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Es la segunda vez que visita ecuador

Paula Carballeira, la cuentera que empezó con la seriedad de la filología (Video)

Licenciada en Filología Hispánica. Desde 1994 trabaja como narradora oral, su primer empleo remunerado. Foto: Carina Acosta / El Telégrafo
Licenciada en Filología Hispánica. Desde 1994 trabaja como narradora oral, su primer empleo remunerado. Foto: Carina Acosta / El Telégrafo
30 de agosto de 2014 - 00:00 - Redacción Cultura

Paula Carballeira es de las personas que ‘viven del cuento’. Sí, vivir del cuento es posible para ella y otros tantos colegas que se van incrementando en Galicia, la provincia española en la que reside, como en otros extremos del planeta.     

Una de las primeras experiencias del ser humano con las historias suele ser un cuento. Antes de ir al teatro, a ver una película e incluso antes de leer un libro, hay una madre leyendo un cuento, o simplemente contándolo por herencia.

Curiosamente, a la madre de Paula no le gustaba contarlos. Hacía una excepción con sus 2 hijos bajo la condición de que exista una buena o una mala conducta de por medio.

-Aún me acuerdo de la voz de mi madre -dice Paula mientras sonríe y acelera el tono al punto de una niña que confiesa sus travesuras-, decía:quieren un cuento, van a tener un cuento... Entonces empezaba la historia de una madre que deja solos a sus hijos.     

La obsesión de Paula por contar cuentos y por la palabra se originó en tiempos remotos, desde que, como a otros amantes de los libros, enfrentó una enfermedad complicada para la niñez: el asma. No podía jugar como el resto de sus colegas infantes y se dedicó a los libros.

Estudió filología porque le gustan los libros y se encontró con el estereotipo que provoca la mención de la palabra ‘filólogo’. Se dio cuenta, en primera instancia que era realmente una ciencia forense de la literatura, “se trata de descuartizar los libros, datarlos y muy poca vida”, dice Paula. Entonces, cuando terminó la carrera, en lugar de quedarse en la academia, decidió ir por el mundo contando cuentos.

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Para Paula, ser cuentero es combinar el teatro, estando cerca de la gente y aproximarla a las historias. En el oficio de cuentero, asegura que no hay una cuarta pared como en el teatro. En el acto de narrar no hay barreras que distingan a los que escuchan y a los que narran.

Los cuenteros se toman elementos del teatro, como expresiones gestuales, el alcance de la voz, pero lo esencial es la narración.

A pesar de que ostenta el título de una profesión tan seria como la filología, cuando está frente al escenario Paula es un espejo, el espejo de su público. Indiferentemente, de la edad que aparenta, asimila con facilidad la de los niños, de los adolescentes o de los adultos a los que les cuenta un cuento, se vuelve cómplice y protagonista a la vez. “Siempre es necesario el contacto con el público. Como narrador es con las personas que sabes lo qué está pasando, qué le interesa a la gente y qué no”.

Paula ha publicado 3 cuentos, pero los ha trabajado en un código para ser leídos. “Yo preparo la historia para ser escrita, luego pasarla al lenguaje oral es muy complicado. Es muy importante pensar en momentos para ser escritos y otros para ser contados oralmente, porque cambia mucho el código”, dice.

Es por eso que se alimenta de las historias que escucha. Está escuchando todo el tiempo. En sus funciones suele distinguir el público adulto y el de los niños, usa los códigos necesarios para cada uno y los conjuga con los del país en que lo hace.

Cuenta cuentos tradicionales y aquellos que escucha y le llegan de las personas que conoce. No en vano tiene en su repertorio anécdotas de la vida real, así como situaciones que lee y que adapta para ser contadas.

“La necesidad de contar historias, y las historias te llegan, hablando con la gente, empiezas a pensar y le vas dando vueltas y a partir de allí la desarrollas, ficcionalizas un poco y lo cuentas”, dice Paula. Lo primero que se le ocurre para dar un ejemplo son las iguanas del Parque Seminario, pues en España no hay iguanas dispersas como en Guayaquil, ni un parque en el cual estos reptiles puedan concentrarse y convivir con la gente.

“A los niños de España, que no saben bien dónde está Ecuador, contarles que hay iguanas, que parecen dinosaurios, es trasladarlos”, ríe Paula mientras hilvana en su mente su próxima historia.

Así hace con todo lo que observa y escucha. Está segura de que para contar, hay que saber oír.

En esta, su segunda visita al Ecuador, como parte del conjunto de narradores que presenta el Festival ‘Un cerrito de cuentos’, repite que le gusta cómo llama la atención en el país su profesión y pide conservarlo. “En Europa se está perdiendo porque la gente se ha olvidado de dónde viene. Es un mundo muy globalizado. El avance tecnológico nos hace olvidar de las cosas esenciales. Aún así hay gente que reclama que le cuenten cuentos directamente”.

Para Paula, ‘vivir del cuento’ es una forma de reivindicar la comunicación entre personas y sus tradiciones.

Hoy, antes de volver a su lugar de origen, estará en su intento por contar y aproximarse al público que la escucha con ‘Cuentos para perder el miedo’, a partir de las 20:00 en el Museo de Arte Antropológico y Contemporáneo de Guayaquil (Malecón y Loja).

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