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Obra considerada blasfema provocó cierre de teatro

La noche del jueves 11 de enero, la clausura del teatro Pop Up fue un hecho que se viralizó en redes sociales, convirtiéndose en Guayaquil en tendencia en Twitter.
La noche del jueves 11 de enero, la clausura del teatro Pop Up fue un hecho que se viralizó en redes sociales, convirtiéndose en Guayaquil en tendencia en Twitter.
Arte: Ramón Núñez / El Telégrafo
13 de enero de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

“Es una irreverencia”, “No se metan con la Iglesia”, gritaba enardecido un grupo de más de 50 moradores de Samborondón la noche del jueves en los exteriores del teatro Pop Up, ubicado en el edificio Prema. Era una manifestación que solicitaba la clausura de este local donde se iba a presentar la obra El Santo Prepucio.  

Esta agrupación, que habría iniciado una marcha desde la Iglesia Santa Teresita del Niño Jesús hacia dicho establecimiento, fue acompañada del comisario municipal Hugo Solano, quien adujo que el cierre se basaba en una queja de los ciudadanos y que el sitio no contaba con los permisos legales de funcionamiento.

Automáticamente el tema se volvió viral en redes sociales, a partir de varios videos donde se puede observar la escena en que agentes policiales no escuchan argumento alguno por parte del equipo teatral y proceden a colocar el sello que señala “irrespeto a las ordenanzas municipales”.    

De acuerdo a la Ordenanza Municipal del cantón, la clausura se basa en el reglamento de espectáculos, artículos 19 y 20. El primero obliga a declarar la responsabilidad del empresario, promotor y organizador del evento y el segundo está relacionado con el aspecto ético y moral, básicamente con la forma en que ha sido tratado, publicitado y sus repercusiones en la educación social.

“No sé en qué momento me vi envuelto en una situación de película donde cazaban a las brujas, donde censuraban a un grupo de gente sin ninguna razón, porque no tenían ningún argumento en sí”, cuestionaba Ricardo Velasteguí, propietario de Pop Up.

Aunque se considera de carácter pacífico, recalca que no deja de asaltarle la incertidumbre y el enfado, pues como actor y director de esta obra  escrita por el español Julián Quintanilla y el chileno José Ignacio Valenzuela, sostiene que existe un total desconocimiento sobre el guión y abuso de poder detrás de las acciones para cerrar su local.

“Me imagino que esa gente fue convocada por esos fanáticos religiosos y empezaron a llegar más y más con pancartas y megáfonos para gritarnos groserías; no les importó que fuera un lugar privado (...) les gritaba que mi esposa estaba embarazada y dije que no me empujaran”, relata Velasteguí sobre este episodio al que descalifica porque se pudo dialogar previo al daño y llegar a acuerdos puntuales entre las partes.  

El Santo prepucio y su polémica
El libreto de Quintanilla y Valenzuela, hecho para formato de microteatro, narra la historia de dos monjas que para sacar fondos y sostener la precaria situación de hambruna que existe en el convento donde residen, recurren a una mentira basada en el hallazgo del ‘santo prepucio’, noticia que desean venderle a los medios para que el Papa las reconozca como ‘santas’.

Parte de la creación de este libreto se basa en un evangelio apócrifo atribuido a Santo Tomás, donde se indica que a Cristo le practicaron la circuncisión ocho días después de su nacimiento, según el Antiguo Testamento.

En el texto se describe que el prepucio fue guardado por una mujer en una caja de alabastro con aceite de nardo y que el hijo de la mujer lo habría vendido nada menos que a María Magdalena, décadas después, para desaparecer durante ocho siglos.     

De acuerdo a la historia este elemento se convierte en una sagrada reliquia a la que le atribuyen milagros religiosos, además de que recorrió varias iglesias por toda Europa. Sin embargo, después de algunas investigaciones, hasta la fecha, se desconoce su paradero.     

