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El Telégrafo
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La genealogía como arte

La genealogía como arte
27 de marzo de 2011 - 00:00

El documental de Carla Valencia se ha estrenado al fin en Guayaquil (en el cine del Auditorio Simón Bolívar) y, de entrada, podemos decir que cumple con las expectativas que venía generando desde finales del año pasado. Desde que los entusiasmados comentarios de unos cuantos que lo habían visto se encargaran de ubicarlo, dentro del imaginario de los cinéfilos locales, como un trabajo que no  debía dejarse pasar.

Abuelos es estupendo; posee una genuina poesía visual -y, podríamos decir, argumental- desmarcada de aspavientos, empalagos o chantajes emocionales. Encuentra su antecedente, dentro del marco del reciente documental latinoamericano, en la obra -entre otras cuantas- del peruano Juan Alejandro Ramírez, específicamente en Alguna tristeza (2006), su cinta/poema insignia; aunque nos parece que Valencia va, en la utilización de las herramientas básicas del género cinematográfico que le concierne, más lejos. Se inscribe -guardando, claro, su peculiaridad- en la línea de esa búsqueda al mismo tiempo cuidadosamente poética y testimonial que gente como Errol Morris, maestro del documental contemporáneo, estableció como posibilidad en los setenta.

Decimos esto porque, más allá de su personalísima mirada -y es que el tema no da para que sea distinto-, la película cumple muy bien con lo requerido, en términos generales a nivel de estructuración, para sostener correctamente un filme documental: saber explotar la entrevista y el testimonio, una equilibrada y discreta utilización de la voz en off, un sensato uso de la imagen de archivo (que consiste en nunca actuar en detrimento de su valor estético en aras de lo informativo. En el caso de Valencia, se trata de un uso a veces bastante “inspirado”. Nótese  la secuencia de planos cerrados con la iconografía propia de las campañas presidenciales de Salvador Allende); variaciones -recurriendo un poco a la vieja teoría de Eisenstein- del montaje tonal, en la medida en que las tomas ponen en juego un delicado pulso esteticista de formas, vacíos y cromática, y la palabra testimonial de los varios personajes es el combustible para que un discurso en pos de la homogeneidad vaya avanzando, quemando etapas.

Desde luego, para eso hay que tener, indefectiblemente, una gran historia que contar, y Valencia no tuvo que ir muy lejos para dar con ese hallazgo: estaba allí, en el núcleo mismo de su familia.

Lo que nos ofrece es una lectura nostálgica de sus abuelos, de dos poderosos flujos genealógicos que, de a poco, se van convirtiendo en un solo caudal. La ficha oficial de la cinta dice, a ese respecto, lo siguiente: “Por un lado, está el abuelo ecuatoriano, Remo, que en su afán de investigación trató de descubrir la fórmula de la inmortalidad. Y, por otro carril, Juan, el abuelo chileno comunista que se enfrentó a la dictadura pinochetista. La directora desarrolla un flashback profundo (…) y, sin querer, hace una suerte de cortocircuito que parece producirse del cruce extraño de ciertos cables pelados de las literaturas de Rodolfo Walsh y Gabriel García Márquez”.

En el sentido de esa comparación literaria, podríamos pensar, durante la proyección, en otra: en la medida en que Abuelos es, como hemos dicho ya, más que un documental, un poema, sus planos parecen, a veces, los versos postgolpe pinochetista, muchos de ambientación desértica, escritos por el maestro chileno Raúl Zurita; o los de connotación más mística de entre los escritos por otro maestro, el ecuatoriano César Dávila Andrade (recordemos que el abuelo Remo es retratado, psicodelias aparte, como una suerte de Timothy Leary azuayo).

Hay, sin embargo, que rectificar en alguna medida lo dicho líneas arriba: no ha sido solo el comentario cinéfilo lo que viene dando espaldarazos a esta película. Apenas un rápido chequeo en la web es suficiente para constatar los reconocimientos con que, a estas alturas, cuenta Valencia.  Al premio Augusto San Miguel y la elección como filme favorito del público en el último festival de los EDOC, a nivel local, se suma el DOCSantiago, en Chile, la proyección en el Encuentro de Cine Latino de Toulouse, en Francia, en el É Tudo Verdade, en Brasil, y en el Bafici  de Argentina, además -no poca cosa- de la consideración entre las tres finalistas de la Selección Oficial de Óperas Primas (First Appearance) del IDFA, en Ámsterdam.

De cualquier forma, Abuelos es una película hecha, se nota, más que para dar el pistoletazo inicial a una carrera de realizadora, para explicarse -ella misma, Valencia- la densa carga de sentido que han representado, en su formación como sujeto, los dos personajes allí consignados. Lo trascendente es que en ese proceso de significación hemos salido ganando todos.

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