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Realizadores, productores, cinéfilos y curiosos compartieron diez días de cine

Los EDOC marcaron el pulso cultural de Quito (CARTELERA)

Varios espectadores hacían fila el domingo desde las 14:00, en el cine OchoyMedio de Quito, esperando conseguir tickets para las últimas funciones del festival EDOC. Foto: Andrés Darquea | El Telégrafo
Varios espectadores hacían fila el domingo desde las 14:00, en el cine OchoyMedio de Quito, esperando conseguir tickets para las últimas funciones del festival EDOC. Foto: Andrés Darquea | El Telégrafo
03 de junio de 2014 - 00:00 - Redacción Cultura

Un festival de documentales es capaz de lograr lo que no ocurre en ningún otro momento del año:miles de quiteños repletan las salas independientes de Quito -que el resto del año tienen una concurrencia baja- para ver un cine distinto.

Encuentros del Otro Cine reunió en Quito, entre el 22 de mayo y el domingo pasado, 120 documentales (19 de los cuales son producciones o coproducciones ecuatorianas, un récord histórico para la muestra), 11 invitados internacionales que participaron de charlas, debates y clases magistrales y 21 realizadores ecuatorianos, o residentes en el país, con los que el público pudo dialogar y debatir después de cada proyección.

Este año, más que nunca, se apreció el impacto que el festival tiene en la ciudad. Durante los diez días que duró la muestra se pudieron ver largas filas en las inmediaciones de las cuatro sedes principales: OchoyMedio, Incine, Flacsocine, y la sala Alfredo Pareja Diezcanseco de la Casa de la Cultura.

En esta edición, la decimotercera del EDOC, se agregó por primera vez una quinta sede en Cumbayá con una función diaria, lo que evidencia su consolidación como uno de los eventos culturales más importantes del país. Los precios de las entradas oscilaron entre $3 y $4,80, dependiendo de la sala, con descuentos especiales para discapacitados, estudiantes y tercera edad. Hubo la opción de comprar un ‘pasaporte’ por $30, que daba acceso ilimitado a tantas proyecciones como su portador quisiera.

Paralelamente, el festival llegó a distintos barrios de la capital con proyecciones especiales. Se exhibieron documentales nacionales como ¡A un dólar, a un dólar! y Carlitos, en un intento de democratizar el acceso a la programación a todo tipo de público.

La disposición de las sedes principales genera un circuito en el cual el barrio la Floresta, donde están Incine y OchoyMedio, se convierte en el epicentro del festival.

Estas salas están a dos cuadras de distancia, lo que permite al espectador ‘saltar’ de un lugar a otro sin problema y provoca, por rebote, que bares como Cafetina (en el OchoyMedio) y la Cleta (junto al Incine), se llenen de cinéfilos que entre película y película se toman una cerveza o un café mientras conversan sobre lo que vieron.

Esto también promueve una convivencia entre el público, los organizadores y los realizadores:todos comparten los mismos espacios, generando un diálogo informal más allá de las salas de cine.

Durante los diez días que duró la muestra en Quito, la rutina del festival arrancaba antes de las 14:00. A la hora en que el OchoyMedio abría sus boleterías ya había filas de espectadores ávidos de canjear sus entradas para disfrutar del menú del día. Entre las 17:00 y las 21:00 era prácticamente imposible encontrar un parqueadero libre en los alrededores del cine, y decenas de bicicletas se apilaban en una esquina del edificio, en la calle Valladolid.

Las entradas para los documentales de mayor impacto -como los filmes de Helena Trestíková, que conformaban la retrospectiva de este año, o aquellos que llegaban con una trayectoria de premios y festivales en el extranjero como The Act of Killing y Stop the Pounding Heart- se agotaron con varias horas de anticipación.  

Se registraron aglomeraciones y algo de caos. De alguna manera, el festival ha desbordado sus propias expectativas. A pesar de que ha venido consolidándose desde hace trece años y está previsto que año a año crezca la concurrencia, el impacto de esta decimotercera edición fue imprevisto. Incluso se agregaron funciones a último minuto para documentales que tenían alta demanda. “La estrategia de comunicación del festival fue mejor, mucho más agresiva, sobre todo en redes sociales. El financiamiento llegó a tiempo y eso fue fundamental”, asegura Manolo Sarmiento, director de la muestra.

Este año, el Consejo Nacional de Cine decidió, por primera vez, destinar recursos al festival sin concurso previo, ya que ha demostrado su relevancia para el público durante los últimos años. La entidad entregó 50.000 dólares al EDOC, un 25% del presupuesto total, según Sarmiento.               

Alejandra Gaitán, entusiasta del cine, asiste al EDOC desde hace tres años. Para ella fue evidente el crecimiento en la afluencia del público, en comparación con ediciones anteriores. “Este año había muchísimo más público, las salas se agotaban y los espacios quedaban chicos para la cantidad de gente que quería entrar.  Me quedé sin ver algunos documentales por la falta de capacidad”, asegura Gaitán, que asistió a 13 proyecciones a lo largo de la muestra.

Tanto Manolo Sarmiento, director del festival, como su productora, Marta Játiva, coinciden en que 2014 es el año que más público han recibido. Hasta el jueves pasado registraron alrededor de 9.000 espectadores, solo en Quito. La cifra exacta, considerando la afluencia de los últimos tres días de festival y la concurrencia de Guayaquil, se dará  a conocer en los próximos días.

La forma en que se vive el festival cambia diametralmente entre Quito y Guayaquil. Esto se debe, en gran parte, a un menor interés del público del puerto y en la falta de respaldo al evento por parte de la alcaldía de Jaime Nebot. “Este año, el apoyo de la ciudad al festival ha sido de 0 dólares”, sentenció Alfredo Mora Manzano, uno de los programadores de la muestra, durante la inauguración en Guayaquil.

Mientras Quito tiene 5 sedes, en Guayaquil solo se habilita una sala para el EDOC. Se trata del MAAC Cine, con capacidad para 350 personas. Esta sala, la única independiente de la ciudad, permaneció cerrada durante cinco meses y reabrió sus puertas para el festival.

En la capital se proyectaron alrededor de 20 películas por día, mientras que en Guayaquil entre 3 y 4 funciones diarias, lo que impide la proyección de la totalidad de la programación. Entre semana la sala no se llena, mientras que el sábado y el domingo creció la concurrencia.

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