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El autor falleció el domingo

Henning Mankell reinventó el thriller

En Arenas movedizas, el autor retrata la persecución del cáncer contra su propio cuerpo. La enfermedad le fue diagnosticada en 2013. Wikimedia Commons
En Arenas movedizas, el autor retrata la persecución del cáncer contra su propio cuerpo. La enfermedad le fue diagnosticada en 2013. Wikimedia Commons
06 de octubre de 2015 - 00:00

Henning Mankell (Estocolmo, 1948) rompió la tradición de sus novelas policiacas en Arenas movedizas para relatar la sensación del cáncer de pulmón que le diagnosticaron en 2013, una persecución consigo mismo, con la idea de la muerte cercana, con el asesino que está dentro de su cuerpo.

La metástasis (la última fase del cáncer) se encontraba en la nuca, justo en la vértebra cervical que se rompe al ahorcar a alguien. A pesar de eso, decía en una entrevista que los médicos le habían prometido mantenerlo vivo.

“La verdad es que moriré de esta enfermedad crónica. ¿Cuándo? Nadie lo sabe. No tengo dolores, a veces hasta se me olvida lo enfermo que estoy. Mi aspecto sí ha cambiado”, dijo a ABC.

Este domingo, el cuarto día de octubre, tras dos años de moverse en la arena con el cáncer, murió. Según el comunicado de la editorial con la que trabajaba, Leopard, Mankell falleció apaciblemente mientras dormía en Gotemburgo, en el suroeste de Suecia.

Mankell es considerado pionero y patriarca de la novela criminal escandinava por las doce obras en las que caracterizó a Kurt Wallander, un inspector policial que -según sus propias palabras- podía considerarse como un alter ego de sí mismo. “Wallander y yo no nos parecemos mucho. Solo tenemos tres cosas en común: la misma edad, nos gusta la ópera italiana y trabajamos mucho”, dijo en una entrevista con diario El País, en 2005.

Construir un alter ego de sí mismo, posiblemente era una de las lógicas para el escritor, quien consideraba que “los personajes son como amigos imaginarios con los que puedes contar y a los que puedes recurrir cuando los necesites”. Así lo dice Mankell en el epílogo de Huesos en el jardín, uno de los once libros en los que retrata al inspector Kurt Wallander.

Wallander apareció por primera vez en 1989, en la novela Asesinos sin rostros y, según Mankell, en ese momento no sabía que había creado un personaje recurrente. El escenario del protagonista se presenta contradictorio a la serie thriller que constituye: Ystad, es un pueblecito de mar apacible, pintoresco y amable, con casas de madera y vendedores de pasteles de mantequilla. Le siguen obras icónicas como La Pirámide, en la que se abordan pasajes anteriores al resto de la obra de la vida de Wallander. La serie culmina con Antes de que hiele, presentada en 2002. En esta, el autor presenta a la hija de Wallander como protagonista, mientras que él queda como personaje secundario de la historia.

Mankell y Wallander son personajes que caminan entre los escombros de una sociedad oscura. Mankell y sus relatos policiacos integran una serie de obras del mismo origen y temática que, según la crítica literaria, se reinventó en Escandinavia “porque ahí, bajo su aparente armonía -la cumbre más alta de la civilización-, se ha desarrollado un cáncer oscuro, subterráneo e impronunciable, con el que todos conviven en vergonzoso silencio”, escribe Salomón Derreza sobre el género en la revista Letras Libres.

Para el periodista y autor Olivier Truc, Mankell describió los oscuros pasillos del modelo nórdico, en el que a pesar del terror se destaca la solidaridad con los débiles y los oprimidos, circunstancias que atraviesan toda su obra como un hilo rojo.

El escritor se consideró siempre un hombre indignado frente a las injusticias y las desigualdades. Con el carácter de suspenso de su obra logró vender alrededor de 40 millones de libros durante su carrera. La serie Wallander fue traducida a 37 idiomas, con lo que se constituyó en un best seller. Además recibió numerosos galardones (como el II Premio Pepe Carvalho). También fue adaptada al cine y la televisión (entre otros, por el actor Kenneth Branagh).

Mankell fue reconocido por su apoyo en la lucha contra el sida y su trabajo en el continente africano, donde durante años fue director artístico del Teatro Avenida de Maputo en Mozambique. (I)

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