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Keret, boicoteado en Israel por izquierdista y en el mundo por israelí

“Soy hijo de supervivientes del Holocausto a quienes les gustaba Wagner. Ellos decían, nos gusta su música, no sus ideas”, reflexiona Keret.
“Soy hijo de supervivientes del Holocausto a quienes les gustaba Wagner. Ellos decían, nos gusta su música, no sus ideas”, reflexiona Keret.
Foto: Letras Libres
19 de enero de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

Etgar Keret, uno de los escritores israelíes más populares desde que publicó Tuberías, su primera colección de cuentos cortos en 1992, lamenta el reduccionismo por el que es boicoteado en Israel, por izquierdista, y en el mundo, por israelí.

“Etgar” significa “reto” en hebreo. Así lo llamaron sus padres por el hecho de sobrevivir a su prematuro nacimiento. En Israel todo el mundo conoce a Keret; sus cuentos -cortos, surrealistas, cotidianos-, forman parte del currículo obligatorio de los institutos y, además, muchos israelíes en alguna ocasión han charlado con él.

 Keret es muy asequible y  locuaz, y su querencia por contar historias se desborda y manifiesta en conversaciones, conferencias, cursos, libros, canciones, cómics, guiones, obras teatrales. “La relación entre el judaísmo y contar cuentos es lejana y profunda”, dijo Keret a EFE en su apartamento de Tel Aviv, donde vive con su compañera Shira Gefen, escritora y directora de cine, su hijo Lev y su conejo Hanzo.

“Yo siento que mi entrada en la literatura no fue por la puerta de la literatura israelí, que es épica, Amos Oz (David) Grossman, sino más bien por los libros jasídicos judíos y la literatura judía de la diáspora”, reflexionó.

Keret explicó que la diferencia está en la mirada más exterior y menos nacionalista y colectiva, “de alguien que llega a un lugar e intenta entender cuáles son las reglas”.

“Es un estado mental existencial: desde niño he sentido que si hay tres personas en una habitación, yo estoy en minoría. Siempre pensé diferente, quise un poco diferente. Y mis padres alimentaron eso, nunca quisieron que fuera como todo el mundo”.

La tradición de contar cuentos comenzó para Keret de boca de sus padres, ambos supervivientes del Holocausto: “Tanto mi padre como mi madre nos contaban cuentos antes de dormir. Cuentos orales, que inventaban”. Pero antes de eso: “Mis abuelos le contaban cuentos a mi madre. Cuando estaban en el gueto (Varsovia) no había libros y tenían que inventar cuentos. “A mi madre le encantaba eso, veía en ello un modo muy intenso de transmitir amor”. (I)  

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