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Ettore Scola, la mirada irónica de Italia

Scola llegó al mundo del cine en los años cincuenta, escribiendo guiones y defendiendo hasta el final sus convicciones políticas, siempre de izquierda.
Scola llegó al mundo del cine en los años cincuenta, escribiendo guiones y defendiendo hasta el final sus convicciones políticas, siempre de izquierda.
22 de enero de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

El mundo de la cultura y el cine italiano perdieron el pasado martes, a los 84 años, a Ettore Scola, maestro del cine comprometido e irónico, que retrataba con fidelidad los lados poco luminosos de la sociedad en la que vivía.       

“Supo contar los vicios y debilidades de los italianos”, comentó el director de la Casa del Cine de Roma, Giorgio Gosetti, quien a pedido de Scola anunció que cumplirá su último deseo:  celebrar su despedida terrenal con una suerte de fiesta que durará dos días.

Para ello, la Casa del Cine abrirá sus puertas para que amigos, colegas y gente en común rindan homenaje a Scola. “Se va un pedazo del gran cine italiano. Scola criticaba la sociedad, estaba enamorado de sus antihéroes, pero siempre con una sonrisa”, recuerda en un tuit el expresidente del festival de Cannes, Gilles Jacob, tras confesar que se siente “triste y huérfano”.  

Scola era autor de trabajos convertidos ahora en clásicos como Una jornada particular, con Marcello Mastroianni y Sophia Loren;  Nos amábamos tanto, protagonizada por Vittorio Gassman, o Feos, sucios y malos.  

Italia pierde también al último cineasta de una generación dorada, que contó la vida de la gente común, con sus historias profundas y humanas, las cuales se desarrollaban casi siempre en Roma. “Se ha ido un hombre extraordinario, joven hasta el último día de su vida”, aseguró el ministro italiano de Cultura, Darío Franceschini, tras visitar a la familia de Scola.

La popularidad de este creador europeo era tan alta que en su país la gente acordó que Una jornada particular, de 1977, era uno de los mejores filmes hechos en Italia.  En esta cinta Sophia Loren encarna a una ama de casa aburrida y Marcello Mastroianni a un periodista homosexual, los dos vecinos que terminan por pasar juntos el día de la visita de Hitler a Roma en 1938.

“Me interesan más los diferentes que los iguales”, decía Scola, quien llegó al mundo del cine en los años cincuenta, escribiendo guiones, más de 80, y defendiendo hasta el final sus convicciones políticas, siempre de izquierda. Incluso, el cineasta fue catalogado como un “militante por los derechos civiles”, como lo recordó la presidente de la Cámara de Diputados, Laura Boldrini, quien mencionó sus luchas cuando estaba en el Partido Comunista.  

Pese a no haber obtenido jamás un Oscar, aunque 4 de sus filmes fueron nominados, sus películas pasaron a la historia por haber retratado una Italia burguesa y proletaria, “sin maniqueísmo”, explicó la experta francesa en cine italiano Caterine Brunet.  

“Era un maestro y era insuperable. Sabía mezclar ironía y melancolía”, comentó uno de sus mayores admiradores, el reconocido cineasta Paolo Sorrentino, ganador del Oscar en 2014 por La gran belleza, quien justamente se inspiró en La terraza, de Scola.     

En una decisión poco usual, el director general de la Radio Televisión Italiana, Antonio Campo Dall’Orto, solicitó que los canales de la televisión pública recuerden todo el día y a todas las horas a Scola. (I)

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