“No sé si soy de mente más abierta; creo que el empaparte de Dios y golpearte el pecho de Cristo ya es fanatismo y es lo que vi ayer en la gente, que gritaba en nombre de Jesús, pero algunos te maldecían, entonces tú no entiendes esa doble moral”, manifiesta la actriz Prisca Bustamante, quien interpreta en la obra a la madre superiora.

Ella se asustó, al igual que sus colegas, cuando aguardaba en el interior del establecimiento  porque la multitud empujaba a los municipales, lo que hubiese podido provocar la quiebra de los ventanales. Cuenta que el año pasado, cuando presentaron esta pieza no hubo este tipo de reclamos y considera que la situación estuvo en manos de fanáticos religiosos.

“Un cristiano conversa, no ataca, y si él dice ‘no, tú atacaste’, pues tu iglesia es mi iglesia, lleguemos a un acuerdo. Ahí está tu punto, lleguemos a un acuerdo, pudimos haber hecho cosas sin ofender a nadie”, comenta la artista de origen peruano.

La censura fue una inquisición
Julián Quintanilla, coautor de la obra, también fue uno de los que opinó en redes, mas quiso exponer su punto de vista a EL TELÉGRAFO.

“Para mí las imágenes de ayer de 50 personas decidiendo lo que se puede o no poner en un teatro es la inquisición”, expresó el artista español, quien corroboró el éxito que tuvo esta misma historia en Miami cuando fue presentada por la actriz Viviana Ruiz.  

“La obra simplemente habla de cómo la fe mueve montañas y de que es necesaria en el ser humano, por eso ante la fe y el hambre las monjitas del convento deciden utilizarla para poder ganar dinero y poder seguir viviendo”, reseña Quintanilla, quien aclara que es un católico bautizado y creyente de Dios.  

Al igual que Bustamante, apoya la idea de que quienes fueron y estuvieron de acuerdo en clausurar este espacio son fanáticos religiosos. Incluso dice que esta situación lo ha llevado a recordar a Federico García Lorca, asesinado en 1936.  

“Ayer se volvió a matar a García Lorca en la puerta de un teatro en Samborondón, y eso es una película de terror porque un señor en un despacho decidió mandar a la policía. Aquí, si habían 50 personas en la puerta reclamando, pues que reclamen, muy bien, se les escucha, pero que manden a la Policía y cierren un teatro sin motivo es igual al asesinato de García Lorca”, sentencia el autor al recordar que al escritor se lo asesinó por ser homosexual.

Dice sentirse “indignado” porque en este siglo se sigue tomando en cuenta prejuicios sobre el arte y anhela pronta solución y corrección a estos hechos que no dejan de ser un atropello “porque no tienen nada que ver con la religión ni con Jesucristo ni con Dios ni con nada”, puntualizó. (I)


Reacciones tras clausura fueron tendencia    
Las redes sociales sirvieron de espacio para la manifestación en contra de la clausura.

“¿Siglo 21? Clausuran el Teatro Pop Up por presentar obra Santo Prepucio, creo q’ no solo el prepucio es santo en el cuerpo de cada uno. ¿Qué derecho tiene la santa Inquisición en Guayaquil a juzgar obras de arte? El teatro ancestralmente es irreverente y radicalmente libre en todas sus expresiones”, dijo en su cuenta de Twitter el actor y director Christoph Baumann.

Mientras que la escritora María Fernanda Ampuero sugirió: “¿Y si hacemos crowdfunding para que monten El santo prepucio en otro lado y además de escribir nuestra indignación la usamos para algo útil? Si ellos hacen plantones, plantémonos nosotros también”.

En cambio, el actor Pedro Ortiz compartió un video de NatGeo sobre la historia de la reliquia.

El productor de televisión, Kevin Fernández prefirió crear una encuesta para conocer diversos puntos de vista.

Los usuarios con seudónimos que estuvieron en contra señalaron que la obra estuvo alejada del concepto de arte y cultura y la calificaron de vulgar, ofensiva, mediocre y de bajo nivel intelectual.

Paulina Padovani dijo no apoyar la clausura, pero se sintió aludida por considerarla una burla para su fe. (I)

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