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También visitó ecuador el 10 de Agosto de 2009, para el acto de posesión del presidente Rafael Correa.

Galeano vino al país para dialogar con escritores comprometidos

El legado de Eduardo Galeano va más allá de sus letras. En 1986 y 2009 fue invitado al Ecuador. Foto: Archivo / El Telégrafo
El legado de Eduardo Galeano va más allá de sus letras. En 1986 y 2009 fue invitado al Ecuador. Foto: Archivo / El Telégrafo
16 de abril de 2015 - 00:00 - Redacción Cultura

A fines del siglo XX, en Manabí, provincia costera del Ecuador, se impulsaba un proyecto de resistencia que actuaba desde las letras y se distinguía de la tendencia neoliberal que entonces seguía el país.

El proyecto cultural era, a la vez, el lugar de encuentro de intelectuales, de las tertulias y de la literatura con compromiso social y se llamaba Festival de la Flor de Septiembre.

La Flor fue un movimiento cultural por medio  del cual Manabí quería ser visto y oído. Allí estuvo Eduardo Galeano en 1986 y las huellas de su paso quedaron inmortalizadas en varios de sus libros.

El escritor manabita Horacio Hidrovo Peñaherrera (1931 – 2012), creador y ejecutor del festival desarrollado en el Colegio Nacional Olmedo, del cual era su maestro, señalaba: “Utilicé todas las estrategias pues se trataba de colocar en el escenario de La Flor de Septiembre a dos grandes escritores”, quienes eran  Eduardo Galeano y Fernando Alegría. Galeano había aceptado venir a la provincia de El Viejo Luchador a través de una sui géneris misiva, cuya rúbrica contenía su clásico dibujo del chanchito y la flor.

El escrito lo dirigió a Hidrovo, desde Montevideo: “Estoy hecho un toro, de modo que (...) no habrá inconveniente en participar con ustedes en ‘La Flor’”. Y agregó que prefería exponer sobre ‘realidad, magia, historia y política’, temas a los que dedicó su vida.    

En su paso iniciático por el país, Eduardo Galeano dejó impregnadas sus ideas, al igual que durante su regreso, el 10 de Agosto de 2009, cuando vino al acto de posesión del presidente Rafael Correa, quien ha confesado ser su lector.

En 1986, acababa de llegar del exilio que lo mantuvo por 12 años en España y, en una entrevista concedida a una joven periodista de la región, el autor de Las Memorias del Fuego  señalaba que la literatura debía cumplir un rol político y social: “no es posible practicar una literatura desprendida de la realidad, incluso la literatura que se refiere a los sueños y la fantasía está de algún modo reflejando una dimensión de la realidad, porque la realidad también contiene el sueño y la fantasía (...), no creo en la neutralidad de la palabra, no creo en la posibilidad de una literatura inocente, creo que siempre que uno escribe se está dirigiendo a los demás y por lo tanto influye sobre los otros y está tomando partido entre la libertad y el miedo, entre todo lo que nos niega y todo lo que podría afirmarnos y afirmar nuestro lugar en la tierra”.

En aquella entrevista, el escritor uruguayo concluyó sus reflexiones con la sentencia implacable: “Yo no creo que sirva una literatura que no transforme al que la lee”.   

Durante su visita a la Costa ecuatoriana, también habló sobre el pueblo de Manabí: “yo me siento como en casa, sin presiones, la gente es muy dulce”. Y cuando se le preguntó sobre el futuro de América Latina, respondió con lúcida modestia: “Como profeta soy un mamarracho... siempre me equivoco con las profecías que hago... creo que para que la democracia pueda consolidarse y andar, caminar sobre un suelo firme, es fundamental transformar la realidad que la niega”. Galeano se despidió de 3 ciudades manabitas llevándose el sabor de la reflexión compartida y la novela Un Hombre y Un Río, del escritor Horacio Hidrovo Velásquez, que tematiza el problema del campesinado acechado por el sistema a principios del siglo pasado.

Luego, y como un legado testimonial, en las páginas 36 y 37 del libro Memoria del Fuego III. El siglo del viento (Siglo XXI Editores, 1986) escribió 3 textos: uno alusivo al asesinato de Eloy Alfaro; las Coplas tristes del cancionero ecuatoriano; y, en torno a la trama de la novela de Hidrovo, el apartado ‘Cantón Santa Ana’, Crónica de Costumbres de Manabí.

Sobre el recorrido que hicieron por los caminos polvosos de Manabí, Horacio Hidrovo recordaba que su amigo prefería irse en camioneta, en las ‘chancheras’, también llamadas las ‘ajuste, ajuste’, porque donde entran 8 pasajeros meten 12. “En esas nos vamos”, dijo el escritor uruguayo y ambos se fueron al mar. 

Fuente: Centro Cívico Ciudad Alfaro

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