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El Telégrafo
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Lou Reed: adiós al beat de cuero y lentejuelas

Lou Reed: adiós al beat de cuero y lentejuelas
29 de octubre de 2013 - 00:00

El pecado fue locura, ves 
no se culpen por eso 
una extraña niñez, es verdad 
pero nada se puede hacer con respecto a eso. 
El futuro es igual para todos.
Lo encaramos como podemos 
y no hay nada malo con tener miedo, 
eso prueba que eres un hombre

La desaparición física de Lewis Allen “Lou” Reed (2 de marzo de 1942 – 27 de octubre de 2013) puede ser leída como el inicio del fin de los grandes maestros del rock, aquellos que se inyectaron todos los abismos durante décadas, pero que sobrevivieron para convertirse en íconos culturales y maestros zen. Lou, el pálido niño judío al que sus padres conectaron a la máquina de electroshocks para corregir su camaleónica sexualidad y proverbial devoción por la música de los negros, no solo fue -es- el punto de partida del rock alternativo propiamente dicho y uno de los mayores bardos de su generación.

Sus letras pobladas de transexuales, paranoia y drogas duras resultaban indigeribles en los 70’s con sus políticamente correctos cantantes flower power que pensaban que hacer rock era un pretexto para ligar chicas y surfear, pero el atemporal Lou Reed obtuvo su revancha definitiva un cuarto de siglo después, cuando los proletarios post punk y grunge que distorsionaban guitarras y construían suicidios, lo encumbraron como su padre espiritual. También influyó la cruel escena de Trainspotting, donde un ataúd se traga a Mark Renton –y con él, a toda una generación- al son de “A perfect day”. Si bien el mismo Lou Reed manifestaba que dicha canción habla de la heroína, prefiero el acercamiento romántico que realiza Nick Cave a la poética de Lou:

“Son las oscuras líneas del tercer verso, ‘pensé que era alguien más, alguien bueno’, lo que transforma esta canción del sentimentalismo en la obra maestra de la melancolía que es. Estas líneas no duelen solamente por el fracaso y la vergüenza, sino que nos recuerda en términos más generales la naturaleza transitoria del amor: que él tendrá su día ‘en el parque’ pero, como cenicienta, debe regresar a medianoche al hollín y a las cenizas de su mundo desencantado; debe regresar a su antiguo-yo, a su yo-malo. Es fuera del vacío donde esta canción reverdece, vestida en pérdida y extrañamiento”2.

Aunque nunca publicó una novela propiamente dicha, varios de sus discos siguen una línea narrativa. El mejor ejemplo podría ser el oscuro Berlín de 1973, donde se cuenta el ascenso y caída de una pareja de adictos por los tugurios germanos. Lo urbano marca la pauta en su casi treintena de discos de estudio; resulta imposible entender a Reed sin Barcelona, Berlín o Londres, pero es su natal New York el germen de esa visión cosmopolita que se aprecia en sus trabajos.

Su último disco en solitario, Hudson river wind meditations del 2007, puede ser leído como la firma de un armisticio entre Lou y la corrupción urbana. Ya no son putas y traficantes quienes habitan la New York de Lou… es el río que limpia y absuelve a la Babilonia del Norte. La furia ha dado paso a la contemplación, lo cual no resulta extraño, pues para dicha época su afición al yoga y problemas hepáticos le advirtieron que La Barca de Caronte se acercaba a velocidad alarmante.

No puedo dejar de mencionar el disco clave en su trayectoria solista: Transformer de 1972.

Producido por David Bowie, en dicha obra Reed consigue desprenderse de la pesada mochila de haber sido parte de los perturbadores Velvet Underground, el producto ancla de la fábrica warholiana en el barrio Village.

Las malas lenguas dicen que este acercamiento se produjo gracias a la ambición de Reed, quien solamente quería subirse a la ola del glam pop para ganar dinero –Velvet Underground no fue rentable económicamente, Andy Warhol alimentaba a Reed y compañía para evitar que mueran de inanición- y abandonar el infame trabajo de mecanógrafo en la empresa familiar.

Pero al juntarse con Ziggy Stardust, se produjo una transformación en la misión de Lou. Adoptó el discurso andrógino de su mentor, pero mientras Bowie peleaba con arañas marcianas, Lou le dio un enfoque terrenal y ácido. Saturó con lentejuelas sus chaquetas de cuero negro –prenda con la cual se identificaba a quienes ejercían la prostitución masculina-, maquillaje japonés, y ya no se enojaba cuando le recriminaban por desafinar en la guitarra. Este nuevo Lou Reed en una entrevista dijo:

“Se dice que los Velvet Underground no vendieron muchos discos, pero que ese reducido grupo de personas que compraron alguno, terminaron iniciando una banda… no sé si sea verdad… nunca me importó la credibilidad, excepto la mía. Siempre pensé que éramos los mejores y todavía lo pienso”.

Actitud desafiante ante la industria musical, que le llevó a crear en 1975 el que para muchos es el disco más insoportable de la historia del rock: Metal Machine Music, donde aplica –para disgusto de su disquera- avant noise y música concreta, haikus incomprensibles y diseño industrial Warhol dixit. Obviamente el disco fue un rotundo fracaso en ventas, pero Lou ya estaba por encima del bien y del mal:

Dejó las drogas a inicios de los 80 y aunque muchos extrañaban al salvaje Lou que iba a los conciertos para insultar a otras bandas e inyectarse gratis, el nuevo Lou –en perpetua transmutación- ganó en profundidad. Volvió a juntarse con el ecléctico pianista galés John Cale3 y revivieron al recientemente fallecido Andy Warhol a fuerza de poesía.

Estoy harto de la astrología, digo 
del I ching y el misticismo. 
¿quién necesita heroína y metadona 
mientras práctica yoga? No más miradas beatíficas 
mesías químicos 
y roedores del underground. 
Burlándose bajo túnicas 
hay cuerpos atormentados y dispuestos a destruir, 
más allá de los esquizoides en el mundo de la cuadrofenia. 
demasiadas cabezas atormentadas, digo. 
menos pelo y menos glamour.

Como referentes literarios de Lou, podemos citar a la generación beat, de la cual –sin proponérselo- terminó siendo parte gracias a sus amigos Delmore Schwartz y Allen Ginsberg, a Edgar Allan Poe 5, Jean Genet, Nelson Algren, Arthur Rimbaud y muchos otros. Ese rico bagaje literario no solo le permitió ser uno de los mejores letristas de la historia del rock, sino que le valió reconocimiento público como poeta maldito, etiqueta que solo adquiere sentido en verdaderos monstruos de las letras como aquel que desde el domingo dejó de take a walk on the wild side para dirigirse –en féretro- hacia la eternidad.

1 Fragmento del poema “Desechado” de Lou Reed.

2 Cave Nick, Cátedra sobre la canción de amor, conferencia en Atelierhaus der Akademie der bildenden Künste, Viena, 2012.

3 Cale y Reed fueron los miembros fundadores y cerebros de Velvet Underground. También conformaban la agrupación Sterling Morrison, Maureen Tucker, –al inicio- la vocalista teutona Nico, y como mecenas, a Warhol.

4 Poema “A mí también me gustan las lentejuelas” de Lou Reed.

5 En el 2003 publicó “The Raven”, disco tributo a Poe, donde Lou convierte los cuentos del autor bostoniano en canciones.

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