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“Los fabricantes de fanáticos tienen el trabajo fácil con el hombre inculto”

El autor escribe diariamente, eso los libera “de la mala conciencia haber estado un día sin rendir, sin trabajar”, dice.
El autor escribe diariamente, eso los libera “de la mala conciencia haber estado un día sin rendir, sin trabajar”, dice.
Foto: Juan Carlos Hidalgo / EFE
06 de marzo de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura y Agencia EFE

El escritor español Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) considera que sin palabras las personas están perdidas. El autor de Patria confronta este hecho con los especialistas “en la fabricación de fanáticos”, que “tienen muy fácil (hacer su trabajo) con el hombre inculto”.

El dominio de las palabras es liberador, asegura Aramburu en una entrevista con la agencia EFE sobre la presentación de su nuevo libro. Recuerda también que llegó a la literatura porque “las palabras eran baratas (...) Yo vivía en el arrabal, mi padre era obrero de una fábrica. Mi madre era ama de casa, no había libros. Intenté primero, por medio del deporte, no repetir el destino laboral y social de mis padres, pero descubrí los libros, y esa fue la carta que jugué”, relató.

Tras vender más de 700.000 ejemplares de la novela Patria, Aramburu presentó ayer, en el Instituto Cervantes de Madrid, Autorretrato sin mí, un conjunto de textos, “monólogos” en los que “echa una mirada” hacia lo que lo constituye como ser humano, una confesión.

La trama de Patria se inicia el día en que el grupo subversivo ETA anunció, en octubre de 2011, el cese de su actividad armada y ahora, respecto a su supuesto final definitivo, el autor sostiene que, si la banda se disolviera realmente, “se podría hablar del final de un lamentable, triste y sangriento período histórico” en España. Contribuiría “a favorecer la reposición de los lazos sociales”, insiste el escritor.

“Este hecho tendría una repercusión pedagógica muy positiva en la sociedad vasca. Por fin nos habríamos librado de esta fiera (...) La mera existencia de ETA es terrorismo aunque no actúe”, dice el autor donostiarra.

Afincado en Alemania desde hace tres décadas, Aramburu explica que desde allí tiene la sensación de que España está muy ocupada con temas internos, “de vecindario”, y de ser un país “mal avenido”, donde hasta los partidos más cercanos “se llevan a matar”, como si fueran “unos gobernantes histéricos”. Por eso, cree que en su país natal no se habla tanto de temas internacionales, como los nacionalismos que surgen en otros países europeos ahora que, concluye, “se están formando nubes negras en el horizonte”.

En Autorretrato sin mí recuerda su infancia y a sus padres, habla del amor, de los hijos y las alegrías y las angustias que componen la vida de todos ellos. El libro no es el resultado de un proyecto deliberado: “la mayor parte de las piezas las escribí lejos del escritorio, fuera de casa, durante viajes, en sitios insólitos para la escritura”, anticipó. Fueron momentos en los que se aislaba, tomaba un vino y recuperaba “aquella disposición que tenía de joven cuando escribía poemas”.

La “verdad personal” que enseña Aramburu no es su biografía, la historia “de un señor que se dedica a escribir y leer y al que no le pasan grandes cosas”, sino que son asuntos que afectan a todo ser humano expresados en un lenguaje cincelado con intención poética y humor. (I)  

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