Febrero 33, un homenaje a Luis García Jaime

Febrero 33 es un drama individual. Un hombre reniega de su situación, se rehúsa a ser lo que le piden, lo que convencionalmente todos hacen y han aceptado por el ritmo de la sociedad, por alcanzar a medias lo que quieren. Él ya aprendió de las consecuencias de seguir el molde y se rehúsa a seguir. Entonces, su contexto está fuera de lo que los hombres convencionales hacen. Su rutina ha cambiado a baño, inyección y sueño. Es su forma de enfrentarse con las consecuencias que tuvo su manera de sobrevivir con los suyos.  

En Febrero 33 un hombre se vuelve loco a solas. A oscuras es tan maravilloso como quiso siempre. Interpreta a Shakespeare, enciende el foco y vuelve a la realidad.

Dialoga solo “con personas decentes” va ganando poco a poco los recuerdos de su situación. Integra a su delirio al público, pero no espera respuestas, tal vez para no defraudarse más, solo quiere que lo escuchen y no lo juzguen.

La obra podría estar dividida en cuatro partes, que son los motivos con los que el personaje argumenta su delirio: mujer, televisor, cigarrillo y las bocas que tiene por alimentar.

Febrero 33 es una obra del dramaturgo guayaquileño Luis García Jaime, quien -relata Bernard Fougéres en una nota de prensa olvidada- junto a José Martínez Queirolo se constituyeron como símbolos de una época de la dramaturgia ecuatoriana: en la década del 70 y la necesidad de ver y reflejar, sin miedo ni prejuicios, la realidad existente.

El actor guayaquileño Víctor Aráuz le rinde un homenaje con una conmovedora interpretación de Febrero 33, en 15 minutos, en el Microteatro de Guayaquil. Esta vez la obra está dirigida por Jéssica Páez.

Luis García Jaime actualmente tiene alzheimer. Apesar de eso, visitó la sala del Microteatro, posiblemente sin reconocer bien que lo que estaba presenciando fueron líneas de su lucidez. No dudó ni un segundo en aplaudirse.