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Marilyn Manson: un hereje de tarima y la guerra entre fanáticos

Marilyn Manson: un hereje de tarima y la guerra entre fanáticos
14 de noviembre de 2012 - 00:00

Durante una conversación mantenida con una de las representantes en Quito de la organización del concierto de Marilyn Manson, pregunté si habían sido informados de alguna reacción por parte de grupos religiosos opuestos a la presentación alegando el corte supuestamente satánico de la banda. La respuesta que recibí fue: “No hemos sabido nada, pero si es así, mejor para nosotros, porque eso nos da más difusión”.

Como buen artista dramático, este ‘hijo’ nominal de Marilyn Monroe y Charles Manson es un brillante actor que interpreta a un andrógino rock star. Es muy hábil para vender su imagen de chico malo, sobre todo entre el público adolescente, y a esto se debe, entre otras cosas, que haya solicitado un cuarto con paredes negras y lechugas congeladas al equipo de la producción.

Heredero del glam rock, del post punk y del heavy metal, el estadounidense Brian Hugh Warner, nombre real de Marilyn Manson, es multiinstrumentista, compositor talentoso y letrista inteligente. Pero, actos como el suyo ya lo hicieron en los setenta, ochenta y noventa Alice Cooper, KISS,  Ozzy Osbourne, Ángeles del Infierno, David Bowie, Nine Inch Nails… Y, siguiendo esa misma línea, sus espectáculos no empiezan cuando comienzan sus conciertos.

El show que se sube a la tarima es la parafernalia de toda su vida pública y los conciertos no son más que obras músico-teatrales donde se ofrece el ritual de mostrar a la estrella, al personaje: el ‘Príncipe de las Tinieblas’, ‘El Reverendo’... Estas puestas en escena lucen recargadas de una importante dosis plástica, pues, además, Hugh Warner pinta cuadros y los exhibe en su propia galería en Los Angeles. 

El equipo logístico que está detrás del ‘frontman’ es todo un aparato de mercadeo de imagen que rebasa con creces las virtudes del músico como creador de canciones, hasta lograr un producto artístico final que roza, más bien, lo virtual, y que técnicamente lo abarca (o pretende abarcarlo) prácticamente todo.

Escena Eventos, empresa encargada de la producción en Quito, envió días atrás un comunicado a los medios locales en el que decía: “Se les recuerda que los requerimientos de la empresa (…) para la entrega de las acreditaciones pertinentes a cubrir el evento de Marilyn Manson es necesario haber realizado una nota previa (reportaje, noticia, crónica, etc.) sobre la vida artística de Marilyn Manson en sus respectivos programas” (sic). Todo es parte de la construcción del personaje.

Horas antes del espectáculo de ayer, alrededor del recinto había ya largas filas de fanáticos esperando. Mientras tanto, en los muros aledaños aparecieron cartelitos improvisados en los que se podía ver la imagen de Manson junto a leyendas como: “Antes que hables yo cancelo toda maldición en nombre del propósito del Reino de Dios”, o como: “¡Antes que cantes y decretes yo cancelo los decretos! Y te declaro bajo los pies de Jesucristo, SEÑOR DE SEÑORES”.

Y es que Marilyn Manson utiliza un discurso antirreligioso como estrategia de convocatoria y ventas a costa de las reacciones de grupos religiosos fundamentalistas. Una especie de guerra entre fans que da jugosos resultados desde 1993, cuando el cantante fue ‘descubierto’ por otro vocalista visionario, el de Nine Inch Nails, Trent Reznor, dueño de la disquera Nothing Records.

Reznor vio la mina de oro en un músico atrevido, histriónico e irreverente y decidió producir su primer disco: Portrait of an american family, que alcanzó más de medio millón de copias vendidas. Lo que vino después es historia conocida: la fórmula había dado resultado y pocos años más tarde, el cover de Eurythmics, Sweet Dreams (are made of this) había conquistado la señal de MTV, símbolo de la mercantilización exacerbada de la música popular occidental a través del videoclip.

En apariencia, hablar de Manson es hablar de un cultor de lo grotesco, pero su estética musical y visual es la negación absoluta de lo que sí representan, incluso filosóficamente, géneros extremos como el gore, el death, el doom o el black metal. Ciertamente, el guión de la gran obra teatral y ‘sacrílega’ de Manson provoca, suscita, en cuanto a temas de género, política y sexo, y este relato es el insumo ideal para la construcción de un hereje de tarima.

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