El libro sobre el que he elegido hablar no está entre las preferencias actuales, y si bien considero que han sido muchos los libros que me han marcado, en esta ocasión me referiré al primero de todos, más específicamente un cuento: El rastro de tu sangre en la nieve, que forma parte del libro Doce cuentos peregrinos, de Gabriel García Márquez.

Lo leí cuando tenía 14 años, y lo que me motivó a tomar un libro fue el aburrimiento de unas vacaciones, -cansada de mi dosis diaria de televisión-; era de los poquísimos libros que había en casa, y sin lugar a dudas me cambió la vida. Aún recuerdo los nombres de los personajes y esa muerte provocada por la espina de una rosa. Me lo creí todo, -el factor de verosimilitud es fundamental en el trabajo de un buen narrador-. Fue la primera lectura en la que sentí el ‘clic’, y por primera vez sentí que algo como ajeno y extraño tocó mi realidad y la transformó. Empecé a leer por mi cuenta a partir de ese momento, incluso los libros ‘obligatorios’ para el colegio, y recuerdo el catálogo de la colección Antares al final de cada libro, que me servía como base de referencias de títulos que quería leer. No había internet, ni redes sociales, pero las mismas lecturas nos conducían con sus afinidades.

En esa época leí a Poe, Hesse, Sartre y Woolf, siendo cada uno de ellos mi favorito en determinada época. Casi tengo la impresión de que las nuevas generaciones han perdido algo de interés en los autores del boom, -menos por Cortázar-, pero creo que es fundamental leerlos para entender la tradición y sus posteriores rupturas. Estar al tanto de la vanguardia sin estarlo de la tradición sesga el conocimiento de ese mundo que nos brindan los libros. Seguro García Márquez no es un autor ‘in’ en este momento, ni ciertos clásicos lo sean; y si está bien ‘matar a los padres’ es importante leerlos primero. La adquisición de una cultura amplia atraviesa todos los tiempos y a sus autores imprescindibles.

Ahora le dedico mi vida a los libros, y leo a nuevos autores constantemente, sin que la sensación que me produjera este cuento se borre o desvanezca.