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El Telégrafo
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La piel es el lienzo más delicado para el arte corporal

La piel es el lienzo más delicado para el arte corporal
29 de julio de 2013 - 00:00

La vibración de decenas de máquinas para tatuar fue la señal que dio por inaugurada la V Convención de Quito Tatuado.

El pasado viernes, el Centro de Exposiciones Quito se convirtió en un megaescenario que reunió a más de 5.000 visitantes a diario.

El evento, que duró tres días, dio como resultado cientos de tatuajes en diversos cuerpos masculinos y femeninos, y fue el deleite de los visitantes, entre ellos, amantes de los tatuajes y quienes asistieron por curiosidad para entender un poco más de este arte corporal que se ha convertido en un elemento de adorno corporal desde sus orígenes.

“Tátau”, “tatouage”, “tattoos” o “tatuaje”

El tatuaje es una de las prácticas artísticas, corporales  y culturales más antiguas de la humanidad.

Desde la Edad de Piedra hasta nuestros días, la simbología, tradiciones y ritualidades en torno a los tatuajes se convirtieron en objetos de estudio que apasionan cada vez más a cientistas sociales y a los que ven en los tatuajes formas alternativas de plasmar vivencias y estilos de vida alternativos a través de sus cuerpos.

Según estudios realizados por varios antropólogos extranjeros, la palabra “tatuaje” posiblemente proviene del samoano “tátau”, que significa marcar o golpear dos veces (en referencia al método tradicional de aplicar los diseños o plantillas).

Se incorporó al español a través del francés “tatouage”. Según se explica en antiguos diarios historiográficos, fueron los marineros que en el Medioevo viajaban por el Pacífico quienes encontraron a los samoanos, y quedaron fascinados por sus tatuajes, pero equivocadamente tradujeron la palabra “tatau” como “tatuaje”.

Marineros  de la Edad Media se fascinaron con los tatuajes que descubrieron en las tierras de samoanosEn varias culturas alrededor del mundo, el tatuaje se convirtió en una práctica corporal cuyas significaciones y ritualidades estaban muy cerca de prácticas religiosas, místicas, mágicas y estéticas.

Polinesia, por ejemplo, es reconocida por  ser una de las pocas regiones del mundo en poseer la tradición tatuadora más amplia de la humanidad.

Las diferentes tribus polinesias utilizaban el tatuaje como ornamentación corporal, sin que por estos perdieran su fuerte sentido comunal. El tatuaje comenzaba a temprana edad y se prolongaba hasta que no quedase región del cuerpo virgen de pigmentos. De esta manera se lo utilizaba para identificar a un individuo de otro. Además, indicaba el paso de la adolescencia a la madurez.

Más allá de su sentido estético, el tatuaje confería jerarquía y propiciaba el respeto comunal a quien los llevaba en su piel: cuanto más tatuado estaba alguien, más respeto se le debía. De manera particular, los maoríes, tribu de la región, utilizaban el tatuaje para la batalla. Los dibujos que llevaban en la piel contribuían a su famosa estrategia de asustar a sus enemigos.

De esta manera, la práctica de tatuar se desarrolló durante siglos  y alcanzó un punto cumbre cuando las tribus  perfeccionaron técnicas que incluían figuras geométricas.

Corporalidades alternativas

En su trabajo Utilizando el cuerpo: una mirada antropológica del tatuaje, la investigadora uruguaya Valentina Bruna cita al reconocido teórico social Marcel Mauss, que se refería a “las técnicas del cuerpo”.

Mauss había visto que “en cada sociedad, los sujetos utilizan diferencialmente sus cuerpos, hábitos que más que variar entre individuos, cambian entre culturas, sociedades, subculturas, otros”, detalla Bruna.

Es que en la contemporaneidad, el tatuaje se ha convertido en un fenómeno que involucra a sujetos cada vez más jóvenes.

Diversas estéticas empiezan a emerger bajo esa necesidad de los sujetos por apropiarse del sentido de su propia existencia. Es por ello que se han configurado ritos y ritualidades en torno al cuerpo y su configuración estética que permite fusionar elementos subjetivos y contemporáneos, ejemplo de ello son los tatuajes, perforaciones y modificaciones corporales.

La ritualidad en el tatuaje

Dentro de este contexto, el tatuaje es un fenómeno que constituye una de las maneras en que las culturas reflejan cierto estado de los sujetos, a través de sus propios cuerpos, por medio del trazado doloroso de signos con determinados significados.

Es por ello, que el dolor se ha convertido en un rito de paso para todos quienes desean modificar sus cuerpos, no solo a través de los tatuajes, tomando en cuenta que las cirugías estéticas también son parte de estas nuevas formas de construir las corporalidades y cuerpos contemporáneos.

Para Esteban Coloma, de 21 años de edad, los tatuajes que lleva en su piel se han convertido en el soporte sobre el cual ha edificado su identidad y ciudadanía.

Así, Esteban concibe al tatuaje como una manera artística de expresar un sinnúmero de emociones y vivencias personales que han marcado su existencia.

Cicatrices y huellas corporales: historias de vida

El propio cuerpo es “una forma particular de experimentar la posición en el espacio social”, dice Pierra Bourdieu en Notas provisionales sobre la percepción social del cuerpo (1986).

La fugacidad de la vida contemporánea ha obligado a los sujetos a encontrar nuevas formas de expresión que dejen una huella de su paso por este mundo.

Según otra asistente, Paola Guayasamín, cada uno de sus tatuajes -varios por cierto- cuentan una parte específica de su vida: el dolor, el amor, la rabia, la alegría y una diversidad de emociones que ha podido experimentar a lo largo de su vida, se narran a través del lienzo corporal que decidió pintar hace ya más de quince años.

Fragmentos de Antropología sobre tatuajes

Riesfeld (2004) considera que las sociedades posmodernas fallan en la construcción de un tejido social que haga sentir a los sujetos incluidos. Prácticas como el tatuaje no son legitimadas  y no forman parte de la visión hegemónica [...], el ver el estado actual de las cosas como “normales” a partir de una visión impuesta por una parte de la sociedad (Gramsci, 1987).

Así, la configuración del sujeto debe entenderse como una estrategia más para lograr el control de los individuos (Foucault, 1976).

Los cuerpos son socialmente construidos y transformados en cuerpos útiles para la perpetuación del orden social.

Como señala Turner (1989): el cuerpo es un objeto de poder, producido para ser controlado, identificado y reproducido.

Para Nievas (1998) esto se logra a partir de los cuerpos “normales”, que se ajustan a las normas que rigen la conducta de las acciones de los cuerpos, pues “el comportamiento corporal resulta de la incorporación de las normas” (Picard, 1986).

En el marco de lo anterior, Bourdieu (1986) define el cuerpo como un producto social cuyas propiedades distintivas se deben a sus condiciones sociales de producción, donde los sujetos se equiparan desigualmente para adecuarse a la representación naturalizada y por ende legítima, de la sociedad (como consecuencia de una distribución desigual de capitales).

*fragmento de la investigación “Utilizando el cuerpo: una mirada antropológica del tatuaje”, de la uruguaya Valentina Bruna

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