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Los espacios estuvieron ligados al desarrollo productivo de la ciudad

Dos hitos patrimoniales del siglo pasado ahora son parqueaderos

La Casa Madinyá está ubicada en Tomás Martínez, a su lado y en la parte posterior ahora hay dos parqueaderos. Foto: William Orellana / El Telégrafo
La Casa Madinyá está ubicada en Tomás Martínez, a su lado y en la parte posterior ahora hay dos parqueaderos. Foto: William Orellana / El Telégrafo
17 de junio de 2015 - 00:00 - Jessica Zambrano Alvarado

“Esta casa ya estaba vieja, tenía más de cien años”, dice Marcelo, un vendedor y ‘técnico de relojes’ que desde hace más de tres décadas trabaja en los alrededores de lo que fue la Botica del Comercio, una de las dos propiedades del Dr. Roberto Levi Hoffman que pasaron de ser bienes inmuebles patrimoniales a parqueaderos.           

La Botica del Comercio tuvo su mayor apogeo una vez que la compró el judío alemán Roberto Levi Hoffman a Delia Icaza, viuda del  General Jorge Marcos. Esta, luego de un préstamo y una serie de gravámenes en su propiedad pidió el remate de la casa en cien mil sucres. Levi Hoffman traspasó sus bienes a su esposa, la poetisa Piedad Castillo. Al fallecer, antes que su esposo, en 1964 los bienes pasan a sus cuatro hijos. Su herencia fue derribada a inicios de los 90 del siglo XX tras una transacción entre los hijos de Piedad Castillo yRoberto Levi Hoffman y los socios de la Empresa Agrícola La Sureña, vinculada con la familia Isaías.

Esta propiedad, a diferencia de todas las casas patrimoniales que pudieron conservarse a través del proyecto Parque Histórico, iniciado por la dirección cultural del Banco Central, en los 90, estaba hecha de concreto, pues según la ordenanza de la época debía ser a prueba de incendios. Mantenía su composición inicial de madera y ladrillo enlucido.

Antes de ser dada de baja del inventario de bienes patrimoniales y ser derribada para vender su territorio a La Sureña, los vestigios del dinamismo que marcó a través del negocio de farmacéuticas se mantenían intactos: frascos para las mezclas de medicamentos que lograron posicionarse a la venta de pastillas extranjeras; quipux que reseñan las mezclas; el ascensor y el sistema de poleas y las maquinarias con las que Levi Hoffman puso en pie una industria.  

Las condiciones en las que se encontraba el bien inmueble eran contradictorias. Hay moradores del sector que aseguran estaba en buen estado antes de que se derribara. Otros solo recuerdan que ‘era una casa vieja’. El arquitecto Pablo Lee explica que estaba deteriorada. FlorencioCompte, decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica de Guayaquil, resalta que a pesar de las condiciones del bien inmueble y los años, estos no son factores determinantes para derribar, pues esta era símbolo de una época de auge de boticas de la que no queda ninguna seña.

La Botica del Comercio fue fundada a finales del siglo XIX y tuvo su crecimiento con la compra del Dr. Roberto Levi Hoffman. Foto: Memoria de Guayaquil

La propiedad fue construida y establecida como botica por el francés José Payeze, uno de los miembros fundadores de la Sociedad de la Cruz Roja Ecuatoriana. Roberto Levi Hoffman fue uno de sus últimos propietarios. Llegó al país, según relata el historiador Rodolfo Pérez Pimentel, luego de ganar  un concurso de méritos promovido por el cónsul ecuatoriano Sr. Estévez para ocupar el cargo de Químico jefe del laboratorio Municipal de Guayaquil, con 150 sucres mensuales de sueldo.

En Ecuador conoció a Piedad Castillo, hija de los propietarios fundadores de Diario El Telégrafo, de quien se enamora pero se separan pues la poetisa iría a estudiar Filosofía en París. Cuando él decide hacer un viaje a Alemania para visitar a su familia es enviado a Puná, debido a la cuarentena que hubo por la fiebre amarilla. Ella huía de la primera guerra mundial y se encuentran en la isla. Luego se casan por la iglesia.

La Botica del Comercio fue “una de las más antiguas y acreditadas droguerías de Guayaquil de finales del siglo pasado. Según un informe entregado al Instituto Nacional de Patrimonio(INPC), previo al derrocamiento de la infraestructura, la industria farmacéutica local tuvo una evolución “más o menos vertiginosa, logrando desplazar a productos elaborados en el extranjero por una serie variada de elaborados en el país”.

“Había una balanza que aparte de dar el peso, imprimía un mensaje de la suerte. El olor a químicos y alcanfor era reconocible apenas uno pasaba”, recuerda un seguidor del portal Memoria de Guayaquil sobre el espacio que fue vendido por sus herederos, según el valor presentado, en más de 34 millones de sucres.  

La Quinta Piedad

Levi Hoffman junto a su esposa extendieron sus propiedades con la compra, también en subasta por cien mil sucres, de lo que fue a finales del siglo XIX uno de los límites urbanos de la ciudad, conocida como la Quinta Pareja, según constata la investigación de los arquitectos Pablo Lee, Florencio Compte y Claudia Peralta recogida en el libro ‘Patrimonio Arquitectónico de Guayaquil’. Los Levi-Castillo, la llamaron la Quinta Piedad, en honor a la poetisa.

Cuando Levi adquiere esta propiedad era una mansión que había sido diseñada por arquitectos contratados por el Dr. Alejo Lascano. Con su venta, el inmueble  se fragmentó en lo que fue la Quinta Piedad y lo que ahora se conoce como ‘Casa Madinyá’, ubicada próxima a la zona Rosa de Guayaquil.

Según constata Compte, quien integró una investigación en este bien, lo que es ahora la ‘Casa Madinyá’ estaba en peores condiciones que la Quinta Piedad, pues tenía amarrada su fachada por un alambre y sin embargo fue rehabilitada.

La Quinta Piedad estuvo tugurizada durante los 80, “era un conventillo donde vivía un montón de gente. Había gente que vivía hasta debajo de las escaleras. Hacia afuera no se la veía porque habían construido en la parte externa.La casa quedó metida dentro de la manzana y había que entrar por un pasillo. Poco a poco fue deteriorándose pero no estaba como para demolerla y de repente lo hicieron”, relata Compte. Ahora la propiedad, que estuvo ubicada en Córdova y Rocafuerte, es también un parqueadero.

Para Compte, el hecho de que una propiedad de esas condiciones se deteriore no significa que debía ser derribada. Asegura que su rehabilitación es posible con una decisión adecuada, siempre y cuando haya la decisión y la posibilidad.

“El patrimonio y la cultura son temas que siempre han sido marginales, pensar que se puede hacer una inversión en estos bienes es un tanto utópico”, señala el arquitecto sobre estos bienes inmuebles y su paso a parqueaderos, que definen una tendencia de crecimiento urbano que no es aislada. (I)

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