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Entrevista / mario diament / dramaturgo y periodista argentino

‘La disputa sobre El Aleph es borgiana’

‘La disputa sobre El Aleph es borgiana’
19 de julio de 2015 - 00:00 - Redacción Cultura

Mario Diament (Argentina, 1942) está convencido de que la dramaturgia y el periodismo funcionan como vasos comunicantes: lo uno no es un “escape” de lo otro. “El teatro me hizo un periodista más imaginativo -dice- y el periodismo me hizo estar más plantado sobre la tierra y esforzarme a estar al tanto de lo que estaba sucediendo”.

Diament se integró a la Universidad Internacional de La Florida  cuando ‘estuvo peleado’ con el expresidente argentino Carlos Menem, mientras dirigía Diario El Cronista. Vive en Miami hace más de dos décadas y llegó al puerto principal esta semana, para ver la adaptación de su obra, ‘Guayaquil’, que dirige el español Santiago Sueiras.

Usted incluye a Simón Bolívar y José de San Martín en su obra, ¿eso es resultado del cuento ‘Guayaquil’ de Jorge Luis Borges?

Borges es una de las referencias, claro, pero hay muchas. La esencia de todo es el misterio de la entrevista, entre San Martín y Bolívar, en Guayaquil, que es lo que abre el apetito de un autor, es un tema que ha sido debatido en la historia y particularmente entre historiadores proargentinos y provenezolanos. Pero su encuentro no me parecía que fuera suficiente material dramático porque los generales son aburridos, sin excepción, cuando hablan entre sí.

Pero existen cartas de ellos en las que el intercambio no se ve tan aburrido...

El tema es que los venezolanos creen que esas cartas son falsas y los historiadores argentinos insisten en que son legítimas, lo cual añade cosas al misterio.

¿Cómo llegó a que los personajes femeninos decidan lo que pasa?

Creo que los autores, en general, se manejan por situaciones que tienen potencialidad dramática, yo quería explorar esa posibilidad. Durante mucho tiempo estuve pensando en juntar las partes y me apareció la preponderancia de estas dos mujeres y el juego que se da entre Bolívar y San Martín, donde ambos, como son militares hábiles, imaginan la jugada del otro. Es como una gran partida de ajedrez entre los dos. Eso era lo que me parecía más interesante y me llevó a arrancar la partida de la obra.

Hay un litigio entre María Kodama y Pablo Katchadjian (acusado de plagio), pero él ha jugado un poco con la imaginación...

Es, si se quiere, una situación borgiana. Borges tiene un cuento que se llama ‘El Quijote de Pierre Menard’, sobre un escritor que decide escribir el Quijote y quiere escribir lo mismo que (Miguel de) Cervantes creyendo que hacerlo en una época diferente va a tener una connotación distinta. Entonces, Borges compara los dos textos y son exactamente iguales. El cuento trata de un análisis literario del nuevo cuento, exactamente lo que hizo Cervantes, pero desde la gracia de Jorge Luis Borges.

Lo que pasa ahora es una especie de remedo del cuento de Borges: Katchadjian agarra ‘El Aleph’, quiere expandirlo y Kodama patalea. Yo tengo un personaje inspirado en Borges en la obra ‘Cita a ciegas’. Invité a María Kodama a ver la obra y cuando salió dijo “Si es Borges no me gusta nada, si no es Borges me parece muy interesante”. Le dije: “María, no es Borges”.

¿Ella no quiere que se hable de él?

Es que el personaje tenía una relación muy apasionada y seguramente no le gustó que no  fuera ella. Se trata de un escritor ciego que está sentado en la plaza San Martín, donde le gustaba sentarse a Borges, y viene un tipo a contarle una historia, un banquero. Todos los personajes tienen encuentros y desencuentros, es una obra de estructura borgiana, pero nada de eso en los textos porque si no María se hubiera dado cuenta.

¿Lo que hace Katchadjian es una forma de releer a Borges?

Hay un gran debate en el mundo académico, literario. Los académicos, que son gente muy rara, discuten eliminar la noción de plagio y transformarla en una forma literaria.

Cuando dirigía el diario El Cronista, yo tenía un periodista que se dedicó a inventar entrevistas. Incluso publicó un libro de conversaciones con Gabriel García Márquez (un escritor dialogaba con el Nobel). Ahí él decía que no planeaba nada, sino que era un fabulador y la fabulación era una forma de arte. Creo que el plagio no es una forma literaria. Pero esto que sucede se inscribe dentro de un debate más amplio sobre la función del plagio y tiene que ver con quién es el dueño de una obra literaria y, si tiene dueño, cómo se transforma.

¿Eso tiene que ver con un atentado contra la imaginación o con querer pasarse de listo?

Creo que es posible hacer ejercicios con las obras literarias, donde uno hace adaptaciones de la obra. Todo depende cuánto hay de propio y de ajeno. En la música se hace todo el tiempo.

¿Por qué no es correcto hacer eso con la literatura?

Creo que se pueden hacer variaciones con una idea de Jorge Luis Borges, pero depende de cuánto de variaciones haya y cuánto de real. (I)

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