Ecuador, 18 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Diógenes Paredes: el pintor de los desposeídos

Diógenes Paredes: el pintor  de los desposeídos
25 de diciembre de 2013 - 00:00

Diógenes Paredes nació en 1910 en Tulcán, capital de la norteña provincia de Carchi. A los 19 años se sintió atraído por la pintura, y en general, por la expresión artística, y decidió comenzar a estudiar en la Escuela de Bellas Artes en Quito, donde posteriormente se desempeñaría como profesor y director. En dicha academia fue uno de los alumnos más destacados del pintor Pedro León Donoso, quien lo encarriló hacia el “realismo social indigenista”, mientras que paralelamente, y motivado por sus creencias y una ideología cada vez más radicalizada, participó en diversos círculos izquierdistas. Así, ya en plena madurez activó su participación en el Partido Comunista (PCE) mientras profesaba un ateísmo militante.

En 1938 intervino en la fundación del Sindicato de Escritores y Artistas (SEA) de Ecuador, estructura organizada desde el PCE y por la que se generó un frente político por parte de aquellos artistas que como él se identificaban con el sector obrero, ya que se consideraban a sí mismos como trabajadores situados en el campo de la cultura. No estaban ausentes, en consecuencia, ni la práctica revolucionaria, ni tampoco la denuncia contra el fascismo y el imperialismo, sobre todo, expresados en el terreno cultural y artístico. Junto con Paredes participaron de esta iniciativa otros artistas e intelectuales, de un peso político y referencial creciente en la sociedad ecuatoriana, como Jorge Icaza, Benjamín Carrión, Demetrio Aguilera, entre otros.

También en 1938, y en el contexto de la Guerra Civil Española, la editorial Atahuallpa publicó un libro que pronto se convertiría en un clásico. Se trató de Nuestra España: homenaje de los poetas y artistas ecuatorianos, en apoyo al bando republicano. El libro contó con xilografías de Paredes y de artistas como Eduardo Kingman, Alba Calderón, Leonardo Tejada, entre otros.

Una de las actividades más importantes organizadas por el sindicato fueron los ‘salones de Mayo’, la primera exhibición anual en Ecuador patrocinada por una organización no gubernamental, opuesta al Salón Anual de Bellas Artes, de carácter elitista. Su formato abierto y sin jurados estimuló la creación de un nuevo arte centrado en paisajes urbanos pero especialmente en temáticas sociales e indígenas, donde se ponía el acento en la relación casi íntima entre el hombre y la tierra en la que vivía. Junto con él participaron otros artistas como Oswaldo Guayasamín, José Enrique Guerrero, Eduardo Kingman, Guillermo Latorre, Luis Moscoso, Carlos Rodríguez y Leonardo Tejada.

En dicho espacio, Paredes expuso “Los pondos”, representativo del problema que tenían los indígenas de la Sierra para acceder a fuentes de agua limpia, obra que mereció la atención de los críticos. Diógenes Paredes comenzó a ser considerado como uno de los principales referentes de la versión ecuatoriana del realismo socialista, influenciado también por el muralismo mexicano que unas décadas antes había sido impulsado por pintores como Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros.

Iniciando la década del 40, y ya en plena retórica expresionista, el artista tulcaneño forjó pinturas de sombrío color y de intenso dramatismo en la captación del gesto humano y el clima: a esta época pertenecen ‘Helada’, ‘La Mala Noticia’ y ‘Tormenta’. Su elevado nivel artístico lo hizo merecedor del primer reconocimiento en 1942, cuando obtuvo el segundo premio de pintura del ‘Salón Mariano Aguilera’.

Los violentos acontecimientos suscitados en el país en 1944, con el intempestivo fin del gobierno de Carlos Arroyo del Río por mediación de un frente partidario en el que se encontraba también el PCE, determinaron la disolución del Sindicato de Escritores y Artistas y la creación de la Casa de la Cultura Ecuatoriana como principal ámbito para el impulso y el desarrollo de las artes a nivel nacional. Una de las principales iniciativas de la nueva institución fue la creación de los ‘Salones Nacionales de Artes Plásticas’, certamen en el que en 1945 Diógenes Paredes obtendría el primer premio: esta se convertiría además en la principal razón para que a él y a su colega José Enrique Guerrero se les pidiera que ilustraran varios de los espacios públicos existentes dentro de la Casa de la Cultura.

