fue diferente y, fruto de ello, escribió su primera novela, Ardillas, la cual ganó hace poco el Premio a la Joven Literatura Latinoamericana, que entrega la Casa de Escritores y de Traductores Extranjeros de Francia, un reconocimiento que cada año se celebra en un país distinto de América Latina.

El jurado, compuesto por el poeta quiteño Edwin Madrid y los escritores Juan Villoro (México), Juan Gabriel Vásquez (Colombia) y Elsa Osorio (Argentina), eligió como ganadora a Ardillas por ser una novela “ácida pero tierna”, según dice el veredicto. El Premio a la Joven Literatura Latinoamericana reconoce el trabajo de autores menores de 35 años que no hayan publicado en solitario. Como parte del premio, Troya viajará a una residencia creativa de 8 semanas en Saint-Nazaire y Marsella (Francia), para trabajar en una nueva novela. Ardillas se publicará en francés y español, y será presentada en la próxima Feria Internacional del Libro.

¿Qué te marcó en ese viaje para que hayas decidido escribir sobre tu experiencia migratoria?

Sentí que tenía que escribir sobre el tema americano, más que sobre Ecuador, el cual ha recibido múltiples y diversas perspectivas desde el indigenismo o el realismo social, por ejemplo. Creí que era el momento de ir hacia otros lados, así que mi novela se escenifica en Estados Unidos, en un pueblo sin nombre y relaté una historia que era muy cercana para mí.
Cuando escribí la novela encontré una serie de arquetipos, de modelos a seguir, y uno de ellos era el romance de verano, que es muy utilizado allá. Philip Roth tiene una novela que se llama Goodbye, Columbus, que es su primer libro, y trata de un romance de verano. Entonces me di cuenta de que lo que viví allá era un romance de verano, con el verano, con la piscina, con América, con lo que significa eso. Obviamente mi perspectiva migratoria era distinta a la gente que se iba, era la de alguien que se fue de vacaciones.

¿Te alejas de la narrativa latinoamericana? ¿O con qué te identificas, cómo la valoras?

Por ejemplo, la novela latinoamericana del boom, de esa época, es una novela que se fija mucho en el territorio, en el territorio de Latinoamérica. Vargas Llosa llega al punto de escribir una novela acerca de Brasil ¿Te imaginas esa cantidad de fuerza, de identidad que existía entre los países latinoamericanos en el boom? En cambio, siento que en la literatura actual hay una apropiación bastante reciente del lenguaje norteamericano; veo que en la literatura o en otras artes hay apropiaciones de los símbolos, de las imágenes, de los íconos de allá.

¿De qué símbolo te apropiaste para narrar tu novela?

Uno de los símbolos norteamericanos más fuertes es el de la piscina y yo lo utilizo mucho. La piscina está muy presente en la narrativa de Norteamérica. Está en la novela de Roth de la que hablé, está en los cuentos de David Foster Wallace, está en bastantes lugares, y es algo que se ha ocupado mucho en el cine y la literatura de Latinoamérica. Por ejemplo, en algunas películas ecuatorianas tienes escenas frente a una piscina. Y la piscina es como ese espacio en el que el sueño americano se materializa. Si uno va a una piscina en el día se refleja el cielo y siempre es el color del cielo, entonces hay una cosa muy imaginaria, muy simbólica ahí.

El nombre de la novela también hace alusión a otra figura emblemática de Estados Unidos…

Tiene esa connotación americana, pero más allá de eso las ardillas son animales muy íntimos, muy parecidos al hombre, trabajan mucho, tienen una vida que conocemos poco, como su período de internación, y siempre las veía cuando iba a Estados Unidos, era como uno de los encantos de estar allá. Pero también hay una película de Jean Renoir, La regla de juego, una de sus clásicas, en la que se escenifica de manera satírica la sociedad. Es una de esas comedias de costumbre de la sociedad francesa y una de las cosas que ocurre en la película es que los personajes están cazando y ven en un árbol, a través de unos binoculares, a una serie de ardillas y uno de ellos dice algo así como “no sabes nada acerca de la vida íntima de las ardillas”, y justo en ese momento es cuando se condensa el problema de la guerra, el temor a la Segunda Guerra Mundial, lo que significaba eso en Europa para esa época.

Y en cuanto al lenguaje, ¿también te planteas una búsqueda similar al que se genera en Estados Unidos, en el sentido de que a veces es más directo, aséptico?

Yo he buscado ser lo más estándar posible y que no se identifique un territorio con el lenguaje, pero eso también va mucho más asociado a lo que necesitaba la historia. Es una novela que sucede 100% en Estados Unidos, entonces el narrador se ubica en ese espacio y ese es un espacio de un español muy limpio, de un español que a veces trata de asimilarse al inglés. En Estados Unidos hay todo ese fenómeno del spanglish, pero no era mi caso, como Junot Díaz que usa el spanglish mucho en sus novelas que están escritas en inglés. Lo mío más bien es una estandarización del lenguaje.

¿Cuáles fueron tus lecturas mientras estabas en Estados Unidos?

Encontré en la lectura un refugio, aprendí inglés cuando viví allá leyendo. En esa época leía cosas de adolescentes, como Ursula K. Le Guin o El señor de los anillos, Cuando volví mantuve la lectura y, por cuestiones un poco de suerte, heredé libros en inglés. Leí algunos sobre el mito americano, los de Fenimore Cooper, y la persona que me heredó los libros tenía a Vonnegut, que fue uno de los autores que más me afectaron. También leí a toda esta tradición satírica inglesa comenzando por Shakespeare, Swift, Defoe, Johnson y Dickens.

¿Cómo ves la literatura ecuatoriana?

Quisiera que en Ecuador haya una serie de escritores que les importe la historia, no con H mayúscula, sino que les importe contar algo, la historia como la narración, como el relato de algo que está ocurriendo y que a alguien le interesa entender, leer. Es decir, una literatura que más que ver con conceptos, que trate de explicarse a sí misma, se interese por la historia del texto. Yo tomo mucha cercanía con la cita de Jeff Koons, a quien una vez le preguntaron qué es arte y él dijo ‘aceptación’. Ese es mi credo. Aceptación, entendimiento, comunicación, que alguien al leer lo que uno escribe disfrute. No pretendo nunca provocar incomunicación. (I)

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