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El amor fuera de la representación

El amor fuera de la representación
14 de febrero de 2014 - 20:00 - Redacción Cultura

El amor ha sido estereotipado, segregado y limitado en sus representaciones más cotidianas, desde sus doctrinas occidentales y a partir de ello criticado por sus múltiples expresiones. A pesar de que la representación del amor varía según el tipo de sociedad que la acoge nunca pierde vigencia en un planeta poblado de humanos que inevitablemente terminando amando.

El amor mitológico

En el Banquete, Platón describe a Sócrates como el primer teórico del amor, como quien funda las teorías sobre el mitológico dios Eros, “el dios que sembraba en los seres humanos las semillas del deseo sensual, la fuente de nuestro deseo de amarnos los unos a los otros, el amante natural de la belleza”.

El filósofo y sociólogo francés Edgar Morin, para quien siempre la realidad tiene algo de mitológico,  escribió en su ensayo Complejo de amor, “El amor está arraigado en nuestro ser corporal y, en este sentido, se puede decir que el amor precede a la palabra. Pero el amor está al mismo tiempo arraigado en nuestro ser mental, en nuestro mito, lo que evidentemente supone el lenguaje, y se puede decir que el amor procede de la palabra. El amor a la vez procede de la palabra y precede a la palabra”.

A partir de esto Morin abre el debate sobre las culturas que no hablan de amor, lo cual no es un indicador explícito de que no exista en ellas. Para él, en la manifestación del amor a través del lenguaje es donde se expresa la verdad, la ilusión y a la vez, el engaño que puede constituir o rodear el amor. El lenguaje hace una descripción de esa condición a la que el sujeto biológico está sujeto.

La representación del amor

El cine como lenguaje es por antonomasia un catalizador de la realidad, un escapismo de lo cotidiano subyugado a un mundo fantástico y en ocasiones convencionalmente perfecto. Las representaciones del amor en el cine van desde la idealización de la pareja joven y perfecta en el que dentro de un entramado de situaciones cotidianas y hasta absurdas ceden a lo que “debe ser.” Pero está ese cine que expresa con nuevos personajes y protagonistas las formas del amor que se ausentan de lo comercial y que lo convierten en cine de culto.

Una película en la que se puede evidenciar el entramado del mito con el ser biológico que ama y a la vez se destruye por poseer lo que lo posee es Henry y June. En esta, el director estadounidense Philip Kauman encuadra en ese París,  desde siempre vinculado al mito del amor, el romance del novelista Henry Miller con su esposa, June Mansfield y la escritora Anaïs Nin.

Anaïs está casada con Hugo Guiller, pero dos fuerzas ocupan su mente, la escritura y su eros, pasiones que también embriagan la vida literaria de Miller y que lo llevan a escribir dos de sus obras más famosas, Trópico de Cáncer y Trópico de Capricornio. Miller tuvo un romance con Anaïs, que contó con la aprobación de su esposa, affair que surge luego de que Anaïs se enredara en la exploración de su sexualidad con June. “Quiero probarlo todo, como tú”, le dijo Anaïs a June, sabiendo que su matrimonio con Hugo sería el lugar donde volvería al final de todo.

En el romance que tiene Nïn, alimentado de cartas y de placer y camuflado por lo que su esposo conoce e ignora, se representa lo que el hombre en general también ignora a través de sus instituciones y su fervor por prohibir a la carne el adulterio. En esta historia se transcribe con imágenes lo que afirma Morin, “es necesario señalar cómo el deseo y el amor sobrepasan, transgreden normas, reglas y prohibiciones: o bien el amor es demasiado endógamo, y llega a ser incestuoso, o bien es demasiado exógamo, y llega a ser ya adulterino, ya traidor al grupo, al clan, a la patria. La salvajez del amor lo lleva ya sea a la clandestinidad, ya a la transgresión”.

El amor siempre transgrede. Otra muestra cinematográfica de ello es “El Hijo de la Novia”, un romance que se consumó en la ausencia del matrimonio que exigía la época y que sobrepasó al tiempo y se almacena de lo vivido. El director argentino Juan José Campanella pone en escena el amor de Nino a Normita, su esposa que padece de alzheimer. Nino lucha contra los prejuicios de su hijo que por la edad de sus padres y por la enfermedad que padece su madre no concibe la posibilidad de que Nino quiera hacer realidad el sueño de juventud de Norma, casarse por la iglesia. El hijo de la novia es la historia del amor, después del amor.

El amor es avanzar un paso de la carnalidad y la superficialidad en la que estamos inscritos como mamíferos. Es lo que declara Margarite Youcenar a través de Memorias de Adriano, “de todos nuestros juegos, es el único que amenaza trastornar el alma, y el único donde el jugador se abandona por fuerza al delirio del cuerpo”. Es finalmente,  buscar en el otro la compañía que no nos comprometa con la soledad.

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