1946 se convertiría en el año de la internacionalización de la producción artística de Paredes gracias a un viaje a Francia financiado por el gobierno de ese país para perfeccionarse en la Escuela de Bellas Artes de París. Asimismo, por estos años obtendría otros dos premios: el Primer Premio de Pintura del Salón Mariano Aguilera en 1947, y el Primer Premio en el Cuarto Salón de Mayo, en 1948. El creciente reconocimiento a su trabajo por medio de estos premios fue el principal factor para que pudiera realizar su primera exposición individual, en 1949, en la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en Quito, experiencia que seis años más tarde repetiría en la ciudad de Cuenca. Asimismo, en esta misma época comenzaría a participar en muestras colectivas desarrolladas en distintas ciudades latinoamericanas y europeas.

Los años de la Guerra Fría y de las persecuciones anticomunistas no dejarían de generarle distintos problemas a Diógenes Paredes, cuyas pinturas expresaban la injusticia social de la pobreza y la explotación, situando su mirada particularmente en la marginación en la que se encontraba la población indígena ecuatoriana, con una visión también latinoamericana. La tendencia aquí presentada refería al indígena no como un ser humano completo sino, antes que nada, como una insignificante y dominada persona.

El dolor del abandono era mostrado, por lo general, con un énfasis expresionista evidenciado por cuerpos deformados y con visiones sobre una realidad amarga que, en tonos grises y ocres, planteaba una crítica radical hacia el tratamiento obtenido por la población más desposeída de nuestra región.

Frente al desafío político que representaban sus obras, y ante las crecientes dificultades por expresar sus inquietudes artísticas, Paredes optó por abandonar el trabajo antes que sus ideas. En la década del 50 Paredes fue cambiando su estilo artístico y sus temáticas referenciales de un modo gradual para comenzar a ilustrar al hombre de la Costa ecuatoriana, por medio de retratos en los que exaltaba en sus características físicas más relevantes y su relación con el paisaje circundante.

Paralelamente, desarrolló una creciente inquietud hacia lo anecdótico y lo decorativo, como en sus óleos ‘Cirios’ y ‘Caserío’, en tanto que más tarde pasó a una composición casi geometrizante, característica de obras como ‘Curiquingue’ y ‘Danzantes’. Con todo, y de manera esporádica, retornaba a su deseo siempre presente por ilustrar vivencias de hondo dramatismo social, como en el cuadro ‘Inundación’, o por retratar el marginamiento y la opresión de los indígenas.

En 1960, y en reconocimiento a su prolongada militancia en el Partido Comunista, Paredes fue invitado por los gobiernos de la Unión Soviética, los países de Europa Oriental y China y pasó largo tiempo recorriendo cada una de estas naciones, y aprendiendo nuevas y distintas técnicas para el mejoramiento de su producción artística. Junto a él viajaron también otros reconocidos activistas de la izquierda, como Oswaldo Guayasamín, Jorge Icaza, Pedro Jorge Vera y Nelson Estupiñán.

El último premio que ganó fue justamente en 1964: la Medalla de Oro del ‘Atelier de Arte’ le fue otorgada como un justo homenaje a toda su carrera artística de trascendencia tanto nacional como internacional.

Paredes murió en 1968, en Quito, en un torpe accidente ocurrido en la madrugada y en unas gradas de concreto de una casa en construcción. Legó solo una limitada producción del trabajo de toda su vida, ya que de varias de sus obras actualmente se desconoce su destino final. Por otra parte, también era sabido que era un artista sumamente generoso, que regalaba sus trabajos sin que hubiera hecho un registro previo sobre ellos. El principal continuador de su obra fue su hijo Napoleón, nacido en Quito en 1947 y, como él, también dedicado a la pintura y en general a la creación artística con notable repercusión por parte de la crítica especializada.

Diógenes Paredes fue un pintor vigoroso, de trazo sensible y lleno de dramatismo. Todas sus pinturas fueron de un descarnado realismo constituido en base a distorsiones violentas: en tanto que el paisaje resultaba despojado de la naturaleza de su ser físico, cada personaje era a su vez convertido en un extraño arquetipo, con una marcada identidad más allá de su despersonalización. Aunque no pertenecía a él, retrató al pueblo indígena, observándolo y sintiéndolo en sus más recónditos aspectos.

El fundamento de su trabajo, con todo, no era ni pesimista ni desencantado, ya que el lamento y la tristeza del indio escondían en su propio reverso un mensaje revolucionario y emancipador: de ahí que cada obra de Paredes pudiera ser vista como un desafío al mismo tiempo que como un manifiesto.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media