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“No es lo mismo plagio, imitación o tributo”

“No es lo mismo plagio, imitación o tributo”
19 de septiembre de 2012 - 00:00

El quiteño Wladimir Chávez Vaca, residente en Noruega desde 2001 y Ph.D en Literatura por la Universidad de Bergen -una de las más grandes del país escandinavo-, ha trabajado los últimos años en el Colegio Universitario de Östfold, al sur de Noruega, y es profesor invitado en la Universidad de Nordland, al norte de esa nación, dictando clases sobre literatura latinoamericana, tema que al ser amplio él  delimita con ciertos textos y aprovecha para incluir algunos de Ecuador.

Su reciente visita, entre Quito y Guayaquil principalmente, es para colaborar en la investigación y selección de autores ecuatorianos para una nueva antología que el peruano Julio Ortega, profesor de estudios hispanos en Brown University, alista para Alfaguara sobre nuevos y jóvenes autores de Latinoamérica. Estará en Ecuador hasta este viernes.

Entiendo que en su Ph.D tiene una mención en literatura del plagio, ¿cómo define aquello?

Efectivamente, mi tesis doctoral tenía relación con el término plagio, en una propuesta que trataba de diferenciarlo del plagio visto desde lo jurídico que, de hecho, es distinto al de la tradición literaria; pero también es un concepto moral.
Entonces, a veces, es difícil hacer la división de un plagio meramente literario cuando la moralidad es implícita y, a veces, la legalidad también se toma de la mano con la tradición literaria. No siempre es así, pero eso puede ocurrir.

Mi idea era tomar el concepto de plagio y analizarlo desde la tradición literaria y sobre todo evaluar hasta qué punto un marco teórico con la propuesta del filósofo francés Gérard Genette, sobre transtextualidad -sobre intertextualidad, sobre la presencia de un texto en otro-, era, no legítima, pero aplicable en la práctica, y es una teoría obviamente que aporta -en general- a la idea de co presencia de textos, pero el concepto de plagio es -obviamente- una noción que podía redefinirse.

Entonces mi discusión era hasta qué punto se puede redefinir lo que planteaba Genette desde la tradición literaria, dado que en su obra se apoya mucho en la tradición y utilizar eso como punto de partida para una comparación de seis casos -seis posibles plagios-. Hasta qué punto esa teoría nos puede servir para dilucidar si cierto texto es un plagio o es una imitación, que no es lo mismo, o existe algún otro tipo de relación entre los textos.

¿Cuáles eran esos seis casos?

Eran textos que vinculaban a autores del calibre de Jorge Luis Borges, el mismo Ernesto Noboa Caamaño, Federico Andahazi; de escritores tal vez no tan escuchados como Emilio Berisso o Agustín Cuzzani, y de escritores también clásicos como Don Juan Manuel o Hans Christian Andersen. Entonces había cierta amalgama de nombres.

¿Cómo define el plagio luego de esa investigación?

La definición a la cual yo llego después de tomar en consideración la tradición literaria es que un plagio es, obviamente, la co-presencia de un texto en otro y esa co-presencia implica que existen elementos esenciales de un texto en otro y de alguna forma se oculta el texto fuente.

El plagio existe porque, de manera afectiva, se encuentra la noción de mala intención, entonces eso es distinto a la intertextualidad. Si hay un libro, por ejemplo, el Ulises de Joyce, que obviamente remite a la obra de Homero, no puede ser considerado plagio porque no hay mala intención en ese aspecto, pero si el texto obviamente utiliza lo mejor de otro texto -pueden ser frases literales, pueden ser elementos básicos, esenciales de otro texto y ocultan su fuente sin hacer nada distinto, sin transformar en un nuevo texto-, entonces estamos hablando de plagio.

Ahora el problema que siempre va a existir en todo tipo de definición de plagio es que todavía queda en manos del evaluador de qué manera aproximarse al término, de qué manera justificar que ciertos elementos son efectivamente esenciales o no, o de qué manera este segundo texto ha cambiado o no con respecto al primero.

Es un poco la discusión que va a existir, pero hay que admitir también que la originalidad no surge de la nada, existe gracias a que se toman elementos previamente existentes y se forma algo que se considera -digamos- un tanto novedoso. Pero ese es otro problema porque tiene relación con la manera en que el público considera a un escritor. Cuando el público se imagina el concepto de escritor, de autor, se imagina por ejemplo a alguien que hace algo nuevo u original, que no roba ideas.

Usted también vino al país para elaborar una selección de textos, ¿cómo es el trabajo para la antología de narradores jóvenes latinoamericanos?

Con el colega peruano Julio Ortega, profesor de la Universidad de Brown, hemos estado en contacto las últimas semanas, intercambiando opiniones, lo que él piensa sobre ciertos narradores y yo. Saldrá bajo el sello editorial Alfaguara.

Usted da cátedra en Noruega. ¿Con qué escritores ecuatorianos suele trabajar en sus clases?

Hemos trabajado con textos de Santiago Páez, últimamente con unos textos de Solange Rodríguez, con escritos de Raúl Pérez Torres y también con algo de Jorge Dávila Vásquez y algo de los modernistas, con Ernesto Noboa Caamaño.

Para la selección dependo de un poco del tema al cual nos enfocamos. Cuando hablamos de modernismo entonces elijo a Noboa Caamaño, sin embargo, aquí entra en juego lo que decía Borges, el criterio hedónico ante el cual no se puede argüir demasiado, entonces yo utilizo con mis estudiantes textos que a mí en lo personal me gustan. Mientras funcionen yo también les doy crédito, apoyo este tipo de textos para los siguientes semestres.

¿A los estudiantes cómo les resulta confrontar textos de autores latinoamericanos y de un país como Ecuador?

Bueno, la verdad es que les interesa por -en términos generales- los estudios de español, porque todavía la idea de Latinoamérica es algo exótica para ellos. También porque ha habido un pequeño boom de filmes españoles y de latinoamericanos que se proyectan en Europa, por la comida, la salsa y la música.

No es solo Ecuador sino toda Latinoamérica que es como atractiva para ellos. He trabajado los textos de Santiago Páez, sobre todo los de ciencia ficción, y a pesar de que podría estar un poco lejano “La de Yacha”, este texto que les gusta bastante o “Magnetrón súperhéroe”, les agrada  también  porque en el fondo también dice algo sobre la sociedad ecuatoriana y latinoamericana.

¿Por qué viajó a Noruega?

Terminé mi Licenciatura de Comunicación y Literatura en 2000. Tenía una profesora, Irene Torres, que se encargaba de periodismo y ella vivió un año en Noruega porque su esposo siguió una maestría en cine allá. Entonces me comentaron que había becas, me hablaron de la gente, de la comida. Escribí mi propuesta para trabajar con una maestría, la envié y me seleccionaron.

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