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Samuel Blixen reflexiona sobre el rol de los medios en una época influenciada por la inmediatez y las redes sociales

“Las leyes de comunicación limitan manipulación de grandes medios”

Samuel Blixen, periodista uruguayo. Ha trabajado en los principales diarios de Montevideo y en varias revistas. Integró el Sindicato de Periodistas y militó en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Foto: Fernando Sandoval│El Telégrafo
Samuel Blixen, periodista uruguayo. Ha trabajado en los principales diarios de Montevideo y en varias revistas. Integró el Sindicato de Periodistas y militó en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Foto: Fernando Sandoval│El Telégrafo
23 de marzo de 2014 - 00:00 - Redacción Cultura

Con una amplia trayectoria política y periodística, el uruguayo Samuel Blixen García llegó a Quito para ser jurado en el concurso de Crónica Periodística organizado por Ciespal. Durante su breve estadía, el exmilitante del Movimiento de Liberación Nacional - Tupamaros reflexionó sobre la profesión que le apasiona desde los 16 años.

En pleno auge de las TIC, que permiten a cualquier ciudadano transmitir información en tiempo real, ¿qué rol asumen los medios de comunicación?
Sé que en Ecuador el Twitter tiene un enorme peso político, lo que no ocurre en mi país -personalmente reniego de Facebook u otras redes sociales-. Creo que todas las formas de intercomunicación tienen la facilidad de la inmediatez, pero tengo la sensación de que también fomentan la superficialidad y el exhibicionismo. Quizá sea porque soy muy viejo -este año cumplí 70-, pero no comprendo por qué colgar en Facebook hechos cotidianos, me parece un sinsentido. Aparte de eso, creo que cada vez hay un rol más acentuado de los medios de comunicación, sobre todo, de los grandes:  televisión y prensa escrita, que, de alguna manera, han dividido el trabajo. La televisión -a mi juicio- tiende a convertir la comunicación en un divertimento total, incluso de las noticias, y eso conlleva a la superficialidad, a creer que la noticia es como un clip donde el espectador recibe las imágenes y el audio de forma pasiva. Y por otro lado, la prensa escrita, como no puede competir con la información de actualidad, se convierte en el espacio de la reflexión y el análisis en profundidad y con contexto, un producto que enriquece el conocimiento del lector.

¿En esa fluidez constante de información, los medios están priorizando la inmediatez sobre la veracidad?
Podría decir que televisión y prensa son complementarios (...), pero la realidad es que la televisión se ha convertido en la gran  maquinaria de manipulación de la información y la comunicación, basados en premisas ideológicas. Esa es mi opinión en términos generales, pero no quiere decir que no haya propuestas distintas desde los medios estatales o comunales. Sin embargo, la televisión nos está acostumbrando a que todo sea una telenovela y los hechos, por más graves que sean, también comparten la superficialidad de la telenovela.

Hay quienes afirman que los medios construyen ciudadanía, pero si convierten todo tipo de información en  una telenovela, ¿cuánto aportan al debate social?
No lo hay, la televisión no fomenta la participación. En mi país las televisoras -generalmente en manos de grandes empresarios- dedican casi el 40% del informativo a noticias policiales: accidentes de tránsito, asesinatos, robos... ante la actitud pasiva del espectador y, en medio de eso, está el discurso de la inseguridad. Pero cuando ocurren crímenes atroces, es la misma televisión la que moviliza a la gente en una suerte de promoción del linchamiento y la indignación es tal que la gente quiere hacer justicia por mano propia. Es decir, la televisión manipula la participación ciudadana. Por eso creo que la televisión cumple un rol político ideológico cada vez más acentuado. Ejemplo de ello es lo que ocurre en Rusia y pasó antes en Irak o el golpe de Estado en Venezuela, donde las televisoras tuvieron la capacidad de manipular imágenes para que los muertos fueran adjudicados al gobierno de Hugo Chávez. ¿Dónde está la contravacuna? Creo que los grandes medios escritos también comparten de algún modo esa estrategia y habría que ver hasta dónde son  un instrumento de información veraz para la gente.   

