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El arte ayuda a los PPL a pagar condenas sin perder la cordura

El arte ayuda a los PPL a pagar condenas sin perder la cordura
24 de marzo de 2013 - 00:00

Mantener la “cordura” en un centro penitenciario parece cosa de locos, pero no es imposible. Se hace realidad cuando se escribe un poema, se canta una melodía o se trazan mundos con un poco de pintura.

Como en toda sociedad -y aún más en la carcelaria-, donde los problemas sociales y humanos se juntan, es imprescindible tener esa “válvula de escape” que suele proporcionar el arte, el deporte y la educación, tres elementos que se trabajan en los centros de rehabilitación social del país.

Para Samuel, un dominicano de ojos negros grandes, y de hombros anchos, que paga una condena en el pabellón 2 del Centro de Rehabilitación Social de Varones de Quito (CRSV2), su forma de mantenerse cuerdo es la música.

A Samuel le gustaba cantar, pero no fue hasta llegar a la cárcel que se dio la oportunidad de explotar su voz de forma un poco más profesional, y tras varios talleres de técnica vocal, se convirtió en el vocalista de la orquesta “Inclusión”.

La canción “Amor y Control”, de Rubén Blades, una salsa intelectual, forma parte del repertorio de Samuel, que la interpreta sin dejar que le derrumbe, porque le golpean las frases que aparecen en ella.

Samuel lleva tres años y dos meses en prisión por tráfico de drogas. Recientemente aplicó a la pre-libertad, un sistema que permite cumplir parte de la condena fuera de prisión, en las Casas de Confianza, del ministerio de Justicia.

La orquesta “Inclusión” lleva tres años y medio en el mercado musical, y ensaya todos los viernes de 9:00 a 12:00 y los miércoles de 17:30 a 19:30 en el centro de cómputo del pabellón, un salón con las dimensiones necesarias para albergar a los músicos de esta agrupación.

Mientras los más de 15 integrantes de la banda practican las melodías, el austriaco Lip Manfread mezcla colores en una paleta y recrea mundos. Nada lo perturba, ni la música, ni los comentarios, ni los silbidos de sus compañeros, ni las fotografías que le sacan. Su concentración es absoluta. Hablarle es inoportuno.

El centro de cómputo del pabellón, núcleo de las actividades culturales, tiene ciertos ventanales cubiertos de barrotes que dejan ver los muros blancos de cal, gastados y descascarados de otros pabellones, denominados de Alta Peligrosidad, donde también hay talleres culturales, aunque en menor cantidad que en el Pabellón 2.

Lo de “peligrosidad” es debatible para Wilson Vallejo, coordinador Educativo y de Cultura del centro.

Este programa, que se aplica en todo el sistema penitenciario a nivel nacional, es impulsado por el Ministerio de Justicia, que promueve la actividad física y la implementación de 11 talleres culturales, como estrategia de rehabilitación para las personas privadas de la libertad.

Además del Centro de Rehabilitación, que dirige el taller de grabado artístico, el club de lectura y el grupo Inclusión Salsera, el programa cuenta con el apoyo de otras instituciones y personas particulares.

La Universidad Central lleva adelante los talleres de dibujo y pintura, y cerámica. El Ministerio de Cultura impulsa el programa “Murales de Libertad” y el taller de literatura, junto a la fundación Anaymaru. El Gobierno Provincial de Pichincha dirige el taller (Radio), y la Fundación Kundalyini Yoga lleva a cabo el taller de yoga; mientras que los particulares Ana Farinango y Pablo Barriga imparten los talleres de danza y meditación.

Dentro de este grupo de personas que trata de mantener la cordura en el Pabellón 2 del ex penal García Moreno se encuentra Juan Carlos, un colombiano de contextura delgada que visita con frecuencia el centro de cómputo. Asiste a los ensayos con la orquesta y a los talleres de literatura.

Para este padre de familia, que prefiere que su hija no lo visite, el pertenecer a la orquesta le ha permitido salir de la cárcel y conocer determinados lugares de Quito.

Juan se llena de emoción cada vez que recuerda una noche que salieron a tocar y descubrió que era temporada de luna llena; de esa que incendia el cielo oscuro con sus colores blancos, amarillos y anaranjados. “Eso de que valoras las cosas cuando las pierdes, es cierto”, dijo el también poeta, que es autor de uno de los trabajos que fueron publicados por el Ministerio de Cultura en el libro “El dorso del Puma”, a principios de año.

“Una vez que estas aquí adentro tienes que aprovechar las oportunidades, no tienes que amargarte, ni crear resentimiento, no sirve”, acuñó, mientras mostraba su poema, que le dedicó a su madre y su nena que están en Medellín.

Juan, pese a que lo tenía todo, se dejó llevar por una oferta tentadora. El transporte de droga le ha quitado, hasta el momento, más de tres años, un periodo en que no ha podido estar junto a su hija, y en el que se ha separado de su esposa.

Resignado, Juan Carlos cuenta que pertenece al grupo “Los poetas sin voz”, y junto a la agrupación “Los de Adentro” del Pabellón 1, acude a los talleres de literatura, que duran dos horas, los lunes y viernes.

Ahí aprende redacción, ortografía, gramática, formación de personajes y elaboración de cuentos, a los que no falta, pues también apunta al sistema de pre-libertad.

Las clases, ensayos y cualquier actividad de tenga que ver con cultura, deporte y educación son controladas diariamente y de forma rigurosa, cuenta el presidente de las personas privadas de la libertad (PPL), Raúl Teca, quien dice que apenas un 10% de internos -en total son 250 en el Pabellón 2- no participa en alguna actividad.

“Todos hacen alguna cosa, pero cuando las haces con pasión pasas la condena sin perder la cordura”, indicó.

Si los PPL faltan dos días a las actividades sin presentar una justificación -que puede ser por una audiencia o visita del abogado- pierden puntos, y se alejan de la oportunidad de aplicar al sistema de pre-libertad indica el coordinador del programa.

Otra de las actividades en este centro son los talleres de radio, que cuentan con el apoyo de la Gobernación de Pichincha.

Ahí, los PPL aprenden a hacer guiones, y realizan ejercicios de modulación de voz.
Por ahora, no realizan labores de producción, pues uno de los productores dejó el centro, y esa vacante aún sigue pendiente. En los talleres que están próximos a iniciar esperan llenar esa vacante.

La infraestructura de la radio rompe con toda la construcción vieja del centro, que por el momento está embellecida por los murales que pintaron los internos junto a los integrantes del proyecto “Murales de Libertad”.

Radio Quimera, como le bautizaron los PPL, tiene equipos modernos y está bajo un ambiente totalmente acondicionado para producir sin ningún problema.

Los chicos esperan la entrega de una frecuencia para salir al aire con sus programas.

Dicen no ser más que el reflejo de la sociedad, que pierde la cordura por otros tipos de prisiones.

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