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Imagina: ¿Las plataformas virtuales cambiarán la vida de las personas en unos 10 años?

Hilda vive como en una película

Quiso imaginar el rostro del abuelo y le volvió la imagen del hombre de la motocicleta que descargó un balazo contra su padre por robarle el celular.
Quiso imaginar el rostro del abuelo y le volvió la imagen del hombre de la motocicleta que descargó un balazo contra su padre por robarle el celular.
Ilustración: Andrés Suárez / El Telégrafo
31 de diciembre de 2019 - 00:00 - Clara Medina Rodríguez. Especial para EL TELÉGRAFO

Hilda se hacía a la idea de que la vida era una película y ella una espectadora. Miraba y no intervenía, puesto que ningún espectador cambia el curso de la película. Con tal actitud, vivía sin complicaciones en el año 2029.

Cuando Mario la conoció, la juzgó prudente. La tarde que le dijo que la amaba, ella no hizo más que mirarlo con ojos indescifrables. La gente ya no se ama, comentó. La gente tiene sexo. Golpea. Mata. Juega.

A la fiesta de excompañeros Hilda asistió con Mario. Todos parecían alegres. Luis confesaba cómo hace años copiaba en los exámenes mediante el Whatsapp. Andrea recordaba que en la época de colegio Netflix era lo máximo.

Ahora hay tanto que ya no se sabe, dijo. Patricia quería conversar, pero nadie escuchaba. Aparte de unos pocos recuerdos, nada había por compartir. Eran unos desconocidos.

Luis empezó a cantar en su asiento. Otro decidió tener sexo virtual. O quizá leía. Mario observaba. El de más allá hablaba con su mascota.

Hilda fue al baño. Al salir, se dirigió a la cocina y por la puerta trasera se marchó. Deambuló por las calles. Sintió el viento frío del verano. Recordó la vez que fue a un cumpleaños y nadie la invitó a bailar.

Quiso imaginar el rostro del abuelo y le volvió la imagen del hombre de la motocicleta que descargó un balazo contra su padre por robarle el celular.

Mientras caminaba en medio de la noche, le pareció ver a un conocido y sintió el impulso de seguirlo. Creyó que era el personaje de su juego virtual preferido, tan bello, tan real, y al que extrañamente ha empezado a odiar. O el vecino de hace un montón de años.

El joven que le regalaba caramelos cuando ella tenía ocho años y le tocaba allí, allí, donde nadie podía saberlo, porque era un secreto, le decía él. Un juego entre los dos.

Mario la llamó. No contestó. Él prefirió no buscarla ni activar la tecla de rastreo, sino avanzar hasta la casa. Cuando Hilda llegó a su casa, lo encontró en la puerta, acompañado de Patricia y Andrea. Le tocaron el cabello. Ella lo juzgó un gesto de amor y a su pesar experimentó alegría. O quizá miedo.

Podría haberles agradecido, pero como se había hecho a la idea de que la vida era una película, no pronunció palabra. Entró y apagó la luz. En la mano llevaba una cabeza. Tal vez la del personaje del juego. (I)

Clara Medina
Autora del libro Los herederos del lenguaje. Entrevistas con 13 escritores iberoamericanos, editado por Mar Abierto, en 2013. Magíster en Estudios de la Cultura con mención en Literatura Latinoamericana. Reseñadora de libros. Creadora y conductora del programa de diálogos literarios en vivo “A vuelo de página”, en el MAAC. Exeditora de Cultura en los diarios EL TELÉGRAFO y El Universo.

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