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La feria del libro tendrá un taller de narración durante 8 días

La literatura infantil tiene su espacio en la FIL

Frente a los niños, Méndez ejerce un oficio cuyos orígenes pueden rastrearse en la historia del Medioevo. Foto:  Marco Salgado / El Telégrafo.
Frente a los niños, Méndez ejerce un oficio cuyos orígenes pueden rastrearse en la historia del Medioevo. Foto: Marco Salgado / El Telégrafo.
27 de noviembre de 2014 - 00:00 - Redacción Cultura

Tres cubos giratorios contienen un fragmento del poema ‘Trilce’, del peruano César Vallejo, en la sala más colorida de la Feria Internacional del Libro de Quito.

A su alrededor, una docena de infantes, cuyas edades van de 3 a 7 años, corretea antes de sentarse en los sillones esponjosos, frente a un narrador de cuentos.

Mientras su madre se sienta al fondo del salón infantil, enclavado en el segundo piso del Museo etnográfico, José Antonio (4 años) mira girar los versos: «Hay un lugar que yo me sé / en este mundo, nada menos,  / adonde nunca llegaremos».

Sin alcanzar a tocarlas con las manos, entre dibujitos de hojas verdes y otras caricaturas, el infante tiene la intención de descifrar las letras que dan vueltas frente a sus ojos atentos. Cerca, un adulto, que ha traído a sus sobrinos, susurra: «Donde, aun si nuestro pie / llegase a dar por un instante / será, en verdad, como no estarse». José Antonio lo escucha pero no se distrae. Aún no sabe leer pero las historias que le contará el narrador que ha traído el Fondo de Cultura Económica (FCE) han hecho que su madre lo traiga después de la escuela, luego de hacer un par de tareas.

El fragmento del poema escrito por César Vallejo llega hasta el piso, sobre el tercer cubo blanco que lo sostiene: «Es ese sitio que se ve / a cada rato en esta vida, / andando, andando de uno en fila...».

Un narrador itinerante

Desde el sábado pasado, y durante 8 días, Gerardo Méndez dirige el ‘taller de narración oral con técnica de teatro kamishibai’. Su propuesta incluye una lectura interactiva del libro ‘Segundo acto’, de Marco Chamorro. Gerardo lleva recortado su bigote a la mexicana y su cabello cano contrasta con el chaleco rojo, con vistos multicolores, que lleva a su presentación del día martes.

Cada vez que un niño lo sorprende con alguna original onomatopeya de los animales (moscas, monos, elefantes y leones) que protagonizan los cuentos que narra, Gerardo suelta la exclamación “¡Oh, my book!” como para darle ritmo a la risotada que se forma en la sala.

Cuando Gerardo le pidió a Marianita (3 años) que emulara a un ‘guajolote’ (voz náhuatl con que los mexicanos nombran a los pavos), el desorden de los niños se convirtió en silencio hasta que, pacienzudo, les explicó de lo que se trataba.

Pero qué distingue al lector infantil ecuatoriano del mexicano además de las voces autóctonas con que cada uno llama a los animalitos parlantes protagonistas de cuentos.

Para Gerardo Méndez, “realmente no hay diferencia. Por la edad que tienen los niños se conectan rápidamente con la literatura infantil; no importa si son mexicanos, guatemaltecos o chilenos. Aunque se podría decir que en México los niños están un poco más habituados a escuchar al narrador de los cuentos en las ferias (de diversiones o librescas). Aunque no me atrevo a afirmarlo -recalca el narrador-, eso podría ser una mínima diferencia con la ciudad de Quito, en la que no sé si haya narradores de cuentos que vayan a los colegios o hagan ese tipo de trabajo. En la ciudad de México, yo trabajo para la Feria del libro infantil y juvenil y allí cuento cuentos. Aquí no es que me haya costado más trabajo hacerlo pero he tenido que utilizar otro tipo de recursos para atrapar a los niños”.

Sobre cuál es el método más recomendable para contagiar la lectura entre los menores de edad, el contador del FCE dirá: “El papá o la mamá son un puente, intermediario, mediador de lectura en ese grupo etario. Podríamos llamarlo un método efectivo, de siempre, a que ellos fomenten el gusto por la lectura en la casa a través de su puesta en práctica en voz alta”.

Gerardo Méndez tiene un oficio cuyos orígenes pueden rastrearse en la historia del Medioevo, es una suerte de juglar, un moderno narrador de cuentos. Lleva unas 3 décadas en la promoción de la lectura. “Yo no hago shows o espectáculos en teatro si no hay una feria del libro, un grupo de maestros fomentando la lectura, un grupo de papás promoviéndola. Mi trabajo es hacer que la narración oral acerque a niños y adultos a las letras” dirá al terminar su cometido.

Los autores de literatura infantil que recomienda son mexicanos porque, entre otras cosas, tiene que ser ‘fiel a su parroquia’. Del Fondo de Cultura cita a Francisco Hinojosa con la historia ‘La peor señora del mundo’ o los títulos de Vivian Manzur. Juan Villoro también tiene cuentos infantiles, como ‘Las golosinas secretas’ que ilustró Mauricio Gómez Morin. Un vistazo rápido a las editoriales de la FIL 2014 basta para enterarse de estas novedades.

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