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El Telégrafo
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La naturaleza entra en “crisis” en una muestra

Muchas de las obras expuestas proyectan una imagen ambigua -entre tétrica, encantadora y sospechosa- en relación a las naturalezas que representan.
Muchas de las obras expuestas proyectan una imagen ambigua -entre tétrica, encantadora y sospechosa- en relación a las naturalezas que representan.
Foto: Fernando Machado / El Telégrafo
24 de noviembre de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

Dos fotografías de Vicente Muñoz en las que la naturaleza aparece alterada por un intenso color rojo seducen al espectador por la belleza desbordante del paisaje que se proyecta, pero a la vez esas mismas imágenes intimidan por la reminiscencia a los bosques rojos de Chernóbil.

Además, ese aire de recelo se acentúa por la forma cómo están retratados los paisajes, como si fueran horizontes encantadoramente apocalípticos. Para este proyecto el artista utilizó una técnica de fotografía aérea para detectar armamento bélico en territorio enemigo.

Esta obra abre la muestra colectiva El ocaso de la naturaleza, que es una de las exposiciones paralelas a la XIV edición de la Bienal de Cuenca, que se inauguró este viernes 23 de noviembre.

La inauguración de este trabajo que pone en “crisis” las representaciones de la naturaleza, en medio de un entorno agresivamente antropocéntrico, se realizó el pasado miércoles y estará abierto hasta febrero del siguiente año.

Ana Rosa Valdez, Gabriela Cabrera, Gabriela Chérrez y Gabriela Fabre fueron las curadoras de la muestra que se exhibe en el Salón del Pueblo.

“Aunque el imaginario de la devastación nos atraviesa, en esta exposición abordamos un ocaso distinto: el del propio concepto de la naturaleza, que fue fundamental en las sociedades modernas para definir una identidad humana en oposición a un otro natural, en el que incluimos, de manera homogénea, la diversidad de organismos vivos del planeta”, escribe Ana Rosa Valdez en el texto curatorial de la exhibición que reúne 16 trabajos.

Seguido de la obra de Muñoz aparece la propuesta de Juana Córdova, quien hace una instalación con conchas del caracol africano, un molusco que fue introducido en América Latina para la industria cosmética y alimenticia, pero que ha devorado ecosistemas naturales.

La artista utilizó el 70% de conchas encontradas vacías y el 30% restante fueron obtenidas mediante la recolección de animales vivos. Córdova hace un montículo de conchas en cuyo interior se prende y apaga una luz, como si la obra respirara débilmente.

El ocaso de la naturaleza integra trabajos en fotografía, instalación, video, escultura y pintura. La muestra estará abierta hasta febrero del próximo año.'El ocaso de la naturaleza' integra trabajos en fotografía, instalación, video, escultura y pintura. La muestra estará abierta hasta febrero del próximo año. Foto: Fernando Machado / El Telégrafo

En un corredor y en una sala del primer piso conviven los trabajos de Christian Proaño, Gonzalo Vargas, Misha Vallejo, Gabriela Cabrera y el curador Rodolfo Kronfle Chambers.

Kronfle, a propósito de la Residencia Latin American Roaming Art (LARA), que se realizó entre 2016 y 2017 en Galápagos, muestra un video en el que da cuenta de las representaciones de la fauna endémica producidas por habitantes locales con fines publicitarios.

Misha Vallejo presenta la serie de fotografías del viaje que hizo por la ruta del Eje Multimodal Manta-Manaos (2.500 kilómetros), que une a los océanos Pacífico y Atlántico, y que fue concebido como un proyecto emblemático del expresidente Rafael Correa, pero que no ha tenido el impacto comercial esperado y ha generado una profunda afectación en el entorno natural y humano, lo que se devela en las imágenes del artista.

Gonzalo Vargas también expone otra serie de fotografías, concebidas como un mural, sobre el desierto de Atacama, concretamente del campamento minero de Chuquicamata y de sus alrededores. En este trabajo de colores áridos, desoladores, se pone en tensión el entorno natural y los procesos de modernización extractivista.

Gabriela Cabrera presenta una escultura blanca, de gran delicadeza, que remite a un suelo desértico que opera como vestigio cultural del agresivo cambio climático.

En el segundo piso del Salón de Pueblo se hallan las variadas propuestas de Paúl Rosero, Shirma Guayasamín, Juan Carlos Fernández, Juan Caguana, Juan Carlos León, Fernando Falconí, Dennys Navas, Anthony Arrobo y Pamela Hurtado.

Guayasamín, mediante esculturas “vivas” de formas irregulares, explora una representación tétrica/encantadora de la naturaleza.

Rosero presenta dos piezas: un bosque artificial denominado “Anticipación a una ausencia (o Yasuní 2.0)” –con el que genera un diálogo crítico sobre el extraccionismo y el futuro– y un video que interpela la forma arquetípica de representar el mundo bajo el mar.

El resto de artistas discuten estas mismas ideas a partir de la pintura, como Fernando Falconí, o de procesos más mecanizados, como la pieza autómata de Juan Carlos León. (I)

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