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El teatro "condicionado" a lo mediático preocupa a los artistas

En la av. 9 de Octubre zanqueros, actores, actrices, danzantes y teatreros de la calle participaron en una marcha que recorrió también el Malecón Simón Bolívar para llegar a su destino de la Plaza San Francisco. Arriba, los mensajes prevalecieron durante la marcha. En la plaza San Francisco presentaron varios sketches. Al final hubo una charla en La Culata.
En la av. 9 de Octubre zanqueros, actores, actrices, danzantes y teatreros de la calle participaron en una marcha que recorrió también el Malecón Simón Bolívar para llegar a su destino de la Plaza San Francisco. Arriba, los mensajes prevalecieron durante la marcha. En la plaza San Francisco presentaron varios sketches. Al final hubo una charla en La Culata.
Foto: William Orellana / EL TELÉGRAFO
30 de marzo de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

La fiesta que se vivió en el centro de Guayaquil por conmemorarse el Día Internacional del Teatro, el pasado martes 27 de marzo, estuvo llena de matices alegóricos por las actividades que el gremio organizó con sonoro y colorido tributo en las calles.

Una marcha desde Barricaña (Víctor Manuel Rendón y Lorenzo de Garaicoa) reunió a más de 300 actores, entre actrices, zanqueros, teatreros de la calle, guionistas, escritores, danzantes, músicos y otros más que caminaron por la Av. 9 de Octubre, avanzaron por el Malecón Simón Bolívar  hasta llegar a la Plaza San Francisco, donde los dirigentes se pronunciaron.

Al caer la tarde, la charla Realidades y perspectivas del teatro en Guayaquil –a cargo de los actores Raúl Pintos, catedrático y ex Juglar; Augusto Enríquez, fundador de Kurombos, y Héctor Garzón, presidente de la Asociación de Teatreros Casa del Teatro– abordó la historia del teatro en la ciudad a partir de la década del 70 hasta disertar sobre  las tendencias actuales y sus nuevos protagonistas.

El legado del Juglar
En palabras de Pintos,  la compañía El Juglar, fundada por el argentino Ernesto Suárez, tuvo la virtud de establecerse como un espacio latinoamericano manejado con inquietudes y realidades que no se basaban en corrientes europeas centradas en la lucha de clases sociales.

“El Juglar construyó un discurso distinto, una poética diferente y creo que su mérito  habría que sintetizarlo en  que nosotros, como grupo, entendimos al teatro como una construcción de significados y del sentir. Es decir, el teatro involucraba lo que la gente de la calle éramos como pueblo y así se fue construyendo un discurso”, recuerda el intérprete dramático, quien resalta que a esta compañía se le debe la creación de un público que fue aprovechado por otras expresiones artísticas.

El teatro mediático preocupa
Enríquez, quien también gozó del mismo aprendizaje en el Juglar, expresó su preocupación por la inmediatez con la que se ejecuta el desarrollo de obras en el presente. Algo que -cree- se lo realiza sin el debido proceso de investigación o exploración de la teatralidad.

“La gente quiere lo inmediato, lograr el éxito y se busca solo eso. Enhorabuena que esté la tendencia del microteatro, que me parece muy buena como una alternativa de no encontrar espacios (...) pero se corre el riesgo de montar un trabajo de una semana a otra y presentar en un mismo mes 3 o 4 trabajos y uno pregunta: ¿Y el trabajo, el proceso de búsqueda, de investigación científico y estético, de análisis o estudio?”, cuestiona el fundador de Kurombos, quien sostiene que la  falla radica específicamente en la inmediatez con la que se  oferta este formato.

Garzón, en cambio, abordó el tema de la asociactividad   que -en su experiencia- permitió recoger las inquietudes del gremio para llevarlas a la Asamblea y junto con otros dirigentes artísticos se aprobó la Ley de Cultura como una herramienta que ampara y norma los derechos de los artistas. “Lo importante es haber sido reconocidos como trabajadores”, dijo.

Un formato que genera público
Al otro lado de la ciudad, en Microteatro Guayaquil y Pop Up el festejo se vivió de igual forma, pero en las tablas: “donde las papas queman”.

Jaime Tamariz, propietario del primer espacio cultural, recuerda que habló sobre su experiencia actoral con Ernesto Suárez y cuando le comentó sus inquietudes del formato de teatro corto que recién despegaba en Guayaquil, le anticipó el argentino: “Ya llegará, es cuestión de tiempos y procesos”.

Situación que se observa con un público constante a este formato que -según Tamariz- funciona de incentivo para los que no lo consumían y quieren nuevas propuestas.

“Creo que lo que hay ahora en la ciudad supera muchísimo a como estaba antiguamente la formación académica (...) existe una diversidad de temas y metodologías que son un gran aporte para los jóvenes que se están formando (....), además existen para ellos nuevas plazas donde trabajar”, sostuvo.

Sobre los que tienen una visión distinta del microteatro considera injusto que descarten este esfuerzo y los espacios que funcionan como ventana para nuevos talentos. Como ejemplo habló de la obra Nora, una adaptación del texto de Henrik Ibsen que su equipo montó bajo una técnica expresionista, requiriendo un proceso de investigación con distinta visión.

Además, señaló a El Plan,  de Ignasi Vidal, como la pieza que en formato tradicional logró convocar más público que las de Microteatro.

Justamente Ricardo Velasteguí, fundador de Pop Up, fue uno de los actores de esta obra presentada en la Casa Cino Fabiani, en Las Peñas.

Él recuerda que hace 10 años el teatro estaba muerto en Guayaquil y con este formato el actor se encuentra en constante entrenamiento.

“El formato no tiene nada que ver con la capacidad o el talento que tenga cada actor”, asegura Velasteguí y agrega que sucede lo mismo con el proceso de montaje de una obra, porque el tiempo -ya sea largo o corto- no garantiza la calidad, eso lo da la capacidad del director o actor. (I) 

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