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Un entrevistador llamado Fausto

El periodista y editor latacungueño junto a su biblioteca en Quito. A la izquierda aparecen las plumas de Rutina, obra de la artista plástica Juana Córdova.
El periodista y editor latacungueño junto a su biblioteca en Quito. A la izquierda aparecen las plumas de Rutina, obra de la artista plástica Juana Córdova.
Foto: Carina Acosta / El Telégrafo
15 de noviembre de 2019 - 00:00 - Redacción Cultura

El día en que el periodista y editor Fausto Rivera Yánez supo que sería finalista del Premio Jorge Mantilla Ortega (JMO), tenía en sus manos los ejemplares de la novela Sanguínea, de la dramaturga Gabriela Ponce. Se trata del primer título de la editorial que montó junto con la periodista Nessa Terán y el artista visual Adrián Balseca, a quienes también ha editado.

La entrevista que lo llevó a ganar una de las categorías del Premio JMO se la hizo a la escritora Alicia Yánez Cossío, antes de que cumpliera 90 años. Fausto resalta que ella era una escritora única en los años setenta, cuando publicó la novela Bruna, Soroche y los Tíos, que él guarda en su amplia biblioteca, junto a obras de arte de Boris Torres y Juana Córdova.

También por esa biblioteca pasó el ensayo Rol Beligerante, de Lupe Rumazo, a quien Fausto le dedicó su tesis de posgrado en estudios culturales. Sobre ella y Alicia dice que “pese a que no han tenido el nivel de visibilidad que deberían tener, siguieron escribiendo, produciendo una obra prolífica en distintos géneros literarios”.

Llamar la atención de medios académicos, culturales, ha sido un propósito del entrevistador, que fue editor de la sección Arte/Cultura de este diario cuando la revista Cartón Piedra publicó su entrevista. Allí la autora le habló de la bibliotecaria Laura Crespo; era la gran matriarca de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE), pero no llegó a dirigirla, recuerda Fausto que le dijo, como una constatación, un ajuste de cuentas.

“Que hoy surjan sus nombres no son coincidencias ingenuas, sino que dan cuenta de cómo operaba y opera el sistema literario frente a la escritura de mujeres y a las figuras femeninas dentro de las instituciones culturales”.

En siete décadas, la CCE no ha tenido una mujer que la presida; y autoras como Yánez y Rumazo escasean en librerías porque sus libros no han sido reeditados. “Alicia tiene todo un universo literario poblado de mujeres, sí”, suelta Fausto, “pero su obra se detiene a mirar el mundo reaccionario de la sociedad ecuatoriana, las hipocresías, el racismo, la condición de clase tan lacerante que se ve con tanta fuerza en la realidad contemporánea”.

La noche del miércoles 13 de noviembre de 2019, el entrevistador le dijo a un auditorio lleno que dedicaba el premio al personaje que le dio respuestas en su hogar, en la parroquia de Píntag. Y que ella, Una mujer llamada Alicia, “nos recuerda que este es el tiempo de las mujeres”.

Un tiempo que –ya lo hemos dicho– lo tiene ocupado, editando. Aunque “ahora vivamos un momento de crisis, que se ha agudizado en términos sociales, el correlato cultural, también fuerte, hace que veamos las cosas con otros ojos. El feminismo, por ejemplo, ha sido fundamental para que en el medio literario podamos saldar injusticias frente a estas inequidades”.

Fausto invertirá el reconocimiento económico del premio en la edición de otro libro de Severo Editorial –llamada así por el poeta cubano Severo Sarduy–; se trata del poemario Historia de la Leche, de Mónica Ojeda. “Pasaremos de la sangre a la leche –sonríe el editor–; es una escritura, abierta, intelectual, emotiva. Femenina”. (I)

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