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Osvaldo Hurtado, expresidente de la República, director de Cordes

Expresidente Osvaldo Hurtado analiza la cultura de ahorro en el país

Expresidente Osvaldo Hurtado analiza la cultura de ahorro en el país
Foto: Miguel Jiménez / EL TELÉGRAFO
26 de agosto de 2018 - 00:00 - Carla Maldonado

En su oficina hay dos fotografías históricas: una con el expresidente Jaime Roldós y otra con el exmandatario estadounidense Ronald Reagan. Osvaldo Hurtado, quien ocupó el sillón presidencial después de la muerte de Roldós, en 1981, conversó con este diario sobre la reedición de su libro Las costumbres de los ecuatorianos.

El autor repasa históricamente las actitudes y el comportamiento de la sociedad local desde la Real Audiencia de Quito hasta los últimos 10 años del gobierno de Rafael Correa.

¿Cuánto pesan las costumbres de los ecuatorianos en el desarrollo económico y social del país?

No se había escrito nada sobre la conducta de los ecuatorianos. ¿Ahorran, botan el dinero, son puntuales, ociosos, trabajadores? ¿Son innovadores, tienen sentido de lo que es el dinero público, lo consideran ajeno o de propiedad de aquel que está en el poder? ¿Cumplen los compromisos? ¿Son personas de palabra? ¿Tienen relaciones de confianza en el mundo de negocios? Según importantes estudios sociológicos, todos estos elementos definen el progreso de una sociedad y son más importantes que los recursos naturales. Por eso, países pobres como Corea del Sur, Uruguay o Costa Rica han progresado y se han desarrollado más que Ecuador.

De su análisis sobre la Audiencia de Quito quedan tres cosas en la mente: “ecuatorianos vagos, sucios y nada emprendedores”. ¿Estos elementos afectan hasta hoy al país?

Menciono la falta de aseo porque es un elemento de orden, de respeto a los semejantes, de cuidado, orgullo personal y hasta de dignidad. Las personas que no se preocupan de su presencia personal ni de cómo es el lugar de trabajo o de vivienda tienen detrás otras debilidades. Las universidades públicas,  por ejemplo, en los años 70 se convirtieron en chiqueros con todas sus paredes sucias y pintadas, eran un desorden absoluto. Hoy universidades como la UDLA, por ejemplo, son limpias y ordenadas. Los estudiantes son disciplinados por respeto a ellos mismos y a sus compañeros. La suciedad es una muestra de desidia, ociosidad, pereza e irresponsabilidad.

Usted cita a Humboldt, quien decía que en Ecuador se evitaba todo esfuerzo. ¿Así es hasta ahora?

Ecuador ha cambiado; hay muchos que se esfuerzan, un ejemplo son las mujeres. Ellas trabajan en la casa y afuera. Madrugan y terminan su jornada al anochecer. Creo que se han dado pasos  importantes  en la laboriosidad de los ecuatorianos.

Su libro dice que este país es racista y clasista. ¿Sigue así en la actualidad?

Este era y es un país racista, sin duda. Es una nación que se consideró blanca, a pesar de que las familias más encopetadas tenían sangre indígena. Los no blancos tenían relaciones rígidas. Para ellos estaba reservada la propiedad de la tierra, pero ningún blanco trabajó con  sus manos. Todavía existe racismo, se longuea y se cholea. Pero hoy los indígenas ocupan altas funciones públicas, eso no ocurrió en la Real Audiencia de Quito. Esos indígenas hoy están juzgando a blancos y llevándolos a la cárcel.

Usted critica el paternalismo porque no hace bien a la sociedad.

Hace 200 años un francés visitó los EE.UU., cuando se conformaba esa nación. Él dijo que ese país estaba llamado a ser el más grande del mundo porque los estadounidenses tenían una inclinación natural a resolver sus problemas por ellos mismos, sin acudir a las autoridades ni al gobierno ni a otros. Esto en Ecuador jamás ha existido, siempre esperábamos, y aún lo hacemos, que otros resolvieran nuestros problemas. Y cuando desarrollábamos una actividad no pedíamos salario por nuestro esfuerzo. Recibíamos lo que nos daban como un don o un presente del patrono.  Por eso Ecuador es un país profundamente populista.