¿Cuánto ayudan los medios alternativos -incluidas las redes sociales- cuando el vértigo de la inmediatez hace que la información se distorsione en función de quien la difunde?
Es cierto que hay algunas formas de comunicación alternativa que surgen desde la  web, pero también hay otras publicaciones, por ejemplo, The Guardian de Londres, el único que difundió la manipulación de las comunicaciones presidenciales, lo que desató una crisis diplomática que no esperaban. Y aunque  ejemplos como The Guardian son minúsculos en relación con los demás medios, cumplen esa función. Pese a que no tienen la capacidad de cubrir todos los frentes, se trata de periodistas dedicados a investigar y siempre encuentran alguien que lo publicará. Esos periodistas independientes, que muchas veces trabajan en un medio por un salario, pero  se toman el trabajo para investigar,  hacen la diferencia.

Parecería que existe una tendencia internacional por regular a los medios y eso genera gran resistencia como ocurre ahora  en Londres y hace poco en Perú. ¿Es necesaria una ley?
Tengo una doble posición al respecto. Siempre les digo a mis estudiantes que en periodismo deben comprometerse  con la verdad, un compromiso que los podrá confrontar con las empresas donde trabajen. En ese sentido, cualquier norma que limite mi independencia yo la sentiría como un estorbo, si como periodista tengo claros los criterios éticos. Pero por otro lado, creo que las leyes de comunicación van a limitar la manipulación de los grandes medios y la forma en que muchos periodistas están sometidos a la presión para autolimitarse en sus tareas. En Argentina, aquí (en Ecuador), en Venezuela y Brasil, esas leyes son resistidas precisamente por atentar contra la libertad de esos grandes monopolios de la información para hacer lo que quieren. Entonces hay una reacción que surge desde los empresarios, pero habría que escuchar a los periodistas. Me parece gracioso escuchar -como oí aquí- que la ley les impide trabajar con objetividad, pero yo me pregunto ¿dónde estuvo esa objetividad antes? (...) Estas leyes son impulsadas por gobiernos denominados de izquierda, progresistas, no tradicionales, pero no existió jamás una reacción de los mismos medios cuando los gobiernos dictatoriales aplicaron políticas represivas contra los periodistas sobre lo que se publicaba o no en los medios. En mi país (Uruguay) tuvimos 12 años de dictadura y la censura a los medios era total, solo lo oficial, y los medios nunca dijeron nada. Eso me lleva a sospechar sobre la reivindicación que hacen los medios sobre la libertad de prensa. No les creo realmente.

Su vida ha transcurrido entre la militancia y el ejercicio periodístico, entonces vale reflexionar sobre ¿hasta dónde el periodista juega un rol político?
Tendríamos que definir el concepto de político  porque  creo que no es bueno para el periodista -o debería ser ecuánime- estar involucrado en la actividad política. Un político funciona bien como militante, pero no como periodista. Es decir, podrá convertirse en una voz pública que propaga una tendencia, pero no es periodista. Pero en realidad creo que todo periodista es político. No existe la posibilidad de que un periodista esté en una bola de cristal, incontaminado, mirando la realidad y contándola objetivamente, simplemente porque somos seres humanos con una historia detrás. Pese a ello, el periodista tiene la capacidad de contar la realidad, aunque choque con sus convicciones. Yo me considero un periodista de izquierda, de manera que veo a los grupos económicos y de derecha como un ave carroñera tratando de ver qué cosa fea tienen para investigar. Para mí es importante que cuando el periodista investiga o denuncia sea capaz de decirle al lector cuál es su punto de vista, porque lo peor que puede pasar es que uno le diga a la gente “yo no estoy casado con nadie” y sea la gente la que note que uno estaba casado con alguien.

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