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Gerald Martin: “Fue el hombre más normal que he conocido”

Gerald Martin Profesión: Crítico literario Otros libros: ‘Viaje en el laberinto: Ficción latinoamericana en el siglo XX’ (1989) y ‘Miguel Ángel Asturias: El señor presidente’ (1990). Foto: tomada de banrepcultural.org
Gerald Martin Profesión: Crítico literario Otros libros: ‘Viaje en el laberinto: Ficción latinoamericana en el siglo XX’ (1989) y ‘Miguel Ángel Asturias: El señor presidente’ (1990). Foto: tomada de banrepcultural.org
21 de abril de 2014 - 00:00 - Leonardo Boix, corresponsal en Londres- Inglaterra

Gerald Martin entrevistó a cientos de personas en decenas de países: a familiares del escritor colombiano, amigos, allegados, escritores, periodistas y políticos, y pasó casi un mes con el propio Gabo, absorbiendo en detalle toda una vida y experiencias que narraría lúcidamente en su libro Gabriel García Márquez: Una vida, publicado en 2007, justamente para el homenaje a Gabo por sus 80 años, el 40 aniversario de Cien años de soledad y los 25 años de recibir el premio Nobel de Literatura.

Su biografía épica, que según el Financial Times fue ‘monumental’ y para el Sunday Telegraph ‘una obra maestra’, hace un viaje cronológico desde los inicios y vicisitudes de las familias García Martínez y Márquez Iguarán, pasando por el proceso creativo de Gabo para construir su obra maestra Cien años de soledad (1967), hasta la ponencia histórica que dio con motivo de sus 80 años en marzo de 2007 en el Centro de Convención de Cartagena, frente a altas autoridades del mundo, como el Rey de España, 5 presidentes de Colombia y el expresidente de EE.UU. Bill Clinton.
Desde su casa, en el condado de Wiltshire (suroeste de Inglaterra), Martin narra a EL TELÉGRAFO cómo fue conocer de cerca al autor latino más grande del siglo XX y cómo ese ‘viaje iniciático’ que fue investigar la vida de Gabo por años lo cambió irremediablemente para siempre.

¿Cómo surgió la idea de escribir la biografía de García Márquez?

Cuando empecé, García Márquez ya era el número uno de la literatura latinoamericana. Yo había escrito el libro Journeys through the labyrinth (Viajes en el laberinto), sobre literatura latinoamericana, que impresionó a mi editor, quien pensó que podía llegar desde lo académico hasta el hombre y mujer de la calle, y me invitó a hacerlo. Maravillado, fui enseguida a La Habana a buscar a García Márquez a ver si lo podía convencer, cosa que pasó en diciembre de 1990.

¿Cómo fue el proceso de construir esa biografía épica, tras consultar a muchísimas personas, visitar muchas ciudades, investigar tantos documentos? ¿Cómo fue el proceso de escribir un libro con tanta información y a partir de tantas fuentes diversas?

El libro llegó a ser mucho más largo que esas 600 páginas: Llegué a 2.500 y el pobre editor que me había invitado envejeció, se frustró, se enojó y finalmente terminé cambiando de editorial. Fue una cosa bastante dramática. Más tarde logré reducir el libro a 600. García Márquez es un hombre de quien se escriben artículos todo el tiempo en todo el mundo. Hasta calculé que cada 15 minutos hay ensayos académicos sobre él. Fue un hombre con una vida muy complicada y detallada; con muchísimos amigos; totalmente inmerso, no solo en la historia de Colombia, sino de su continente; con conocimientos de cine, de periodismo, etc... Es decir, me di cuenta de que, para hacerlo, tenía que hacerlo en serio. Porque si no habría sido un insulto. Poco a poco la cosa se fue alargando. Además, yo era profesor al mismo tiempo, y me enfermé durante el trabajo. Eso me costó un año, dos años, la vida. Pero sobre todo me di cuenta de que García Márquez seguía publicando novelas, entonces era cuestión de mantener el ritmo y seguir, y además quería terminar. Era una cosa tan fascinante, un privilegio tan enorme que seguir parecía más fácil que terminar.

En el prólogo de su biografía dice que quedó muchísimo material fuera y que le gustaría publicar otro libro sobre García Márquez. ¿Qué información no pudo incluir en el libro original?

Solo son detalles, ¡pero miles de detalles fascinantes! Tengo, por ejemplo, 200 páginas sobre García Márquez y el vallenato, que valen la pena publicarse. Lo que tengo en mi libro son otros diez libros.

Uno de los aspectos más logrados de la biografía es cómo consiguió separar el mito, el García Márquez de Macondo, de la persona real. ¿Cree que su bagaje anglosajón le sirvió en el libro, quitando la parte mitológica, de lo que muchos cuentan de él?

Fue muchísimo trabajo. Y, como en las novelas, no se ve ese trabajo. Me halaga que usted lo notara. Una biografía es como un iceberg: todo el bulto está debajo y es invisible. Tú solo pones la décima parte de lo que sabes. Las invenciones de Gabo y las historias sobre su vida eran casi todas maravillosas y emanaban de alguna manera de la personalidad de García Márquez, como persona y personaje. Y la cosa más increíble es que, en cada anécdota que contaba Gabo, siempre había una dosis de verdad. La gente pensaba, y yo lo creía también cuando comencé, que él mentía mucho. Pero no mentía. Era como Mark Twain con sus Tall Tales. Es decir exageraciones, pero todas tenían dosis de una verdad, una verdad muy sutil, muy literaria. Había que cotejar todas las versiones y después descubrir, de esas variantes, cuál era probablemente la realidad. Creo que usted tiene razón, eso es uno de los pocos logros de mi libro. Logro enhebrar de alguna manera la narración a base de todas las versiones.