¿Del paternalismo al populismo hay solo un paso?

Tenemos ministros, gobernantes, alcaldes y prefectos populistas. A los costeños les encantan los populistas, les fascina la retórica, lo ordinario, el engaño y la ignorancia del populismo. Por eso, tres de cuatro líderes políticos de la segunda mitad del siglo XX y del XXI han sido de esa ciudad. Cuando una sociedad no tiene conciencia de que el futuro está en sus manos, así como el esfuerzo y el sacrificio y que nada se obtiene gratis, no progresa. Tampoco es eficaz ni patriota, no tiene sentido cívico y, como consecuencia, no funciona bien la democracia ni la economía.

¿Qué papel ha tenido la iglesia en el comportamiento sumiso de los ecuatorianos?

Absolutamente negativo. Es un elemento de atraso. La iglesia Católica, más en la colonia y menos en el siglo XX y XXI, ha tenido una gran influencia por varias razones. Primero, la prédica sobre la realización humana que vale y cuenta en la otra vida, no en esta. Pero los seres humanos estamos en esta vida para disfrutar, pasar con salud, tener educación,  amar, ser solidarios y sentirnos bien. Pero la iglesia decía que eso es secundario. Segundo, la prédica sobre el perdón por las culpas. Eso creó un sentido de irresponsabilidad: la gente pecaba, se confesaba y ya. Ese comportamiento evitó que se conformara la responsabilidad, el compromiso consigo mismo, la familia y la sociedad, y el cumplimiento de leyes.

La Condamine dijo que los ecuatorianos eran despilfarradores y ostentosos. ¿Hasta hoy ocurre eso?

Es dramática esa afirmación porque decía que en Ecuador los trataron como no lo habían hecho ni en París. ¿Cuál habrá sido el derroche de los quiteños para que estos parisinos se sintieran asombrados? La austeridad tampoco existía ni la modestia. Somos proclives a gastar nuestro dinero en bienes no prioritarios ni necesarios. Tenemos una enorme dificultad para ahorrar e invertir y esto es clave en el desarrollo de las naciones. Un ejemplo,  los judíos, quienes llegaron muy pobres a Ecuador, y hoy son los más ricos del país, tienen empresas. Ellos se esforzaron para conseguir esos resultados. Ahorraron e invirtieron y no botaron el dinero en fiestas o en alcohol.

¿Cómo se expresa eso políticamente?

El gobierno de Correa no tenía ningún sentido del ahorro ni que el presupuesto del Estado era dinero de los ecuatorianos, no suyo, no de Alianza PAIS (AP), ni de su gobierno. Esto está enraizado en la conducta de los ecuatorianos. A muy pocos les llamó la atención.

Hasta hoy hay ecuatorianos que no pagan impuestos. ¿Este es un comportamiento que prevalecía en el pasado?

En el léxico político local no había la palabra contribuyente, es decir, pagador de impuestos. Ese es un concepto que se debate en el ámbito político ecuatoriano desde hace 30 años. Es momento de que todos los ecuatorianos paguemos nuestros impuestos y exijamos que cuiden ese dinero, así otra será la suerte del país. En Europa, por ejemplo, algún ministro pagó la cuenta del restaurante con dinero público y fue destituido. En Ecuador, el expresidente, exvicepresidente y ministros tenían tarjeta de crédito no solo para pagar un hotel sino para comprar bienes.

¿Cómo cambiar este comportamiento?

La cultura no cambia de la noche a la mañana, alguien puede enriquecerse a lo largo de una vida.

Muchos ministros del expresidente Correa hicieron fortuna a lo largo de los días.

Ecuador fue fundado como  Audiencia de Quito hace 500 años y recién cambió en la segunda mitad del siglo XX, es decir 400 años después, y todavía no termina ese proceso. (I)   

Las costumbres de los ecuatorianos 

Según el libro ha existido dificultad en administrar la justicia. Los jueces y fiscales no  han sido honestos. 

 

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