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El "Don Quijote" de París escribe su último verso

El "Don Quijote" de París escribe su último verso
22 de diciembre de 2011 - 11:35

Huésped de escritores, pregonero empecinado de la generación "beat", librero entregado a la causa y soñador utópico conocido como el "Don Quijote" del barrio latino de París, el estadounidense George Whitman, fue enterrado este jueves en el cementerio del Père Lachaise.

Fue a través de su trabajo durante varias décadas al frente de la histórica librería Shakespeare & Company como Whitman se ganó ese alias, acuñado tras cumplir su quijotesco sueño de fundar y regentar frente a la catedral de Notre-Dame una de las tiendas de libros más carismáticas del mundo.

"Cuando se habla de él no se puede evitar hablar de la librería porque no existen el uno sin el otro", dijo su hija durante las obsequias, a las que asistieron unas 150 personas. Allí, la que continuará con el trabajo de Whitman, recordó que los dos elementos más importantes de su vida eran "los amigos y los libros".

El negocio se ha convertido con los años en una magnética institución cultural por la que otrora se prodigaron figuras como Allen Gisberg o Henry Miller para rebuscar volúmenes entre sus estanterías, literalmente abarrotadas hasta el techo.

Por toda una vida dedicada a la difusión de las letras, en la que Whitman creó un premio literario para autores inéditos, o el "Festival & Co" para promover ese arte, el Ministerio francés de Cultura le concedió en 2006 la insignia de Oficial de las Artes y de las Letras.

Desde su muerte la semana pasada, a los 98 años, el frontispicio de la Shakespeare & Company rebosa de flores y mensajes anónimos de agradecimiento. Y es que Whitman, a quien la escritora francesa Anaïs Nin describe como "un santo entre sus libros", convirtió su vida en un homenaje a la literatura.

"Decía que había cumplido una utopía socialista camuflada bajo la forma de una librería", explica a Efe uno de los empleados del establecimiento, Terry Craven, quien fue una de las 50.000 personas que Whitman aseguraba que acogió entre sus muros para pasar la noche.

El pasado trotamundos del librero quedó marcado por la hospitalidad de los indígenas mayas. A los 22 años y con 40 dólares en el bolsillo, Whitman inició en México un viaje de 5.000 kilómetros por Centroamérica que le sirvió, entre otras cosas, para aprender español.

Durante su periplo, el joven graduado en periodismo cayó enfermo y tuvo que caminar tres días por la selva de Yucatán, en el sur de México, sin comida ni agua hasta que fue rescatado por locales. Aquel episodio influyó a la hora de convertir su librería en una suerte de hospedaje gratuito para nómadas de su estirpe.

A cambio de cederles temporalmente uno de los divanes del local, los afortunados se comprometían a leer un libro diario y trabajar una hora de cara al público, un intercambio que en algún caso se prolongó hasta siete años, por cortesía del librero.

"No seas inhóspito con los extraños, ya que podrían ser ángeles disfrazados", reza sobre el dintel de una de las puertas de la librería la sentencia del poeta William B. Yeats, y que también promulgaban los grecorromanos, devotos de deidades antropomórficas.

El estadounidense cumplió ese precepto durante 60 años, los mismos que han pasado desde que inaugurase en 1951 la librería Le Mistral, que después cambió su nombre por Shakespeare & Company, y que según el obituario del rotativo británico "The Guardian" es "probablemente, la librería más famosa del mundo".

"Le llamaban el Don Quijote del barrio latino porque era un soñador. Quería que abrir la puerta de su librería fuese como entornar las tapas de una novela, de su novela", recuerda el dependiente Craven.

La Shakespeare & Company es, en cualquier caso, el segundo tomo de una novela que comenzó a escribirse en 1919, cuando la también estadounidense Sylvia Beach fundó con ese nombre el mítico establecimiento que publicó por primera vez "Ulises", de James Joyce.

Whitman retomó el legado de Beach dos años después la muerte de su admirada antecesora en 1962 y, en su honor, llamó a su hija Sylvia Beach Whitman.

Más allá de una simple tienda de libros, la Shakespeare & Company es un lugar de lectura entre sillones aterciopelados donde el propio Whitman solía sentarse a degustar sus páginas favoritas, como las de su novela predilecta, "El idiota" de Fiódor Dostoyevski. Además, utilizaba su librería como una atalaya para pregonar que la literatura puede mejorar el mundo.

"Una vez encontramos una carta dirigida a Mijaíl Gorbachov en la que Whitman le pedía (al ex dirigente soviético) que le cediese un barco para convertirlo en universidad flotante y en librería", señala Crave.

Era "un sueño loco y extravagante, pero lo pensaba realmente", concluye Crave, quien percibe en ese tipo de quimeras de su difunto maestro la magia que a tantos atrapó en el 37 de la Rue Bûcherie, a orillas del Sena.

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