El libro narra la polémica por la detención en 1971 del poeta cubano Heberto Padilla, acusado de actividad subversiva contra el Gobierno de Cuba, hecho que Gabo no condenó.  Además, narra su decisión de donar el dinero del premio Rómulo Gallegos al grupo revolucionario Movimiento Al Socialismo (MAS). ¿Esos fueron momentos de escisión política para García Márquez, que le sirvieron para posicionarse en relación con algunos escritores del ‘Boom’, como Vargas Llosa, y cree que marcó
-además- una relación a futuro con Fidel Castro?

Es muy complicado responder: García Márquez de alguna manera habría preferido no tomar parte en el tema de Padilla, porque para él la única posibilidad era perder. Y de alguna manera todos perdieron, fue una tragedia latinoamericana. Hicieron mal los cubanos, hicieron mal sus enemigos, varios escritores también se equivocaron. Pero yo creo que García Márquez, en todo ese tiempo en México, estaba muy alejado de Cuba, más aún tras su experiencia con Prensa Latina a inicios de los años 60. Creo que Gabo vio posible acercarse otra vez. Al comienzo parecía estar en contra (de la detención de Padilla), porque Plinio (Apuleyo) Mendoza firmó de su parte la solicitud de condena, pero él después declaró que estaba a favor. Y entonces empezó esa división de García Márquez por un lado y Vargas Llosa por el otro, (Juan) Goytisolo al otro, etc. Sí fue un momento  decisivo, en que García Márquez tomó dos o tres días para pensar cuál era su futuro y las opciones que debía tomar. Desde ese momento supo quién era y cuál era su papel en el desarrollo de la política latinoamericana.

¿Cómo definiría a García Márquez como hombre, como autor, como figura de la cultura latina? ¿Y qué aprendió usted, como autor, del personaje que describió?

Primero, descubrí que lo que uno piensa casi nunca es cierto. Yo tenía una visión muy negativa de García Márquez antes de escribir el libro. No en el sentido literario: la importancia de su obra siempre me fue evidente. Pero yo creía lo que decía la prensa: que era vanidoso, hipócrita, un socialista del caviar... Descubrí que, al contrario, era un genio. Lo empecé a creer mientras investigaba. García Márquez era un genio, y los genios pueden ser gente perfectamente normal en el 90% de su personalidad, carácter y su forma de vivir. Fue el hombre más normal que he conocido. Con él mantuve las conversaciones más relajadas de mi vida. Descubrí que hay gente dispuesta a sacrificar su imagen para objetivos superiores, y creo que Gabo lo hacía. Descubrí lo que ya sabía, pero de una manera mucho más material, que hay gente que es muy positiva y demuestra que la vida vale la pena. Creo que la lección de García Márquez es que la vida es dura, injusta y muchas veces cruel, y sin embargo, estamos aquí; que el ser humano puede lograr cosas mejores y que uno puede disfrutar cada segundo de la vida si no está sufriendo opresión o injusticia. Toda una serie de lecciones que me parecen muy latinoamericanas. Yo soy un gran chauvinista latinoamericano, además de ser inglés. Y siempre me pareció que García Márquez tenía las virtudes latinoamericanas que a mí siempre me han conmovido.

¿Cuándo fue la última vez que habló con él antes de su muerte?

Hace tres años, 18 meses después de publicar el libro. Él ya estaba enfermo, con su pérdida de memoria. Fue una conversación positiva, pero supe que no era bueno seguir molestándolo a él y a su familia en esas circunstancias. Para mí fue una tragedia la enfermedad de Gabo, porque era obvio que seríamos realmente amigos después de terminar la biografía, lo que antes no era posible: los amigos no deben escribir las biografías. Yo antes no era nadie, no podía reclamar esa amistad, pero en un sentido metafórico, habíamos viajado mucho juntos, nos habíamos enfermado de las mismas cosas y habíamos sufrido un poco, nos habíamos cuestionado mucho, seguramente nos habíamos preguntado qué piensa el otro, qué va a hacer el otro, etc. Creo que tuvimos un final feliz, porque aunque había cosas que no le gustaban, mi impresión es que estuvo contento, y consideró que yo había hecho todo lo que podía hacer. Y que era una cuestión de sincera integridad.

Usted terminó siendo el biógrafo oficial, según el propio Gabo...

Eso fue chistoso, después de 16 años finalmente se lo dijo a otros sin habérmelo dicho jamás a mí. Obviamente yo sabía que era ‘autorizado’, pero ‘autorizado’ quiere decir muchas cosas, puede decir un 30%, un 50% o un 100%. Yo nunca era autorizado 100%. Y Gabo nunca habría autorizado a nadie de esa forma. Estaba en contra de la corrupción: nunca trató de corromperme como biógrafo, siempre me dejó ser independiente, libre. Nunca me pidió ver el manuscrito final, eso me pareció muy de él y todos habrían pensado lo contrario. Leyó el libro a pesar de su enfermedad, me dijo que algunas cosas le hirieron, que otras eran incorrectas y que algún día me iba a explicar cuáles eran. Lamentablemente, nunca pudo llegar a hacerlo.

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