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La muerte feliz- Albert Camus

La muerte feliz- Albert Camus
18 de abril de 2014 - 00:00 - Miguel Muñoz

Hace un tiempo escribí en Twitter que el mejor libro de la literatura ecuatoriana todavía está inédito. Esto no es, como podría pensarse, un comentario irónico o despectivo hacia la producción literaria local.


El libro al que hacía referencia en ese tuit existe y no lo he olvidado desde la primera vez que lo leí en mi adolescencia temprana. Es el único ejemplar que he visto; se trata de una pequeña carpeta con hojas impresas a computadora y que, al día de hoy, se encuentran amarillentas y pegoteadas. Su autor era un amigo de mi padre al que no hemos visto hace casi veinte años. Y, aunque tengo la sensación de haberlo conocido, la verdad es que no lo recuerdo. Si excluimos la vaga imagen que guardo en mi memoria de mi padre leyéndola, y si suponemos por un momento que su autor es de aquellos que, como César Aira, no leen lo que escriben, bien podría ser yo el único lector de esta obra infortunada. Pero dado que esto se trata, en definitiva, de comentar una lectura disponible para un hipotético lector a la espera de una recomendación, entonces el libro que ahora mismo me resulta imprescindible y fundamental es, sin duda alguna, uno de Albert Camus.

 

Me gustaría creer que cualquier persona medianamente escolarizada conoce La peste. Así como cualquier fan atento de The Cure conoce o sabe de qué va El extranjero, un libro que me costó un noviazgo por motivos que no hace falta detallar aquí. La primera de estas novelas es una obra maestra y un clásico del siglo XX; en ella Camus desarrolla su idea de la santidad laica y de la amistad como el último bastión de la resistencia política. De la segunda, por otro lado, podría arriesgarme a decir que se trata de la culminación de una investigación literaria sobre el sentido de la vida en contraposición a la nada. Proyecto que —arriesgo una vez más— inicia con otro libro, uno que recién fue publicado a diez años de la muerte del autor francés y que, curiosamente, comparte espíritu y ciertas ideas con el inédito del que hablé antes. Me refiero a La muerte feliz, una novela corta que también leí en mis primeros años de adolescencia, esta vez en el octavo tomo de una colección de literatura universal editada por La Oveja Negra. Estilísticamente no difiere demasiado de El extranjero, pero sí en cuanto al tema. Patrice Mersault (parecido al Meursault de El extranjero) es el protagonista, quien luego de asistir un suicidio abandona su trabajo inane y se dedica a la búsqueda de la felicidad con el dinero del recién fallecido. Como es de suponer, no la encuentra sino en soledad y al borde de la muerte, de su muerte feliz. Después Camus sustituyó —en una operación coyuntural— esta posibilidad de un sentido vital por la nada y el absurdo.

Crecí en un lugar apartado de cualquier centro significativo, en medio de un paisaje marcado por la belleza de la naturaleza y la velada crueldad de una sociedad dividida, así que pueden imaginarse de qué forma la lectura estupefacta y arrebatada de esta novela contribuyó a formarme ética y espiritualmente en una edad por lo demás frágil y conflictiva.

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