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Elisabeth Nietzsche, La HErmana del filósofo alemán, es la protagonista de la historia

“La crónica no desplaza a la literatura de ficción”

María Gabriela Alemán. Profesión: Escritora. Nacionalidad: Ecuatoriana Libros publicados: En el país rosado, Maldito corazón, Zoom, La acróbata del hambre.
María Gabriela Alemán. Profesión: Escritora. Nacionalidad: Ecuatoriana Libros publicados: En el país rosado, Maldito corazón, Zoom, La acróbata del hambre.
01 de abril de 2014 - 00:00 - Paúl Hermann

Empieza la crónica con una figura poética, con una humanización, para ser más preciso, y describe el entorno desde el punto de vista de los patos. ¿Buscó el recurso o es uno de esos hallazgos felices de la literatura?

Marcar a esos patos bamboleándose entre las hierbas de un terreno abandonado me sirvió para señalar el fallido intento de poblar una zona de Paraguay con familias arias a fines del siglo XIX.

LOS LIMONES DEL HUERTO DE ELISABETH*
Los cinco patos que se bamboleaban entre las altas hierbas del terreno buscando comida no tenían idea de dónde estaban. Aunque, habría que reconocerlo, nadie había hecho algo para hacérselos saber. No existía una puerta, ni candados y menos un cerramiento para mantenerlos fuera. Lo único que había eran tres limoneros que daban a la calle de tierra y, al fondo, un aguacate enorme que fagocitaba el tronco de un árbol de limas. Monte alto, parches de tierra roja, frutas pudriéndose al sol. No queda nada de la antigua casa de los Förster-Nietzsche salvo el decrépito interior de un pozo seco, invadido por plantas trepadoras. No es mucho para reivindicar la fundación de una Utopía en el interior de la selva paraguaya hace algo más de un siglo. Si se toma en cuenta que la empresa nació del convencimiento de la supremacía aria, los limones del huerto deberían ser agrios. 
La casa, Försterhof, de la que Elisabeth Nietzsche se vanaglorió en cartas a su madre, “señorial, con altos techos, espaciosa y fresca”, ha sucumbido al paso del tiempo y de ella no queda nada. Ni ruinas. Si no fuera porque el resto del pueblo mantiene un trazado impecable y las veredas se encuentran deshierbadas y las bases de los postes de luz pintadas con banderas paraguayas y alemanas, el contraste sería menor y el abandono del pasado no sería tan notorio. 
Queda poco en el pueblo, solo un cuarto con algunas fotos en la casa de un vecino con mente empresarial que, el día que fui, no había abierto. Sus vecinos dejaron claro que su mente empresarial tendía a sucumbir bajo el calor de más de cuarenta grados y que apenas abría su casa para los poquísimos curiosos que llegaban buscando el pueblo fundado por la hermana de Friedrich Nietzsche. Para satisfacer a esos curiosos hay un letrero sobre la avenida principal que señala una calle secundaria: Elizabeth Nigtz Chen. Ni la palabra salva al pasado aunque es la única señal que apunta en su dirección.
                           *
En 1886 Paraguay era el futuro. La tierra donde se refundaría Alemania, lejos de la contaminación judía. Ese, por lo menos, fue el razonamiento que Bernhard Förster siguió y que su esposa Elisabeth Nietzsche alentó. Las catorce familias que llegaron al puerto de Asunción el 15 de marzo de 1886 siguiendo el descabellado plan de Förster simplemente se dejaron embaucar. Algunos porque creían en su ideal racista, otros porque huían de la crisis económica alemana, especialmente visible en la zona de Sajonia, de donde provenía la mayor parte.
Para sobreponerse a la llegada al puerto de Asunción después de trepar cinco días por el Río Paraná desde Montevideo, luego de un mes de viaje desgastante desde Alemania, debieron creer. En este discurso de Förster: “A pesar de las muchas dificultades, los migrantes deberán saber que han tomado parte en un gran proyecto. Esta misión tiene un nombre: la purificación y renacer de la raza humana y la preservación de su cultura”. También Therese Elisabeth Alexandra Nietzsche había embarcado en Hamburgo en el Vapor Uruguay. Contaba con 39 años. *Fragmento de la crónica de Gabriela Alemán.

Darío Jaramillo Agudelo dice en el prólogo de ‘Antología de crónica latinoamericana actual’, que los textos de este género parten del detalle que solo el constructor de textos es capaz de ver. ¿Cuál es el detalle, la imagen si se prefiere, de la que parte ‘Los Limones del huerto... ‘?

Las ruinas, el pozo abandonado de la antigua casa de Elisabeth Nietzsche, simbolizan el abandono del proyecto de refundación de Alemania en Paraguay en 1886. Así comienza y termina la crónica, con las ruinas del antisemitismo de los Förster-Nietzsche.

¿Por qué el interés por esta historia que no es completamente nueva para Latinoamérica? Cita, como principal fuente de información, a ‘Forgoten Fatherland’..., de Ben Mac MacIntyre.

Desde que supe de la existencia de Elisabeth Nietzsche me interesé por su historia. Existe ese bien documentado libro de MacIntyre publicado en 1992 y que está fuera de edición, ni siquiera está traducido al español. Pero que exista ese libro no quiere decir que la historia sea demasiado conocida.


¿Viajó a Paraguay después de leer el libro o viceversa?

Yo viví en Paraguay tres años, estudié filosofía allí y jugué basquetbol profesional en el Club Olimpia. Mientras estuve allá nunca supe sobre Nueva Germania, ni conocí la historia de la hermana de Nietzsche, fue algo de lo que me enteré luego. El pueblo no queda cerca de Asunción y a pesar de haber regresado varias veces a Paraguay nunca fui a Nueva Germania. El año pasado hice un largo viaje por tierra que me llevó de Montevideo a Río de Janeiro, en ese viaje crucé Paraguay. Esta vez sí fui.

¿Resulta difícil decir algo nuevo sobre un tema del que existe todo un libro?

El interés del libro no era tanto Paraguay como la relación de Elisabeth con los nazis y cómo ella utilizó a su hermano para ganar poder y tener influencia con ellos. Lo cité como fuente principal porque MacIntyre tuvo la feliz ocurrencia de ir al Archivo Nietzsche en Alemania y traducir cartas y documentos que solo estaban en alemán hasta ese momento y donde constaba la información sobre el viaje a Paraguay. Mi crónica tenía otro enfoque y no pretendía solo centrarse en la narración histórica de la fundación del pueblo en el siglo XIX sino atar esa historia con el presente paraguayo.

¿Por qué una escritora de literatura pone un tema perfectamente ficcionable al servicio del periodismo?

Escribí un cuento sobre Nietzsche y Paraguay, o donde aparece la mención a Nietzsche, hace doce años. Se llama ‘Prisión de Ámbar’ y está en mi tercer libro, ‘Fuga permanente’. Allí especulé desde la ficción, pero luego de hacerlo quise investigar y averiguar la historia verdadera. Desde la primera vez que supe de Nueva Germania hasta la escritura de la crónica pasaron 15 años.

Los escritores no se llevan bien con las cifras. Pero quiero preguntarle ¿qué porcentaje de recreación literaria hay en esta crónica?

Todos los datos que aparecen en la crónica son reales. Investigué la fundación del pueblo, la historia paraguaya, hice entrevistas, busqué cifras. Si hubiera recreación no sería una crónica, lo que sí hice fue utilizar recursos narrativos para contar la historia.

Dice: “Viajé a Nueva Germania...” ¿Se pudo omitir la presencia de ese narrador subjetivo?

Para poder unir el pasado, la crónica más bien histórica, con el presente, tenía que estar dentro de la narración. Aparezco cuando la mitad de la crónica ha transcurrido.

“Los limones del huerto...” pudo quedarse en la categoría de crónica de viajes, pero no es así, trasciende, va más allá. ¿Por qué?

Mi interés no era narrar mi viaje sino armar un relato sobre la fundación de ese pueblo extraño y extemporáneo en la selva paraguaya y señalar el fracaso de ese proyecto ario y antisemita. También quise buscar un hilo que atara el pasado con el presente en la historia paraguaya.

¿Wagner subyace toda esta historia por ser un compositor romántico, al igual que las personas que pretenden recrear su mundo en otro rincón del planeta?

Wagner no aparece como figura romántica sino porque la idea de refundar Alemania en el continente americano vino de él. Fue el tratado ‘Arte y Religión’ de Wagner el que dio pie a Förster y a su esposa Elisabeth para viajar a Paraguay. Allí Wagner decía cosas como esta: "Ciertamente debe ser correcto inculpar a esta torpe tontería de nuestro espíritu público la corrupción de nuestra sangre... no solo por el abandono de la alimentación natural del hombre, sino sobre todo por la mezcla de la sangre heroica de las razas más nobles con la de antiguos caníbales que ahora son adiestrados para ser agentes de negocios de la sociedad".

¿Considera que la crónica está empezando a ocupar, acaso por orientación de las editoriales, el espacio de la literatura de ficción?

Creo que el interés por las crónicas ha permitido que se editen recopilaciones de crónicas y que los lectores tengan mayor acceso a ellas. Creo que una no desplaza a la otra sino que conviven.

¿Cuáles son, para las crónicas, buenos temas?

Tantos temas como los que se le puedan ocurrir al cronista. Luego depende del enfoque que se le dé a ese tema para que sea una buena o mala crónica.

Se nota cierta predilección entre los cronistas por dividir al trabajo en capítulos, realizar saltos espaciales, cambios de voces narrativas. Es decir, se nota en la crónica un trabajo mayor de construcción que el que se emplea en los mismos relatos...

Hay tantos enfoques como cronistas. Las técnicas varían mucho de un cronista a otro, casi tanto como de un escritor a otro.

¿Cuáles son los cronistas que recomienda leer?

Las crónicas colonas de Miguel Ángel Cabodevilla son de lo mejor que he leído, y me encantan los géneros que se contaminan, como las crónicas-ensayo de Mary Ellen Fieweger, Mary McCarthy y Martha Gellhorn. Y luego, una enorme lista de crónicas de autores latinoamericanos entre los que se destacan Carlos Yushimito o Antonio García Ángel.

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